Libertad era un asunto
Mal manejado por tres
Libertad era almirante
General o brigadier
Piero
En distintas épocas de la “civilización” encontramos sectores sociales que, en nombre de la libertad, buscan la servidumbre o la muerte. Esa búsqueda activa, las más de las veces inconsciente, se transformó en una compulsión que se repite, quitando el sueño a varios pensadores de la historia universal.
Para citar algunos ejemplos, Étienne de La Boétie, en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria (1548), se preguntó por qué los muchos se sometían al Uno absoluto del Rey, descubriendo que la servidumbre era voluntaria. Baruch Spinoza, en el Tratado Teológico Político (1670), llegó a la conclusión de que “Los hombres luchan por su esclavitud como si se tratara de su salvación”, y, por su parte, Jean-Jacques Rousseau sostuvo en el El Contrato Social (1762) que “El hombre nace libre y en todas partes se encuentra encadenado”.
Si trazamos una línea de tiempo en la historia argentina desde la “Revolución Libertadora” de 1955 -también conocida como “Revolución Fusiladora”- hasta la actualidad, constatamos que en ese período la derecha utilizó el significante “libertad” no precisamente a favor de la emancipación, sino como pantalla para dominar a partir del odio, las mentiras y de la instalación del miedo social. Los golpistas y los sectores civiles antipopulares que los apoyaban demandaban una supuesta libertad que condujo a lo peor: la dependencia y la muerte.
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El cliché libertario se repitió como un mantra en todos los golpes antidemocráticos que sufrió el país, aunque por su grado de violencia se destacan la Revolución del ‘55 y el terrorismo de Estado del ‘76. En estos dos casos las fuerzas armadas con el colaboracionismo de los grupos económicos del poder, hablando de libertad fusilaban, desaparecían dirigentes y militantes del campo popular, mientras endeudaban al país con los organismos financieros internacionales.
El neoliberalismo menemista en los 90’, bajo la proclama de la libertad de mercado como ideal, sometió al país a los principios del Consenso de Washington y así fue como se desreguló la economía, se liberaron los precios y se privatizaron numerosas empresas estatales.
Años más tarde, uno de los mayores logros del gobierno neoliberal de Mauricio Macri fue haber convencido a una parte importante de lo social que cada uno era libre de hacer lo que quisiera. La tramposa frase “Tú puedes” no consistía en un derecho sino, por el contrario, en arreglarse y salvarse solo en una precarización generalizada sin un Estado que proteja, porque “No somos Venezuela” y “Que se muera el que se tenga que morir”.
Desde que comenzó la pandemia y con ella la necesidad imperiosa de quedarse en casa para no contagiarse y no morir, volvió a surgir la demanda de libertad de la derecha que, enfrentándose a la política sanitaria del gobierno, buscó el contagio y la muerte. En el contexto de un sistema sanitario colapsado, con las terapias intensivas colmadas y el personal de salud extenuado por trabajar a destajo hace más de un año, la derecha impulsiva y odiadora se moviliza contra el gobierno. En nombre de la “libertad” buscan la muerte, presentando al cuidado de Alberto Fernández como autoritario y comunista. “Libertad o dictadura”, gritan desencajados los panelistas de algunos programas de televisión, sin considerar que la opción por el cuidado y la vida, elegida por la mayoría social, es un acto de libertad.
La oposición insensible no retrocede en su grito libertario ni siquiera frente a la dramática actualidad de la segunda ola de un virus, que ya se llevó a miles de personas y está dejando a varios con secuelas aún desconocidas,
A la derecha le importa poco un conjunto social angustiado que está haciendo enormes esfuerzos por adaptarse a la dramática situación pandémica, tratando de sobrevivir a pesar de los miedos y los duelos por la forma de vida perdida y los allegados fallecidos. A los odiadores de la oposición tampoco les importan -aunque digan lo contrario- los médicos y el personal sanitario que sin descanso pone el cuerpo para salvar vidas.
Los que habitan el modo “dueño” andan por la vida como propietarios pretendiendo una libertad ilimitada, decidida por ellos mismos, de forma individual. Uno de los motivos de su fobia al peronismo es que su doctrina concibe al Estado como un regulador del mercado y no están acostumbrados a una libertad colectiva y limitada.
Una seguidilla de hechos desestabilizadores en nombre de la libertad y los derechos se sucedieron en las últimas semanas: “Nos quitan la libertad”, decía uno de los puntos del panfleto que acompañó a la bomba arrojada el 25 de mayo en un local del Frente de Todxs de Bahía Blanca. Ese mismo día patrio, la ex ministra Patricia Bullrich, enamorada de la mano dura y las fabulaciones, convocó a salir a la calle por la libertad y contra supuestas coimas que el gobierno habría pedido al laboratorio Pfizer (operación desmentida inmediatamente por el laboratorio).
Sin embargo, en el peor momento de la pandemia un hecho se destaca en la lista de acciones violentas. El objetivo de esta operación consistió en un cálculo mezquino para satisfacer los “caprichos” de su electorado cansado y aburrido del aislamiento, desestabilizar al gobierno y sabotear la campaña sanitaria. Todo eso, como siempre, en nombre de la libertad.
En pleno colapso sanitario, el gobierno de la ciudad subió la apuesta contra Alberto Fernández, esgrimiendo el derecho a la educación se declaró en rebeldía y judicializó el DNU 241/2021- decreto de necesidad y urgencia emitido por el Poder Ejecutivo Nacional- que disponía la suspensión de clases presenciales en todos los niveles desde el 19 hasta el 30 de abril de 202. La Corte Suprema, desconociendo lo establecido por la Organización Mundial de la Salud y sin requerir ningún perito en la materia, declaró la inconstitucionalidad del decreto enviando a niñxs y docentes al contagio y la muerte. ¿Quién se hará responsable de este acto homicida?
Quedó expuesto definitivamente que en ese espacio político no hay palomas y halcones. Macri y Bullrich, definidos como “bolsonaristas”, permiten ver sin velo la verdad de una derecha que ha contribuido activamente y en equipo a profundizar las consecuencias nefastas del Covid-19 en esta segunda ola.
Sobran evidencias para afirmar que lo proclamado por Juntos por el Cambio, la Corte y los periodistas de la corporación mediática, no consiste en hacer valer el derecho a la educación sino en una verdadera pedagogía de la crueldad, un atentado a la vida o una invitación al suicidio. La pandemia es una experiencia que permite constatar quién está a favor de la vida y quién de la muerte.
Una parte mayoritaria de lo social comprendió que el cuerpo no es individual sino colectivo, que la libertad es un valor que se realiza con los otros y no contra los otros y que el cuidado solidario es un basamento de la democracia.
Mientras que la oposición odiadora, en nombre de la libertad, sale a la calle a buscar el virus, el campo popular permanece en las casas inventando nuevas formas de lucha desde la virtualidad, insistiendo con el amor: una militancia del cuidado y de la vida.