Se apagó un motor de la ciencia local, Carlos Frasch

Investigador sobresaliente, dirigió 22 tesis doctorales y fue pionero de la biotecnología nacional y cofundador del Instituto Tecnológico de Chascomús. Era vicerrector de la Universidad Nacional de San Martín.

01 de enero, 2024 | 19.54

En estos tiempos en los que la notoriedad de una persona se mide por sus seguidores en redes sociales y se puede ocupar un puesto socialmente relevante a partir de apariciones en programas de TV o shows teatrales, tal vez cueste comprender la importancia de figuras como Carlos Frasch, pilar de la ciencia local de las últimas décadas, cuya muerte se conoció en los últimos días del año que acaba de finalizar.

Alejado de los flashes mediáticos, Frasch cumplió un papel fundamental en el estudio del parásito que causa la enfermedad de Chagas, uno de esos males “olvidados” porque afectan en general a la población más pobre. Pero además, desarrolló una tarea enorme en la formación de recursos humanos y fue cofundador (junto con Rodolfo Ugalde) del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (Intech/Chascomús), un centro de excelencia reconocido en el mundo. Fue uno de los científicos argentinos más destacados y uno de los impulsores de la biotecnología en el país. Además, desarrolló el método más efectivo para diagnosticar el Chagas, fue asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre 1983 y 2010, y uno de los siete científicos argentinos miembros de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos.

Nacido en Buenos Aires, el 26 de enero de 1949, Frasch se graduó de doctor en odontología en la UBA, pero luego hizo estudios de posgrado en Amsterdam y se orientó hacia la biología molecular. A lo largo de su carrera, se especializó en genética y parasitología, publicó la primera secuencia genética del Trypanosoma cruzi realizada en el país, dirigió 22 tesis doctorales, y fue autor de 175 artículos y revisiones publicados en revistas internacionales. La muerte lo sorprendió mientras era vicerrector de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam).

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“Carlos, mi padre y Juan José Cazzulo iniciaron hace más de 25 años una aventura que, vista retrospectivamente, era una locura y tenía todas para salir mal –destaca Juan Ugalde, actual decano de la Escuela de Bio y Nanotecnologías (EByN, ex IIB) en una comunicación de la Unsam–. (…) Combinaba una gran inteligencia con una tenacidad admirable, nada lo desviaba de su objetivo, fuera científico o institucional, y por eso hoy nuestra unidad académica es un ejemplo en el sistema científico y universitario. Tuvo más de una oportunidad para emigrar y desarrollar su carrera académica en los mejores centros científicos del mundo; sin embargo, decidió quedarse a construir una institución para formar a nuevas generaciones (…) Partió el amigo y socio de quijotadas de mi padre, un dúo que se complementaba y amplificaba de manera extraordinaria. Entendieron y vieron [el valor de] la biotecnología con enorme anticipación y sentaron las bases de lo que hoy nos toca gestionar. Es muy difícil explicar (y comprender) el significado de lo que lograron construir desde casi la nada, en una país con crisis constantes. En nuestro ADN está lo que nuestros fundadores nos enseñaron: construir con generosidad, sabiendo que muy probablemente muchos de esos frutos no los veamos y entendiendo que las construcciones colectivas y sostenidas en el tiempo son las únicas importantes, las duraderas”. 

En 2005 y después de cinco años de esfuerzos, fue uno de los 238 investigadores –entre ellos, varios argentinos y otros pertenecientes a 20 centros internacionales– que lograron descifrar el mapa genético de los parásitos que causan el mal de Chagas, el mal del sueño y la leishmaniasis: el Trypanosoma cruzi, Trypanosoma brucei y el Leishmania major, respectivamente, todas patologías para las que no hay vacunas disponibles.

Los resultados de esa verdadera tour de force se publicaron en una “superproducción” de Science, en ocho trabajos que desmenuzaban las secuencias genéticas de cada microorganismo, trazaban comparaciones y extraían las primeras conclusiones.

La investigación ofrecía un plano detallado de la biología y las elaboradas estrategias que ponen en marcha los parásitos, organismos unicelulares que se introducen en el torrente sanguíneo de los seres humanos (y también de otros mamíferos, aves, reptiles, peces, y plantas), en general, a través de la picadura de insectos, para evadir el sistema inmunológico de sus anfitriones.

"Esto nos ayuda enormemente en la búsqueda de nueva quimioterapia o posibles inmunizaciones", afirmó en ese momento Frasch, uno de los responsables de que la iniciativa se concretara, ya que entre 1994 y 1999, como coordinador del Comité de Genomas del Programa de Investigación en Enfermedades Tropicales de la Organización Mundial de la Salud, había impulsado el compromiso de los poderosos laboratorios del primer mundo en este tema.

En 2006, fue uno de los 12 investigadores argentinos (entre 21 de América latina y 546 postulaciones del mundo) que recibieron un subsidio de 500.000 dólares del Instituto Médico Howard Hughes (HHMI), uno de los más altos honores en la carrera de un científico. Los otros fueron Armando Parodi, Andrea Gamarnik, Pablo Wappner, Fernando Goldbaum y Alejandro Schinder, de la Fundación Instituto Leloir, Diego de Mendoza, del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR); Ana Belén Elgoyhen, del Instituto de Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi); Alberto R. Kornblihtt, de la Universidad de Buenos Aires; Javier F. Palatnik, del IBR; Marcelo Rubinstein, del Ingebi; Alejandro Vila, del IBR y Marcelo Yanovsky, del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas. Todos, del Conicet.

"La investigación que están haciendo estos científicos en sus países se compara favorablemente con la que realizan destacados investigadores en los Estados Unidos", subrayaba el jurado. Y más adelante agregaba: "Son los que marcan el ritmo en sus campos de investigación".

En la última etapa de su carrera resaltaba que aún le quedaban desafíos por cumplir, afirma el comunicado: “Me queda concretar dos proyectos en temas en los que trabajé durante años, que son el control de la enfermedad de Chagas y los mecanismos moleculares involucrados en estrés crónico”. Y con respecto a la ciencia local, opinaba: “Queda mucho por hacer. Todavía tenemos la posibilidad de continuar creando lugares que brinden el soporte necesario para hacer ciencia original y creativa que contribuya al crecimiento de la sociedad”.

Carlos Greco, rector de la Unsam, lo recuerda como un gran visionario y constructor: “Desde la nada misma ‘edificó’ una de las naves insignia del sistema científico tecnológico de la Argentina. Su trabajo tuvo alcance regional, nacional e internacional, recibió premios y distinciones, quizás no todos los que hubiese merecido. En cualquier caso, el premio más importante es el reconocimiento de sus estudiantes, sus becarios, sus colegas, de toda la comunidad. Su pérdida es irremplazable”, afirma.

Y Fernán Agüero, investigador principal y director interino de la unidad ejecutora del Conicet en el IIB, agrega: “Fue pionero en muchas cosas. Muchas más de las que puedo resumir. (…) Desde la finalización de mi doctorado, en 1999, trabajé a su lado y con su grupo de investigación en distintos proyectos, y fui testigo de su capacidad de trabajo y de liderazgo. Fue un ejemplo tanto en  investigación básica y translacional, como en gestión de la ciencia. Deja un legado enorme a las generaciones que siguen”. 

Frasch recibió la Beca Guggenheim y el Premio Konex (Diploma al mérito 2003 en Citología y Biología Molecular; y el de Platino en 2013); y en 2015 el Premio Houssay a la Trayectoria, otorgado por el ex Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (Mincyt).

Una enfermedad fulminante se lo llevó a los 74 años, el viernes 29 de diciembre de 2023.