A un año del conflicto bélico entre Rusia y la OTAN, con el epicentro en Ucrania, los saldos son alarmantes. No solo por los efectos directos que provocan los conflictos armados, con muerte y destrucción en la zona de enfrentamiento sino por sus costos “indirectos”, con impacto sobre quienes producen y trabajan. Y Argentina no estuvo exenta.
A pesar de las “oportunidades” de las que hablan algunos analistas agropecuarios, producto de la mejora del precio internacional de algunos commodities, la balanza comercial argentina se vio perjudicada. Esto producto de los altos costos en dólares de los insumos importados que no producimos en el país, o no en la suficiente cantidad. A lo que se debe sumar la complejidad de la deuda Macri-FMI, la que estruje las reservas del Banco Central argentino.
Según un informe del Ministerio de Economía, el efecto negativo en la balanza comercial asciende a USD 4.940 millones. La mayor pérdida se registra en el rubro combustible. Antes de la guerra se estimaban importaciones por este concepto por USD 1.999 millones, luego de la guerra estiman que alcanzaron a USD 5.756 millones, es decir un gasto extra por USD 3.757 millones
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El segundo rubro que impactó sobre la balanza comercial fueron los fletes. El proyectado pre guerra ascendía a USD 3.000 millones, USD 1.800 millones menos que los USD 4.800 millones que se destinaron el año pasado.
Otro de los rubros que aumentaron fueron los fertilizantes, insumo central que tuvo alzas exponenciales en tan solo escasos meses. Se estima que la Argentina importa un 70% de los fertilizantes que utiliza para su producción agropecuaria. Asumiendo una importación para el año 2022 igual a la realizada para el periodo 2020-2021, y manteniendo los precios vigentes durante el primer semestre del 2022, las importaciones de fertilizantes ascenderían a USD 4.400 millones durante todo el 2022. Esta cifra representa un incremento de 93% respecto a las importaciones del 2021, las cuales ascienden a USD 2.285 millones (2021 fue año récord en consumo de fertilizantes).
Esto a pesar de que en los primeros 8 meses del 2022, la caída en volumen de los fertilizantes nitrogenados fue del 29% (los más utilizados) y la de los fertilizantes fosfatados fue del 15%.
Estos efectos negativos fueron parcialmente compensados por las subas en los precios de las materias primas agrícolas. Según informa la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación,”las exportaciones agropecuarias crecieron 8,5% en 2022 respecto a 2021, al totalizar 49.581 millones de dólares”. Con un aporte de carne y lácteos de USD 5.508 millones; trigo USD 4.723 millones; y el acumulado de girasol, cebada y sorgo USD 3.557 millones; complejo sojero USD 22.279 millones; maíz USD 9.543 millones de dólares; y finalmente tabaco, madera y algodón USD 803 millones.
En 2022 la Argentina rompió el récord histórico de Exportaciones con un total de USD 88.268 millones de dólares. Los diversos complejos agroexportadores del agro aportaron el 63%, unos USD 55.516 millones a las exportaciones. Sin embargo la cifra de pobreza y de niños que no logran acceder a las 4 comidas diarias Argentina casi llega a los 9 millones. Según el informe “Pobreza monetaria y privaciones no monetarias en niñas, niños y adolescentes en Argentina”, realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), son 8.8 millones de niños en situación de pobreza o privados de sus derechos básicos.
El problema sigue siendo que ante la oportunidad que generan las situaciones de conflicto en otros puntos del globo (aunque nos cueste escribir que hay “oportunidad” en la guerra), los que ganan son 3 o 4 vivos. Es decir, que el aumento de los precios en dólares les generan mayores ganancias a una minoría de empresarios agroalimentarios que dominan los eslabones de diferentes cadenas, como las agroexportadoras como CARGILL, BUNGE, AGD, GLENCORE-VITERRA (la que se está quedando con Vicentin), DREYFUS, entre otras; las empresas alimentarias y supermercadistas como ARCOR, Molinos Ríos de la Plata, Molinos Cañuelas, Supermercados La Anónima, Supermercados Coto, Ledesma, La Serenísima, por nombrar algunas. Mientras que las consecuencias del aumento de los costos dolarizados las pagan quienes producen y trabajan en la República Argentina.
Esto es producto de una cuestión de fondo: en nuestro país se disputan dos proyectos históricos que NO SON LO MISMO. Y en el medio NADA. La neutralidad y el consenso solo aumentan las ganancias de unos pocos y prolonga el sufrimiento de las mayorías. La NO profundización de un proyecto nacional popular e inclusivo, generó trabajadores pobres y más de la mitad de niños con hambre.
Estos dos proyectos son antagónicos, uno es contrario a los intereses de las mayorías, que intenta imponer un proyecto de país unitario, portuario, exportador de materias primas, liberal en lo económico, con la mirada puesta en el exterior. Mientras que el otro defiende los intereses de las mayorías, es el que propone un proyecto nacional, federal, inclusivo, industrialista, estatista, con la mirada puesta en la Patria Grande.
Lo que avala la afirmación de que el segundo es un proyecto de las mayorías son los números, números y datos que son fundamentales para debatir que Argentina queremos construir, solo basta comparar cada período de gobierno. Es en este punto donde resulta importante profundizar para construir un proyecto de Argentina Productiva, Sustentable, Federal e Inclusiva. Se trata de comprender de una vez que se requiere fabricar “la montura propia para cabalgar la evolución”, como decía el General J. D. Perón. A lo que agregamos que, si esa evolución es sin Justicia Social entonces, entonces no será evolución.