La época que vivimos nos tiene cautivos, inmersos en la cultura de las pantallas y las plataformas. Este momento histórico se caracteriza por impulsarnos a la búsqueda permanente y compulsiva de la aprobación externa que termina conduciendo a la exhibición y espectacularizacion de la vida cotidiana. El famoso panóptico como dispositivo de vigilancia de las personas se ha reconvertido y modernizado con el agregado escalofriante de que ahora son los propios sujetos quienes lo implementan. El resultado de esta combinación de factores es, entre otros, la erosión de la conquista histórica del derecho a la privacidad y la intimidad de las personas.
En medio de la polémica protagonizada por Eial Moldavsky, tras el relato de un supuesto encuentro íntimo con una figura femenina argentina, que para muchos se trata de la actriz y cantante Lali Espósito, se instaló en el debate público la interpelación acerca de los límites a la exposición de aspectos de la vida privada y la sexualidad, sin consentimiento, y el sentido disciplinador que adquiere cuando quien sufre el escarnio es una mujer o identidad feminizada.
“Vengo a ofrecer unas disculpas públicas. En primer lugar, quiero aclarar que en ningún momento me refería a Lali. La historia es completamente falsa, fue en el marco de una consigna en un programa de radio donde uno a veces dice muchas boludeces", expresó el filósofo e influencer como descargo en su programa ‘Sería increíble’ luego de la fuerte reacción negativa que se generó en las redes sociales por sus declaraciones. En este sentido explicó que la historia que había relatado era inventada con el objetivo de “alimentar el aire” del programa de Olga del que forma parte junto a Nati Jota y Homero Pettinato.
Más allá del suceso en sí, que implica la práctica normalizada en medios de ventilar y compartir información privada de otras sin consentimiento, resulta interesante analizar dos de los aspectos centrales que convierten a este episodio en un hecho paradigmático de este contexto sociocultural y político: en primer lugar, la nueva lógica comercial de los medios de streaming y la llegada masiva de influencers atractivos para las nuevas generaciones, cuyo éxito no se mide en rating exclusivamente, sino en reproducciones y viralización de contenidos sin filtro; y en segunda instancia la hiperexposición de la vida cotidiana y la lógica de las redes sociales y nuevas plataformas, que incentiva la vulneración de la intimidad sin límites ni consentimiento, sobre todo cuando se trata de mujeres e identidades feminizadas.
MÁS INFO
El mandato de “alimentar el aire” cueste lo que cueste
Atrás del objetivo de “alimentar el aire” que subraya el propio protagonista del conflicto, sin registrar las consecuencias en la realidad concreta, se esconde la clave del dominio de los nuevos formatos de contenidos en la era digital. Leonardo Murolo es doctor en Comunicación (UNLP) y se dedica a investigar los usos sociales de las nuevas tecnologías, juventudes, audiencias y disputas hegemónicas por medio de las prácticas socioculturales. En relación a los nuevos medios de streaming, como el que encabeza Migue Granados, identifica que las propuestas artísticas pueden catalogarse como exitosas en términos de audiencias justamente porque trabajan con “el humor, lo breve, lo instantáneo, lo efímero”, formatos que el especialista denomina como “periodismo minimalista” por lo despojado de los escenarios, pero también por la poca preparación y el aura de espontaneidad con la que abordan los temas, dimensión que forma parte de una identidad bien recibida por sus públicos.
El modelo, hoy repetido en casi todos los canales, de ‘mesas con gente’ opinando busca interpelar a nuevos públicos y resulta sobre todo atractiva para los jóvenes que pertenecen al escenario digital ya que “esos espacios están ocupados por otros jóvenes reconocidos que intentan hablarles de igual a igual, incluso con códigos del lenguaje actual que, por condición de época, solo comparten las nuevas generaciones“. A diferencia de los formatos más tradicionales, sin estigmatizar ni generalizar, los programas de streaming no trabajan con la profundidad que merece el análisis periodístico, pero sí tienen su punto fuerte “en convocar entrevistados que en general no van a los medios tradicionales, como los cantantes del momento, políticos en agenda, deportistas exitosos, que se sienten entre pares y poco presionados en las entrevistas por no tratarse de periodistas incisivos”.
