Un pueblo abandonado y un fantasma que les "guardó el lugar": fundaron una pulpería en una mítica fábrica y un hospedaje que revivió un paraje de 15 familias

Virgina Costa Soto y Sebastián Cappiello perdieron su trabajo y se enfocaron en cumplir un sueño: darle vida al pequeño pueblo cerca de Chascomús que supo vibrar por la fábrica Gándara y que marcó a generaciones enteras. Recibieron donaciones de los vecinos y hasta del director de Atalaya. 

12 de febrero, 2025 | 00.05

Una fábrica que se cierra, familias que se quedan sin hogar y empleo y el nacimiento de una leyenda: el pueblo fantasma de Gándara. Este paraje, que en algún momento supo estar colmado de vida, cayó en el abandono tras el cierre definitivo de la empresa láctea que llevaba el mismo nombre que su locación, en 2007. Los años pasaron y un matrimonio con un pasado enraizado en este lugar, en el que habitan apenas 15 familias, decidió apostar una vez más por esta zona y emprender de formas innovadoras para llamar al turismo.

Virginia Costa Soto y Sebastián Cappiello perdieron su trabajo en la línea aérea en 2020, luego de casi 12 años de servicio. Con un bebé de menos de un año y la pandemia recién empezando, dieron un volantazo que los llevó a Gándara, un paraje donde Virginia había pasado su infancia rodeada de vacas y paseando por los pasillos de la antigua fábrica junto con sus padres y su abuelo. “Con la indemnización pensamos en poner una cabaña de turismo, tratando de ofrecer un espacio que no estuviera atestado de gente por el COVID-19”, detalló la oriunda de Chascomús sobre cómo nació Refugio El Vergel, su primera apuesta por este pueblo fantasma. La suerte, o el destino, estuvo de su lado: el alojamiento se llenó de lunes a lunes y, semejante éxito, los llevó a abrir una segunda.

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“La magia de Refugio El Vergel es venir y encontrar un espacio muy privado que da la sensación que estás solo –afirmó la fundadora de las cabañas y agregó–. Es un campo de verdad, hasta te cruzas con zorros y liebres”. Los huéspedes, que volvían una y otra vez contentos y confiados en el lugar, tenían una pequeña molestia que no los dejaba completamente satisfechos: “Decían que si querían ir a comer, a tomar un café o si les faltaba alguna cosa tenían que ir a Chascomús. Siempre me reclamaban que nadie ponía algo en Gándara”, recordó Virginia en su diálogo con El Destape. No se lo tuvieron que repetir muchas veces más: la pareja enseguida charló sobre las posibilidades.

“Empecé a pelear por el antiguo comedor de la fábrica láctea con mi tío, el actual dueño, porque él no quería dármelo. Me dijo que no por casi tres años, hasta que le gané por cansancio”, relató la emprendedora. Un tweet viral, reformas, muchas horas de dedicación y trabajo y un productivo contacto con el famoso parador Atalaya los llevaron a una segunda apuesta ganadora: en marzo de 2024 nació La Pulpe, un nuevo lugar de encuentro en Gándara.

El edificio estaba deteriorado no sólo por el abandono, sino también porque fue vandalizado varias veces. “Las plantas se metían por las puertas y ventanas, había cables arrancados, la puerta estaba rota a patadas y la bacha partida. Todo lo que había en algún momento lo robaron y, lo que no pudieron llevarse, lo rompieron”, recordó Virginia.

“La pulpería encontró su camino sola”, afirmó la dueña y detalló que, gracias a aquel posteo viral, llamaron la atención de Juan Castoldi, actual líder del parador Atalaya, quien enseguida le preguntó: “¿Vos sos la responsable de este lío?”. “Pensé que quería venderme muebles viejos. Le dije a Seba, a mi marido, que quizás conseguíamos un buen precio”, relató entre risas la emprendedora. Las cosas dieron un giro distinto y la compañía les donó sillas, mesas, platos, tazas y todo lo que necesita una cafetería para ponerse en pie: “Bajaban las cosas del camión y a mí se me caían las lágrimas, porque jamás hubiésemos podido arrancar tan rápido si no era por esta ayuda”, contó Virginia y destacó que siguieron llegando donaciones de heladeras y de una cafetera barista: “Todo llegó por la recomendación de la gente que confió en nuestro proyecto, cuando realmente podía ser que duráramos dos días abiertos”.

Entre los grandes éxitos de La Pulpe, que está abierta sábados y domingos de 10 a 18 hs en el pueblo fantasma de Gándara, se encuentran el café de especialidad, el tostado de crudo y queso y las empanadas. También hay un fuerte rumor de que las medialunas que ofrecen son de la misma receta de Atalaya y Virginia no lo desmintió: “Probamos un montón y nos quedamos con las de ‘La Nueva Estación’. Se comenta en Chascomús que tienen la receta original del famoso parador– y agregó–. Lo hablé con Juani, el actual dueño, y me dijo ‘esas medialunas son muy buenas’, así como un guiño”. Esperanzada, sostuvo: “Tengo fe de que tengo la receta original y sin haberla robado”.

“Muchos se acercan a la barra y con lágrimas en los ojos me dicen: ‘mi mamá o mi papá trabajaba acá’ – relató la dueña de La Pulpe–. Un señor me contó que vivió sus primeros años de vida en una casa que está enfrente al local, que ahora son cuatro paredes con una palmera en el medio, y llorando me dijo que no había podido volver a Gándara y sólo se animó porque ahora tiene vida denuevo”. La tripulante de cabina aseguró que siempre le sorprenden estas visitas de personas que nunca más visitaron el paraje, “porque les dolía, porque fue una gran herida. Cuando los echaron, el pueblo quedó desahuciado”.

Virginia aseguró que esos encuentros la ayudan a conectar con personas que tuvieron mucha historia con el paraje y que, así como ella tiene sus recuerdos del pueblo donde la fábrica y el restaurante eran pura alegría, también hay quienes tienen una memoria más angustiante: “Me da la sensación como que la nostalgia y la tristeza se empiezan a curar con ver Gándara funcionando”.

El fantasma poco a poco desaparece de Gándara: al Refugio El Vergel y La Pulpe se rumorea que también se suma la reapertura del monasterio. “Elijo creer que tuvo que ver con nuestro empuje, porque estuvo 50 años cerrado y, en tres meses que abrimos, empezaron las refacciones”, enfatizó la oriunda de Chascomús.

El apodo de “pueblo fantasma” era más que eso: se rumorea que alguien veló por el próspero futuro de Gándara. “Mi tío había intentado alquilar el edificio dos veces”, relató Virginia y recordó que primero quiso dárselo a la policía rural, quienes hicieron refacciones pero, antes de trasladarse, acabaron yéndose a otra locación. La segunda vez, una persona que planeaba mudarse reacondicionó el espacio. Sin embargo, al momento de instalarse, algo pasó y se fue. “Los vecinos me contaron que los obreros decían que había un fantasma, que a la noche se prendían las máquinas y que habían visto una señora que los corrió con una escoba y les dijo que se vayan de ahí”, detalló la actual dueña de La Pulpe y aseguró: “No creo en estas cosas pero, al final, hay un fantasma que me estaba guardando el lugar”.