¿Por qué los medios concentrados invisibilizan la violencia en Colombia?

En lo que va de 2021, ya se han producido más de 30 masacres y unas 120 personas fueron asesinadas en Colombia. Más de 9 millones de personas fueron víctimas de desplazamiento forzado. Colombia produce el 70% de la cocaína del mundo. Si las grandes cadenas de noticias informan poco de lo que allí sucede es por motivaciones ideológicas.

01 de mayo, 2021 | 19.40

En el periodismo una cuestión básica es discernir qué es noticia y qué se le transmite al público. En el proceso de selección siempre hay que tomar en cuenta el factor ideológico ya que la objetividad no existe en ningún tema, sea en el ámbito deportivo o en el político.

Esto permite comprender porqué Venezuela aparece en casi todos los medios de comunicación como un tema recurrente que se ha convertido en un arma político-comunicacional para descalificar a los movimientos progresistas.

En este sentido cabe preguntarse por qué para la inmensa mayoría de los medios de comunicación la violencia en Colombia está invisibilizada. Si en Estados Unidos alguien se sube a un techo o entra en una escuela y comienza a disparar contra varias personas, seguramente aparecerá en los diarios o en la televisión de casi todo el mundo.  Y si es posible se lo transmitirá en vivo y en directo.

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Pero las masacres en Colombia no existen. ¿No existen? En lo que va de 2021, ya se han producido más de 30 masacres y unas 120 personas fueron asesinadas, según ha documentado el Instituto de estudios para el desarrollo y la paz (Indepaz); que se suman a las 91 masacres de 2020. En 2021 ya han asesinado más de 50 líderes y lideresas sociales, indígenas y defensores de derechos humanos.

Entre 2015 y 2019, Colombia ocupó el primer lugar en víctimas de desplazamiento forzado dentro de un mismo país y a comienzos de 2021 Naciones Unidas, registraba más de 9 millones de personas desplazadas internamente, cifra solo superada por Siria, en guerra civil hace una década.

Pero Colombia no existe.

Los Acuerdos de Paz firmados en 2016 entre el presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) contemplaban la desmovilización de quienes participaban de la guerrilla y su inserción pacífica en la vida civil. Con bombos y platillos se realizó una ceremonia en la bella Cartagena de Indias en septiembre de 2016 para celebrar la firma de los Acuerdos.  Pero desde entonces asesinaron a 276 excombatientes que aceptaron los términos de los Acuerdos, sin gran repercusión internacional.

¿Cuánta gente sabe que en Colombia, aún hoy, se produce el 70 por ciento de la cocaína del mundo según se puede leer en el último informe de la oficina de Naciones Unidas de lucha contra las drogas Colombia?  Debería ser noticia, ¿verdad?  

En abril del año 2000, el entonces senador, y hoy presidente Joe Biden, viajó a Colombia para “examinar el programa antinarcóticos” y le pidió al Congreso mayores fondos para combatir el narcotráfico.  Sólo entre 2008 y 2021, según datos oficiales, enviaron más de 4 mil millones de dólares, además de asesores militares y sus expertos de la DEA, la agencia de lucha contra las drogas.  A la luz de los hechos se puede afirmar que la política de la Casa Blanca hacia Colombia ha sido uno de los fracasos más estrepitosos en política exterior si, efectivamente, el objetivo era erradicar las drogas; aunque no se puede negar que sirvió para que se filmaran extraordinarias series y películas sobre Pablo Escobar y la DEA.

Sí. Colombia existe. Y si las grandes cadenas de noticias internacionales informan poco de lo que allí sucede es por motivaciones ideológicas.

Colombia tiene una vibrante sociedad civil que clama a gritos cambios estructurales para hacer honor a esa hermosa y atractiva publicidad de hace unos años donde se decía que Colombia es un paraíso, y “el riesgo es que te quieras quedar”.

Nota publicada en Nodal.am

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Pedro Brieger

Director del portal de noticias NODAL, autor de numerosos libros sobre política internacional, también es columnista de C5N y CNN en español. Poseedor de los rulos más envidiados del periodismo argentino.