Daniel Bes trabajó en el Instituto Niels Bohr, de Dinamarca, y fue profesor de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos. A su regreso, fue uno de los físicos teóricos más importantes del país mientras formaba a generaciones de físicos e ingenieros. Después de una vida en la que rehuyó la notoriedad pública, falleció este fin de semana, a los 92 años.
Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde según sus propias palabras “la impronta humanista de la educación” lo había empujado a la física, confesaba que su segunda elección hubiera sido la historia.
En 1950, ingresó en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Alguna vez recordó que allí pudo aprender mucho de sus profesores, pero también de las charlas que tenía con sus jefes de trabajos prácticos. En 1952, mientras éstos eran expulsados, se incorporaban en los cursos superiores José Balseiro y Richard Gans, con los que comenzó su inmersión en la mecánica cuántica.
Entre 1956 y 1959 fue becario en el Niels Bohr Institute (NBI), de Dinamarca, en ese tiempo dirigido por Aage Bohr (hijo de Niels) y Ben Roy Mottelson, que recibirían el premio Nobel en 1975 por el “modelo nuclear unificado”. En 1962, se incorporó al Departamento de Física de la UBA, que dirigía Juan José Giambiagi, para regresar a Copenhague en 1964. Cuando en julio de 1966, durante la dictadura de Onganía, se produjo “la noche de los bastones largos”, decidió emigrar a los Estados Unidos.
En 1971 se incorporó a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). En una reflexión que repasa su vida, Jorge Kurchan, que se doctoró bajo su dirección y hoy trabaja en la École Normale Supérieure de Paris, destaca que tal vez más valioso que su actuación institucional, fue que Bes "hizo escuela".
“Su especialidad fue la física nuclear, un campo en el que el progreso fue siempre difícil, porque estudia un sistema que tiene un tamaño intermedio entre lo muy grande y lo muy pequeño –explica, en un texto que escribió para el Departamento de Física de esa Facultad–. En el centro de un átomo hay un núcleo hecho de protones y neutrones, por ejemplo en el plomo 87 y 125, respectivamente. Aage Bohr, Ben Mottelson y Leo Rainwater habían descubierto que algunas de sus propiedades se entienden si aceptamos que los protones y neutrones se congregan en movimientos que forman ‘olas’ o ‘mareas’ en la superficie del núcleo. Muchas, pero no todas: las partículas en parte comparten el movimiento colectivo, y en parte conservan su individualidad. Por esa intuición y su desarrollo recibieron el Premio Nobel”.
Bes llegó a una Copenhagen de mediados de los cincuenta con una joven esposa, un bebé, y escasísimos conocimientos de mecánica cuántica, dice Kurchan. Trabajando fuerte, consiguió remontar la diferencia entre el nivel de un centro mundial y el de una Buenos Aires “muy periférica en lo científico” y llegaría a entablar con el grupo de la capital danesa una colaboración y una amistad que duraron muchos años después de su retorno a la Argentina. De esos años surgió la pasión a la que dedicó buena parte de sus esfuerzos: cómo hacer una teoría cuántica donde las partículas aparecen dos veces, una como individuos y otra como miembros de movimientos colectivos, de los que participan y cuyas influencias sufren, y todo respetando el hecho de que ambas cosas son caras de una misma moneda”. Él lo explicaba diciendo que la física nuclear “estudia la ‘sociología’ de neutrones y protones dentro del núcleo atómico”.
Ya de regreso en el país, cuenta Kurchan, contribuyó a crear a principios de los 60' una escuela de física en la UBA que fue precursora en Latinoamérica y en el resto del mundo en desarrollo, pero que no estaba destinada a durar ya que Daniel renunciaría luego de “la noche de los bastones largos”, junto con tantos otros. “Se quedó sin trabajo, con dos chicos chicos y debió buscar adónde recalar, viajando de una universidad a otra de los Estados Unidos en los ómnibus Greyhound, el vehículo de los pobres”, recuerda Kurchan.
“Con su aspecto cosmopolita y (engañosamente) patricio, podía ser una figura intimidante al principio. Su capacidad de trabajo era tal, que sus estudiantes nunca pudimos seguirle el tranco –agrega–. Daniel creía en la dedicación: se sentía orgulloso de comparar a los científicos con los humildes monjes de El nombre de la rosa, cada uno trabajando en silencio en su cubículo. Y eso mientras durante su larga carrera, se abatían sobre el país las plagas de los golpes militares, la guerra, los saqueos y la hiperinflación. Daniel, que hubiera podido instalarse en muchos países si lo hubiera deseado, concluía que ‘tendría más recursos, pero acá tengo mejores alumnos’”.
Bes publicó 143 trabajos en revistas internacionales y dos libros, y dirigió 13 tesis doctorales. También estudió problemas vinculados con el desarme nuclear, fue cofundador y codirector de la revista Ciencia Hoy entre 1988 y 1991, y como presidente de la Asociación Física Argentina se ocupó de problemas relacionados con el sistema científico-tecnológico local. También fue fundador y primer decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Favaloro.
Recibió los Premios Konex de Platino (1983) y Bunge y Born en Física (1996), entre otros; fue miembro titular de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la Academia de Ciencias de América Latina y de la Third World Academy of Science. En 2021 recibió el premio Premio Houssay Trayectoria en Física, Matemática, Ciencias de la Computación y Astronomía, que entrega el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y fue distinguido como “Investigador de la Nación”, reservado a los grandes protagonistas de la ciencia nacional.