Sucede cada vez. Pueden dar cuenta de ello mandatarios de la talla de Mauricio Macri, Jair Bolsonaro y hasta Emmanuel Macron. El peso específico de la economía china se impone a cualquier prejuicio. La fuerza de gravedad que ejerce sobre el resto de los países termina por doblegar convicciones ideológicas y alineamientos geopolíticos. Javier Milei está comenzando a experimentarlo en su propia piel. La necesidad tiene cara de hereje. O en este caso, de comunista.
El gobierno argentino dio un volantazo inesperado a esa relación en pocos días. El presidente había viajado a Nueva York decidido a reiterar en su discurso ante la Asamblea General de la ONU su diatriba anticomunista conocida, que incluye habitualmente críticas subidas de tono contra China, pero en un encuentro, en la víspera, entre Karina Milei, la canciller decorativa Diana Mondino y el ministro de Economía Luis Caputo con el canciller Wang Yi, se acordó remover ese pasaje.
La presencia de Caputo fue una pista poco sutil de que el súbito interés argentino en retomar una relación que Milei despreció durante y después de la campaña es meramente financiera, después de que las fuentes occidentales de divisas se cerrasen una tras otra en la cara del ministro. Lo confirmó el propio presidente este fin de semana con Susana Giménez: cuando viaje a China irá “de mangueo”. También le puso fecha al viaje: será en enero, para la cumbre de la CELAC.
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La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños es un grupo regional creado en 2011 por iniciativa de Hugo Chávez y como contraparte por izquierda de la OEA. Se descuenta que entre los participantes de la cumbre compartirán foto de familia con Milei el venezolano Nicolás Maduro y el cubano Miguel Días-Canel, además de Lula o el colombiano Gustavo Petro. Es el precio que deberá pagar para desembarcar en Beijing sin esperar una invitación personal, con fecha incierta.
Antes, intentará obtener una bilateral con Xi Jinping en el marco de la reunión de jefes de Estado del G20 que se celebrará en noviembre en Río de Janeiro. Todavía no hay certezas de que esa cita vaya a concretarse. Tampoco sobre el itinerario del líder chino en una gira que tendrá otras escalas sudamericanas. ¿Podría viajar hasta Buenos Aires para poner a prueba la novedosa buena voluntad de Milei? Es una posibilidad que en el gobierno admiten pero no celebran.
La visita de Karina Milei a Shanghai un par de semanas antes buscará tender algunos puentes para llegar a la bilateral con parte del trabajo hecho. Como suicide con su hermano, el viaje no responde a una visita oficial sino que aprovecha una feria internacional de comercio en Shanghai en la que Argentina tendrá, como todos los años, su representación. A la fecha no tiene confirmada ninguna reunión con funcionarios del gobierno chino ni está previsto que pase por Beijing.
El esfuerzo tiene un número que lo justifica: más de diez mil millones de dólares contando inversión directa y el financiamiento de los cinco mil millones del SWAP que fue cancelado por China y la Argentina deberá devolver a partir del año que viene si no se renegocia esa deuda. Entre los proyectos estratégicos que China se comprometió a financiar están la finalización de las represas en Santa Cruz y la modernización del Belgrano Cargas.
El gobierno de Estados Unidos ya manifestó, a través de sus canales habituales, su preocupación por estos primeros signos de descongelamiento, que permitirían el ingreso de capitales chinos al negocio de hidrocarburos y de metales estratégicos como el litio y el cobre. La exportación minera explica por qué otros países de la región como Chile, Perú o Brasil tienen balanzas comerciales superavitarias con China, algo que Argentina, exportando alimentos, está lejos de conseguir.
Sobrevuela la sospecha de que los guiños de Milei en dirección a Oriente son simplemente una finta, un gesto histérico destinado a causar celos en los por ahora impertérritos financistas en Washington DC. Que no alberga la decisión de regularizar el vínculo, porque eso implicaría, entre otras cosas, un importante beneficio para la principal amenaza a su futuro político: el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
Kicillof ha cultivado el vínculo con Beijing durante todos los meses que Milei lo desprecio, logrando una serie de avances en inversiones privadas chinas en territorio bonaerense pero también en la relación Estado - Estado, que podría abrirle las puertas para proyectos de mayor envergadura. El obstáculo, hasta ahora, es la reticencia del gobierno nacional en darle luz verde a esos acuerdos. Si se normaliza el eje Buenos Aires - Beijing no habría margen para seguir dilatando ese permiso.
Mientras tanto, el gobernador bonaerense sigue apostando a consolidar los lazos para seguir atrayendo inversiones. Armó una mesa dedicada exclusivamente a consolidar la relación encabezada por el exembajador Sabino Vaca Narvaja, que partirá la semana que viene rumbo a China, donde tiene previsto seguir explorando mecanismos de financiamiento para la provincia a través del Banco de Desarrollo de los BRICS, que preside la brasileña Dilma Rousseff.