La actual etapa preelectoral ofrece algunas peculiaridades, afines a la crisis que envuelve a la democracia, que exige un análisis más detenido de las tendencias, apariencias y conductas que la sociedad argentina presenta.
Sobre polarizaciones electorales
Las pujas en política van definiendo alianzas, que no siempre desembocan en un alternativa frentista para la disputa en los comicios.
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Las creencias, principios, doctrinas e ideologías han sido, tradicionalmente, elementos de tracción y atracción electoral. Aunque también aparecen personalismos como determinantes de cohesión y direccionamiento de la voluntad de los ciudadanos, resulten o no una expresión y clara identificación con aquéllas.
La diversidad de alternativas suele entonces presentarse, incluso entre partidos que en principio ofrecen coincidencias programáticas, en función de los factores anteriormente aludidos.
Sin embargo circunstancias coyunturales, como las que se verifican actualmente, acentúan ciertas polarizaciones que reducen en la práctica las opciones teóricas de las propuestas electorales.
Entre un pluralismo liberal y la unidad necesaria
Se reconoce en democracia una especial consideración por la pluralidad, en tanto manifestación de distintas demandas y preferencias que puedan confluir con un cierto grado de organicidad, dando lugar a la formación de tendencias electorales diferenciadas.
Desde esa perspectiva, no obstante, es preciso advertir que no constituye en sí misma un valor absoluto desligado de las consecuencias concretas que pueda deparar, en orden a una fragmentación disfuncional en la definición de objetivos centrales en una contienda en la cual deben dirimirse intereses sustanciales en la construcción de una hegemonía.
La pluralidad y la diversidad no pueden confundirse con un pluralismo liberal que sólo en apariencia comprende esos anhelos, pero que en la práctica significa un obstáculo para alcanzar una unidad indispensable ante una confrontación electoral trascendental como la que -particularmente a nivel nacional- afronta este año la Argentina.
La deconstrucción del Estado de Derecho, el sistemático proceder antidemocrático y el autoritarismo creciente que exhibe el Gobierno de Macri constituyen instrumentos de un mismo Proyecto, que se revela en la pérdida de soberanía nacional, en la entrega de nuestro patrimonio, en los condicionamientos futuros que resultan de un endeudamiento externo sin precedentes y sólo aprovechado para fugar capitales, en un empobrecimiento general de la población.
A quienes coinciden en esa visión y se plantean como oposición al rumbo que el país ha tomado en esos últimos tres años, se les impone una responsabilidad singular en la búsqueda de puntos de encuentro para conformar una opción electoral viable, deponiendo intereses secundarios –e incluso ambiciones personales legítimas- para fortalecer la capacidad de representar el más amplio espectro opositor.
Las tendencias y los espejismos
En política la alusión a mayorías en general no responde verdaderamente a esa condición, sino que corresponde a los que se exhiben como primeras minorías en un escenario de confrontación electoral y que acumulan una intención de votos significativa.
El país registra pocos casos en que se hayan reunido en comicios mayorías en términos absolutos, siendo lo más corriente que existan proporciones similares entre tendencias antagónicas principales que completan otros identificados políticamente y un porcentaje variable de quienes no se manifiestan ni adhieren a ningún partido.
La peculiaridad que se advierte en estos tiempos en el país, es que ese último segmento constituye una cuasi mayoría cuya estimación varía pero que parece tener un piso no inferior a un 40%, o aún mayor.
Por otra parte también se verifica una clara polarización que no se reduce a determinados candidatos, aunque entre la dirigencia ciertas figuras destellen con mayor intensidad, sino que resulta de los convencidos -no necesariamente militantes- de un modelo conservador neoliberal y de otro esencialmente contrario de raíz nacional, popular e inclusivo.
El estado de situación por el que atravesamos y el agravamiento cada vez más previsible que resulta de las proyecciones para lo que resta del mandato de la Alianza Cambiemos, exigen acentuar la polarización existente canalizando en un frente de unidad opositora el mayor caudal electoral de esa mayoría constituida por quienes se muestran desencantados, indiferentes o desentendidos de la política. Pero también sumando a otras expresiones ideológicas afines, persuadiendo sobre lo inconducente de insistir en ortodoxias partidarias que terminan siendo funcionales a los sectores más reaccionarios.
No se trata solamente de ganar las elecciones, sino de obtener una victoria contundente que brinde suficiente sustento para implementar medidas de profunda transformación estructural y permitan reconstruir un Estado Social de Derecho.