MÁS INFO
Como explica Murolo, la germinación de propuestas de puro entretenimiento, espectáculos, deportes, la endogamia de hablar sobre ellos y presentar la vida privada como contenido noticiable y público, no es casual en medio de un contexto político global y local de avance de las denominadas “nuevas derechas” o “derechas alternativas”, que puso de moda una postura antipolítico y ponderó el individualismo. “Jóvenes que ‘no les interesa la política’ pueden elegir estos programas o envíos para informarse – manifiesta el docente- más allá del periodismo tradicional, hay jóvenes que depositan su confianza en estar informados con opiniones de redes sociales, consejos de influencers y videos breves de TikTok. Aun cuando estos influencers combinados en mesas de opinión de expertos en todo, en sus redes sociales personales trabajan con opiniones segmentadas por temas: maquillaje, viajes, deportes, vida cotidiana”.
Acerca de las repercusiones y el conflicto suscitado por los dichos de Eial Moldavsky, el profesor de la Universidad Nacional de Quilmes explica que la fama en redes sociales es por condición fluctuante y “ser trending topic o estar cancelado” son caras de una misma moneda. En este sentido advierte que “los participantes de estos programas juegan con los límites entre lo público, lo privado y lo íntimo, corriendo el umbral todo lo posible, hasta encontrarse con ser tendencia o ser cancelado”, y señala que las velocidad de las redes y la liquidez del momento que atravesamos les permiten “pedir disculpas y recuperar seguidores”.
MÁS INFO
Lo que plantea el investigador es que, por la búsqueda de rendimiento y los nuevos formatos, se ha generado un cambio profundo en el tratamiento mediático de algunos temas: “Entiendo que esta forma de abordar la vida privada está corrida de donde la estábamos tramitando hace unos años. Pasamos de pensar en el poliamor, en que lo personal es político y en que no hay que opinar de los cuerpos ajenos, a como es en este caso ventilar la vida privada de otras personas, o en el wandagate tildar de ‘roba maridos’ a personas que ejercen su sexualidad libremente, etc.”.
Ante la pregunta sobre la posibilidad de establecer límites certeros y uniformes, reconoce que “más allá de los códigos de ética profesional para habitar los medios masivos o principios sobre la defensa de los derechos humanos o no ejercer violencia y discursos de odio, qué está bien y qué está mal lo termina marcando más el contexto histórico social y lo tolerable por las audiencias”, como pasó en esta oportunidad.
La mercantilización de la intimidad y el exhibicionismo digital
“Si no me muestro, no existo”, podría ser el lema de un período que nos invita a estar permanentemente ventilando la intimidad, propia y ajena. Muchos especialistas advierten que la sobreexposición y la presión por "ser deseables" generan padecimientos psicológicos, y al mismo tiempo una distancia peligrosa con el presente y el disfrute. La licenciada Mariana Kersz, sexóloga y psicóloga de parejas, analiza que en la era de “la hiperconectividad digital nos desconectamos de las emociones y de la empatía, del registro de lo que nos pasa cuando estamos con otras personas. También queremos todo rápido: vínculos Tik Tok, queremos fueguitos, likes y validación inmediata: el cuerpo pide calma, el deseo necesita construcción. Por otra parte, la sensación de ‘competir’ continuamente con otras personas hace que se ponga en juego la autoexigencia, el temor al rechazo, el miedo a la soledad, a quedar expuestos y vulnerables”.
MÁS INFO
Por su parte, Carolina Meloni, psicóloga y sexóloga con perspectiva de derechos, observa que el deseo constituye siempre un fenómeno social y político, condicionado por normativas estéticas, raciales y de género, y que hoy está fuertemente atravesado por la lógica del espectáculo y la validación externa: “No es que en la actualidad el encuentro físico haya perdido valor, pero la mirada ajena tiene un peso enorme en cómo nos percibimos y cómo nos sentimos deseables. No es casual que el ‘exhibicionismo digital’ se haya vuelto tan relevante”.
Como identifica Kersz, las redes desdibujan las fronteras entre lo privado y lo público, y fueron transformado la manera en que gestionamos nuestra intimidad: “La hiperexposición estimula la permanente visibilidad, y a esto se le suman la inmediatez y viralización de contenidos que generan una sensación de recompensa rápida (dopamina) y aparece un otro, un ‘Gran Hermano’ digital que no tiene identidad pero valida el contenido”.
