El show de Andrés Calamaro en el Hipódromo de La Plata, en el marco de Noches Capitales, fue un latido colectivo, una plegaria cantada a pulmón, un ritual que devolvió al público a ese territorio íntimo donde sus canciones, esas que ya pertenecen al ADN sentimental de varias generaciones, funcionan como refugio, como curita, como memoria viva.
Después de tres Movistar Arena agotados, Calamaro eligió cielo abierto y aire fresco para reencontrarse con miles de seguidores que lo esperaban como se espera a un viejo amigo que vuelve con historias nuevas, pero con el mismo corazón de siempre. Y apenas sonaron los primeros acordes de “Crímenes Perfectos”, se supo que la noche iba a ser profunda, sensible y arrolladora.
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La banda tomó forma detrás de él y la voz del Salmón empezó a trazar una línea invisible que unió a todos los presentes. “Carnaval de Brasil”, “Me arde”, “Tuyo Siempre”, “Cuando te conocí”. Cada tema era un recordatorio de cómo la música puede marcar etapas, amores, pérdidas y pequeños renacimientos.
Cuando llegó “Sin Documentos”, el Hipódromo entero se convirtió en un coro desaforado, casi tribal. Calamaro levantó la vista, sonrió apenas y dejó que la multitud completara la canción.
Los invitados y el temblor emocional
Pero lo más electrizante llegó con las visitas. Santi Motorizado irrumpió con esa calma magnética para cantar “Cuando no estás”, y fue como ver dos generaciones de la canción rioplatense abrazarse sin palabras. "Te amo más que a todo en la vida" le dijo el chango con la voz quebrada a su ídolo.
Después, Juanchi Baleiron encendió la mecha con “A los ojos” y terminó llevándose uno de los momentos más sensibles de la noche con “Los Chicos”, que dejó varios ojos húmedos entre el público. Y cuando Manu Moretti se sumó para “Estadio Azteca”, la ovación fue inmediata.
Con el público rendido y la noche ya caliente, el Salmón apretó el acelerador emocional, “Alta Suciedad”, “El Salmón”, “Paloma”. Cada canción fue una postal de la historia misma del rock argentino. Miles de personas cantando con los ojos cerrados, abrazando a alguien o abrazándose a ellas mismas. Calamaro dejó que la emoción haga su trabajo, él simplemente acompañó, custodió, sostuvo.
