Irrumpió en la escena del arte argentino escribiendo en su blog love art not people, desde Inglaterra, denunciando lo que se sabe a gritos y poco se menciona: el carácter endogámico del mundo del arte.
Crítico de arte sin concesiones, arremetió contra los grupos de poder del mercado. Personas con los que se codeó cuando fue subsecretario de Cultura durante el 2002 y como asesor de coleccionistas. Personas a las que decidió traicionar, tal como definió David Viñas el rol del crítico "Ante la comunión de los santos, soy un traidor a la patria".
De vocación polemista, está a favor de los despidos en Cultura, pide la renuncia de Lopérfido, critica la falta de políticas culturales de Avelluto tratándolo de programador, tilda de bruta a una periodista de La Nación, al tiempo que busca infundir un arte que homenajee la propia humanidad.
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En una mezcla de análisis de semiótico-visual y chimentos farandulero, Cañete se desenvuelve con las virtudes de un bufón y sus críticas se convierten en el sainete de la vida pública de la cultura argentina.
-¿Cómo encontrás la situación del arte en la Argentina?
Al no haber un sistema de educación artística fuerte, hay todo un sistema educación en torno a la gestión cultural que está deformando todo. Básicamente el arte argentino puede ser entendido como una ilustración de procesos sociales, políticos y demás, como un panfleto, y por otro lado puede ser entendido como un decorado. Un decorado de una escena en la cual un grupo de gente juega a ver arte, para mostrarse, para construir identidad.
Yo creo que el arte es aquello que nos permite observar el momento en el que alguien se vuelve sobre sí mismo y homenajea su propia humanidad. Esto solo existe si eso que alguien me muestra no está en pose. En este sentido el arte argentino, con honrosas excepciones, es irrelevante.
-¿Qué determina esta situación que describís?
Parroquialismo. Es lo que en mi blog llamo la mafia del amor, es decir que si un grupo de críticos son los docentes que forman los artistas, y los artistas comienzan a recibir instrucciones para gustarle a los curadores para venderles a esos otros coleccionistas, el resultado es endogámico y profundamente mediocre.
Yo discuto con María Paula Zacharías- La Nación-, pero llega un momento que yo soy el autor del corto, yo sé de lo que hablo. María Paula Zacharías, no. El arte se estudia. Hay falta de formación de los cuadros críticos de la cultura.
-¿Qué rol juegan los museos, galerías y demás espacios de legitimación?
Este es un problema global. El arte está mercantilizado al punto que se perdió el espíritu. En el primer mundo, las galerías consiguen artistas de 22 años a los que los llenan de cocaína para que produzcan una cantidad de obras durante dos años hasta que pasen de moda. Esto pasa en el mundo.
En Argentina la situación es más endogámica, más permanente. Un grupo de amigos que se van de joda juntos, y todo vive en un circuito muy reservado. Ese es el mundo de las galerías palermitanas.
La función de las galerías, los centros culturales y los museos es muy importante. El problema es que siempre termina imponiéndose el amiguismo. Esto pone un techo en donde la creación no termina de despegar.
-¿Las políticas culturales del sector público?
En el Museo de Bellas Artes, en la última parte del kirchnerismo, se hizo una colgada a cargo de Roberto Amigo que lo que hace es abrazar esta concepción de arte como ilustración de la política, el arte confirmando lo que yo ya sé: que la pobreza, en un contexto peronista, es relevante y tiene que ser problematizado. Por el lado del gobierno de Macri, tenemos lo mismo para el otro lado.
Hay algo que está haciendo Avelluto que era necesario. El saneamiento de la saturación de contratos en el sector cultural. Hay algo que está pasando en la Biblioteca Nacional, Manguel. El tipo viene con la intención de digitalizar el patrimonio y viene con la intención de transformar la BN en un centro de investigación. Esto está muy bien. La biblioteca no tiene porqué ser un centro cultural. Son políticas muy antipáticas, eso hay que saberlo.
El problema con Lopérfido, no me voy a meter con el tema de los desaparecidos porque cae por su propio peso, no es un gestor de políticas culturales –esto se extiende a Avelluto, también – si no que son programadores. Lopérfido tiene una chequera, y va por ahí llenando una grilla que se llama BAFICI, etc. para entretener a la gente. Eso no es política cultural.
¿Qué hacemos con el legado de Larreta en el Museo Larreta? Larreta es un tilingo. Construyó una casa que es un parque temático. Neverland. Pero la gestión cultural argentina sigue tratándolo como si fuera un reclamo universalista de la Argetina en el momento más excelente de su desarrollo cultural. Como Victoria O´Campo. Victoria O´Campo era una tilinga que no se animó ir a ver a Virginia Wolf porque no tenía qué ponerse. Este tipo de cosas hay que reverlas para pensar la argentinidad desde otro lugar y no como el lugar derivativo de limitación de lo que ocurre en el primer mundo. Esto a Avelluto y Lopérfido le pasa por al lado.
El gobierno va a la villa con un camión a proyectar una película. Va con un funcionario, con miedo, con la policía, y se va. Esto es un ejemplo de que no hay política cultural. Lo que hay es tratar a la gente como imbéciles.
La política cultural no puede ser saneamiento y profesionalización, de manera aislada. Eso es pasar un plumero. Es una total falta de reflexibilidad.
En el momento en que Lopérfido va al BAFICI, un grupo gente lo está criticando por haber dicho lo que dijo, él se refugia en la libertad de opinión y le dice a ellos fascistas, tiene que renunciar. No por lo que dijo, si no por tratar de fascistas a los que ejercen su libertad de opinión.
-¿Qué viabilidad tiene este modelo cultural?
Esto forma parte de un precepto de que al porteño está aburrido y hay que darle algo para que se entretengan, en un páramo del mundo como es Buenos Aires. Hay que recordar dónde estamos. Todo esto se resume en "yo te voy a traer a vos lo que está pasando afuera y vos lo vas a consumir porque estás aislado y aburrido." y eso es muy triste. Eso es plantear que en Argentina no hay cultura y que acá si no viene el que te trae los espejitos de colores, te morís del aburrimiento. No es así, para nada.
-¿A qué momento de la historia te remite la actualidad?
Esto me hace acordar al momento de las colonias. No somos el virreinato del Perú, no es Nueva Granada, esto es un páramo en el culo del mundo, que ni siquiera tuvo estatus Virreinal hasta muy tarde.
El argentino tiene un reclamo universalista muy grande y esto es lo que me interesa, por eso yo no estoy dando clases en Inglaterra, porque allá no hay sangre en las venas. Nosotros estamos acá en un lugar en el cúlo del mundo, pero todavía corre sangre por las venas, la gente quiere sentirse viva.
Buenos aires es un lugar de abordo, de despegue, muchos descendientes de europeos, pero luego fue yendo y viniendo de otra manera, de paraguayos, bolivianos, chinos. ¿Dónde está en el arte esa gente? La realidad de los chinos en la argentina. ¿Por qué nadie se refiere a eso?
Es ahí donde la gestión cultural, en vez de marcar la línea, no, sigue el prejuicio social y todo termina siendo el perro que se muerde la cola.