Las esvásticas de la pared se convierten en pastelillos gigantes con glaseado morado y las palabras "mi Hitler" se transforman en "mis pastelillos" en un día de trabajo para el artista italiano que lucha contra el racismo convirtiendo las pintadas desagradables en comida.
"Cuido de mi ciudad sustituyendo los símbolos del odio por cosas deliciosas para comer", dice este artista de 39 años, cuyo nombre real es Pier Paolo Spinazze y cuyo nombre profesional, Cibo, es la palabra italiana para comida.
En una mañana soleada, uno de sus 363.000 seguidores de Instagram le alertó que había esvásticas e insultos racistas en un pequeño túnel a las afueras de Verona.
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Se levantó, con su característico sombrero de paja y su collar de salchichas disecadas. Sacó su bolsa de pinturas en espray y se puso a trabajar, mientras los automóviles pasaban.
Cubrió las pintadas con una brillante porción de pizza margarita y una ensalada caprese: mozzarella, tomates y albahaca. Una esvástica se transformó en un enorme tomate rojo.
Mientras creaba los murales en el túnel, la gente pasaba en automóviles, asomándose para mirar y saludar. Una profesora de arte bajó su ventanilla para elogiar su trabajo.
En los últimos años, los grupos de derechos humanos han advertido del creciente racismo en Italia tras la inmigración masiva procedente de África. La cultura fascista y el dictador de la guerra Benito Mussolini siguen teniendo un núcleo duro de admiradores.
Al tiempo que se ha convertido en una celebridad local en Verona, también se ha ganado enemigos. "Tratar con extremistas nunca es bueno, porque son gente violenta, están acostumbrados a la violencia, pero también son cobardes y muy estúpidos", dijo Spinazze.
"Lo importante es redescubrir valores que quizá hayamos olvidado, especialmente el antifascismo y la lucha contra los regímenes totalitarios que provienen de la Segunda Guerra Mundial", dijo. "Debemos recordar estos valores".
(Escrito por Giulia Segreti; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)