MÁS INFO
La lógica misma de las redes sociales y nuevas plataformas ha incentivando la vulneración de la intimidad, ya sea a través de la violencia digital o el mero traslado de experiencias sexoafectivas del mundo privado a lo público, sin límites ni consentimiento. “Vivimos en una cultura donde la intimidad ha sido mercantilizada. Las redes nos entrenaron para exponer nuestras vidas en busca de aprobación, y esa lógica también se trasladó a lo erótico. No es casual que los ‘escándalos sexuales’ sigan siendo consumidos con morbo, mientras que la educación sexual sigue siendo un tema tabú”, asevera Meloni. En este mismo sentido la sexóloga Kersz agrega que persiste una falta notoria de educación sexual y sexoafectiva que implique límites saludables, y “se suele actuar sin medir ninguna de las posibles consecuencias de lo dicho, lo hecho, lo publicado, lo viralizado”.
Al respecto de las declaraciones de Eial Moldavsky en Olga sobre un supuesto encuentro íntimo con Lali, Meloni entiende que emerge de “la espectacularización de la vida” y la dinámica comunicacional actual impulsada por una cultura mediática que premia el sensacionalismo y un entorno en el que los detalles íntimos se vuelven mercancía. “La tendencia a mostrarnos no solo transforma la experiencia íntima en espectáculo, sino que también perpetúa un ciclo en el que la privacidad se ve comprometida por las expectativas del público y la presión de un entorno mediático que, en lugar de respetar la intimidad, la explota para generar audiencia y debate”, asegura la sexóloga con perspectiva de derechos.
“Creo que la presión de colegas y la inmediatez de las plataformas podrían ser los factores que llevaron a Eial a relatar acontecimientos de manera exagerada, ofreciendo detalles que, en un contexto diferente, serían irrelevantes y sobre todo inapropiados – apunta la psicóloga Meloni - por otro lado, nosotres como público nos encontramos inmerses en una cultura de morbo y voyeurismo, donde consumir estas historias se convierte en una especie de pasatiempo: ya sea por el placer de ver lo prohibido, lo ‘famoso’, o incluso por el impulso de criticar y hatear. Dicho esto, creo en la responsabilidad absoluta de Eial sobre sus actos, quien como figura mediática, debe hacerse cargo de las consecuencias de sus palabras y del impacto que generan”. Sin embargo aclara que, lejos de la reacción punitivista que ha despertado, lo sucedido abre una oportunidad para reflexionar sobre “el tipo de comunicación que fomentamos y el rol que cada une juega en esta lógica de consumo de lo íntimo como espectáculo”.
Este doble filo entre la búsqueda de placer voyeurista y la necesidad de rotular conductas representa el reflejo de una sociedad que, paradójicamente, expone y castiga al mismo tiempo. No obstante hay que identificar que la violencia digital tiene género, ya que en la mayoría de los casos quienes sufren la difusión no consentida de imágenes o experiencias íntimas son mujeres o personas que no encajan en el modelo cisheteronormativo de la sexualidad "aceptable". Al respecto Meloni piensa que “no es solo un problema tecnológico, sino una forma de disciplinamiento social sobre quién puede ejercer su deseo y quién no”.
Las consecuencias emocionales y psicológicas de este tipo de situaciones, y sobre todo del castigo social que se impone sobre ciertas personas, pueden ser ansiedad, depresión, pérdida de autoconfianza, aislamiento social, vergüenza, frustración, e incluso, si escala, puede traer impactos económicas y laborales.
“La exposición no consentida de la intimidad puede dejar huellas emocionales profundas, y la reparación no depende solo del acompañamiento profesional, sino de comenzar a identificar situaciones saludables y construir vínculos donde la privacidad se respete y la revictimización no tenga lugar”, propone la Licenciada Mariana Kersz. En esta línea, Meloni insiste en la importancia de dialogar estrategias de resistencia y reparación: “La respuesta no puede ser solo ‘cuidarnos más’, sino generar redes de apoyo, exigir regulaciones que protejan sin caer en el moralismo y seguir cuestionando por qué seguimos viendo la sexualidad como algo que debe ser castigado cuando no responde a la norma”.