(Por Agustín Argento).- "El perfecto David" es la ópera prima de Felipe Gómez Aparicio, laureado director de publicidad que pegó el salto casi como un anónimo al séptimo arte, con un historia íntima en la que un adolescente es literalmente moldeado por su madre para tener el cuerpo perfecto, convirtiéndose en un objeto más que en un ser humano para todos los que lo rodean.
"Me parecía una buena idea de cómo los padres intentan tener hijos perfectos. A mí me pasó en lo personal. Me pasé jugando un deporte al que toda mi familia se dedicaba y a mí me tiraban ahí, y yo lo hacía, sin saber si realmente quería jugar. De todas formas, esa no es la motivación de la película, sino la de contar esta relación entre la madre y el hijo", dijo Gómez Aparicio a Télam.
David (debut actoral de Mauricio Di Yorio) es un adolescente en el último año de secundario. Su vida pasa entre las charlas con sus compañeros de colegio, sus interrogantes sexuales y su madre (a cargo de Umbra Colombo), quien desde que nació lo moldeó para tener el cuerpo perfecto.
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En medio de ello, se cruza con el fisicoculturismo en el gimnasio. Mientras él se prepara para una performance de su madre, mira de reojo a quienes entrenan en el gimnasio. No queda claro si le atrae la actividad, los hombres o las dos cosas. Y este punto de tensión tracciona la película hacia el interior de David, el único lugar donde se lo considera humano. Por fuera, es un objeto de deseo para las chicas, de burlas de sus compañeros, de trabajo para su entrenador y económico-artístico para su madre.
"Hay un aire incestuoso entre ellos, pero es más del que hay entre el artista y su obra. De ahí nace la frialdad que hay en esa relación. En la escena en la que lo lleva al gimnasio, mirás al personaje de la madre (Umbra Colombo) y emana un 'nada', mientras el hijo busca una mirada maternal", señaló el director que trabaja en una serie biopic sobre Fito Páez para Netflix.
A pesar de la trama principal, Gómez Aparicio también indaga en una secundaria, que es como, en silencio, el adolescente busca su propio camino, por fuera de los mandatos. Así, llega al mundo del fisicoculturismo, algo que el director investigó a fondo. De hecho, los dos actores que aparecen en ese papel son estrellas internacionales de la disciplina (Pablo Staffolarini y José Luis Sain), al igual que comienza a serlo Di Yiorio.
"Hay un diferencia entre el fisicoculturista y el tipo inflado que va al gimnasio. Por un lado suena a locura, pero cuando los conocés y ves como se manejan, te das cuenta que es una disciplina más exigente y seria de lo que uno pensaba. En general, son personas sensibles y dulces. Les pasa lo que les pasa a David. Buscaron una apariencia fuerte porque había algo que los estaba lastimando", comentó el director, que también trabaja una serie para Amazon y se encuentra en el desarrollo de su segundo largo.
La película fue rodada en San Isidro, en un ambiente de clase media alta porque el director no se quería alejar de lo conocido para mantener la verosimilitud. De hecho, los diálogos de los adolescentes los chequeó para corroborara que no quedaran demodé y los de los fisicoculturistas los nutrió de lo que escuchaba fuera de cámara.
"Muchos diálogos -señaló- son reales del mundo en el que compiten a nivel mundial. Descubrimos que este tipo de gente tienen una disciplina, dieta, entrenamiento, más sumado a todo lo que se meten en el cuerpo a nivel anabólicos y suplementos legales, que no es tabú. No hay nada inventado".
Télam: Las actitudes maternales casi que no existen en la relación.
Felipe Gómez Aparicio: Los únicos momentos con un dejo maternal son cuando van a comer hamburguesas o cuando lo expulsan del colegio. Hay una secuencia larga en la que ella le acaricia la cabeza. De todas formas, las actitudes maternales son más de alguien que está cuidando un objeto que un hijo.
T: Al actor que personifica a David lo encontraste casi de casualidad, ¿no?
FGA: Mauricio tenía 18 años y ahora tiene 20. Buscábamos fisicoculturistas de esa edad y no conseguíamos, hasta que apareció él, que compite en una categoría más natural que la de adultos. Yo tenía en la cabeza una cara de bebé, pero con un cuerpo como el de Mauricio. Fue medio milagroso. Él no es actor, pero tiene una sensibilidad especial y una madurez diferente a alguien de esa edad que, más allá de que tenga una hija, lo tenía por la disciplina del fisicoculturismo. Ensayamos mucho y descubrimos que si le dábamos el guion, se lo aprendía de una, así que se lo contábamos como un cuento para que no lo robotice.
T: En la publicidad vos ya tenés un nombre hecho, con premios incluidos. ¿Cómo fue saltar a un mundo en el que sos un desconocido y tenés que rendir cuentas?
FGA: Yo siempre quise filmar películas. En lo que me sirvió el mundo publicitario fue en saber armar un buen equipo para filmar y reemplazar la falta de presupuesto con conocimiento de campo. Pero como director esto fue algo nuevo 100 por ciento, con todos los medios y desafíos que eso conlleva. Los diálogos o la duración de los planos eran un tema. No sé si lo logré o no. Es muy difícil filmar ficción. Cuando iba a buscar financiamiento, mostraba las publicidades y me contestaban que querían ver algo con narrativa. Arranque de cero con mucho respecto y mucha humildad.
T: Además hay algo de los tiempos para producir.
FGA: La publicidad se hace en poco tiempo y el premio llega rápido. Acá, en cambio, los tiempos son otros. Fueron cuatro años para estrenar y tuvimos ocho meses de posproducción, fue como hacer otra película. Esto me dio un aprendizaje de matar ansiedad y manejar los tiempos largos. Y me abrió una puerta que empecé a trabajar en series.
Con información de Télam