Guido Kaczka sorprendió a sus seguidores contando una anécdota personal en Bienvenidos a Bordo en el que recordó un episodio por el que terminó yendo de urgencia a una clínica oftalmológica. Según explicó, tuvo un percance cuando estaba manipulando un aerosol destinado a la defensa personal, que le había traído su hermano mayor, el actor Emiliano Kaczka, de los Estados Unidos.
Después de hacerse rogar un poco, dando a entender que se trataba de una historia atrapante, Guido comenzó con un relato que, según los indicios que dio, dataría de hace al menos dos décadas. “Mi hermano trabajó en un programa de Canal 9 en el que iban a Disney. Y, cuando viajó, trajo para todos los hermanos un gas pimienta. Para defenderse”, recordó el conductor. Y explicó que él había decidido llevar el suyo en la guantera del auto.
Entonces, se encontró con una compañera de teatro de su hermana. “Me pregunta: ‘¿Para dónde vas?’ Y yo le digo: ‘Te alcanzo, yo voy por Juan B. Justo’. Era más grande ella”, dijo, recordando viejos tiempos. Y confesó que le estaba contando a su acompañante, lo que su hermano le había traído del exterior y que, todavía, era un producto desconocido en la Argentina, cuando ocurrió lo inesperado.
La muchacha le preguntó de qué se trataba. “Es para defenderse de los malechores”, le dijo entonces Guido. Y, como era de esperar, a ella le agarró curiosidad por ver el aerosol. Así que él, con tal de cumplir con sus deseos, mientras manejaba con una mano se encargó de sacar el gas con la otra para mostrárselo. “Cuando ella lo va a agarrar le digo: ‘No, no. Guarda. Cuidado, porque se te puede escapar’”, le advirtió el conductor.
Kaczka explicó que hay una válvula de seguridad para que el gas no se dispare por accidente. “Le dije que había un sistema para accionarlo. ‘Tratá de apretarlo’, le pedí. Y ella apretaba y no le daba”, relató. Y luego le advirtió que para poder utilizarlo había que girar el pestillo, pero que era mejor que ella no lo hiciera. Fue entonces cuando Guido, sin dejar de conducir y tratando de demostrar sus conocimientos sobre el tema, abrió la ventanilla del auto y echó un chorro hacia el lado de afuera.
“Tiré y el viento me lo trae a mí. Yo, cuando lo siento, la miro y le digo: ‘Uh, me mojé'. Porque no sentí nada. Y en un momento me empieza a agarrar...”, confesó el conductor mientras se tapaba la cara en gesto de dolor. Y contó que después de ese accidente terminó en el Instituto Oftalmológico Pedro Lagleyze, donde se tuvo que ir a atender de urgencia. “Después vino la vergüenza de contarle al doctor cómo es que tenía yo el problema que tenía”, señaló.
“Se te va (el ardor) en un rato. El médico me puso unos algodones, como con unos tranquilizantes. Lo que pasa es que moqueaba yo también. Es como que se te abren los grifos. ¡Un espanto!”, concluyó Kaczka, mientras todos el el piso del estudio lo miraban con una clara mezcla de asombro y desconfianza.