Cómo se fabrica el odio en la era Milei: una investigación revela el plan coordinado detrás de los ataques políticos del 2025

Un informe reciente expone cómo un entramado de trolls, funcionarios, influencers y medios actuó de forma sincronizada para instalar campañas de odio, deslegitimar opositores, sembrar caos informativo y justificar retrocesos en derechos y políticas públicas. La investigación revela que la violencia digital no fue un fenómeno espontáneo, sino una estrategia planificada desde las más altas esferas del poder para disciplinar voces críticas y reconfigurar el debate público.

11 de diciembre, 2025 | 17.22

“Anatomía de la crueldad. Desinformación de género, discursos de odio y violencia política en la era Javier Milei. Y cómo Argentina resiste” es el trabajo que presentó la última semana la asociación Comunicación para la Igualdad junto con la Fundación Heinrich Böll Stiftung Buenos Aires. La intención de este estudio no es solo diagnosticar el estado de la violencia política argentina, sino exponer el funcionamiento sistemático de un tipo de poder que articula mentiras, miedo y hostigamiento, y termina redefiniendo, desde arriba hacia abajo, los límites de lo aceptable en el debate público y las formas y códigos de sociabilidad de una época. Un fenómeno que que no empieza ni termina con la llegada al ejecutivo de La Libertad Avanza, pero sí que creció por la intervención directa de figuras centrales de su armado político y comunicacional.

Para eso el informe, cuya autora es la Periodista especializada en Género y Derecho (UBA) y directora de la organización, Sandra Chaher, parte de una serie de interrogaciones : “¿Cuál es el objetivo de la desinformación de género, los discursos de odio y los ataques en línea? ¿Y cómo impactan en las agendas políticas y las democracias?”.

Las respuestas empiezan a avizorarse al calor del análisis articulado de cuatro hechos ocurridos durante 2025, período particularmente intenso por ser año electoral, que combinaron ataques coordinados, violencia política y discursos de odio: el discurso de Milei en el Foro de Davos que equiparó la homosexualidad con la pedofilia; una campaña sistemática de desprestigio contra periodistas, bajo la frase “no odiamos lo suficiente a los periodistas”, que se inicia con una entrevista que el Presidente brinda en el canal de streaming Neura y culmina en 8 denuncias por calumnias e injurias el 9 de mayo; el ataque específico a Julia Mengolini, que incluyó amenazas y difusión de un deepfake pornográfico, y deribo en una presentación en la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara Baja y en la Facultad de Derecho; y finalmente el resurgimiento de narrativas antigénero como cuestionamiento a la Ley de interrupción voluntaria del embarazo y los debates en torno a la “tasa de natalidad”, orientadas a deslegitimar derechos conquistados y crear un enemigo, que no se limitan a un período especifico sino que actúan de forma atemporal.

El odio como materia prima: discursos coordinados y planificados

Todas estas campañas mediáticas y digitales ponen en evidencia un patrón: no son ataques aislados, sino parte de un proceso estructurado de hostigamiento simbólico. Para ello se desplegaron una serie de tácticas simultáneas de ataque político comunicacionales: respuestas simplistas a problemas complejos; estrategias efectistas; manipulación o mentiras; shock y movilización; crueldad; clickbait y ragebait; creatividad maligna, monitores de conversación pública; estigmatización y discriminación; aval a la violencia política; asociación entre adversarias/os y enfermedades; antifeminismo y misoginia; violencia de género; negacionismo; SLAPP (Demandas Estratégicas contra la Participación Pública); y asignación discrecional de pauta oficial.

Según el texto, dichas tácticas operan de forma coordinada comenzando desde las redes sociales, a partir de cuentas afines o bots, luego se replican en medios, son retomadas por figuras de poder, y finalmente ganan terreno y enraizan en la opinión pública. La conclusión es que para que sea efectivo el sistema de agresión incluye no solo trolls anónimos, sino también periodistas, comunicadores, influencers, referentes públicos, y asignaciones discrecionales de pauta oficial.

Podemos ponerle nombre y cara a estas funciones: Santiago Caputo, asesor del presidente, es apuntado como el principal artífice en el diseño estratégico comunicacional; Manuel Adorni, actual jefe de gabinete y ex vocero presidencial, es quien se encarga de la negación, la minimización y desacreditación de hechos o problemas; Agustín Laje y Nicolás Márquez, son los intelectuales que aporten contenido teórico y conceptual misógino y antifeminista. Ya en las redes quienes ejecutan los ataques digitales y viralizan los contenidos son Daniel Parisini (Gordo Dan), Santiago Oría, Lilia Lemoine y Agustín Romo, entre otros. Luego se suman los legitimadores que brindan respaldo político o social que generalmente son funcionarios, como, los ministros Luis “Toto” Caputo, Federico Sturzenegger, Luis Petri y Patricia Bullrich. Y finalmente le llega el trabajo a los amplificadores, generalmente medios afines y periodistas embanderados, que transforman esos ataques en tendencia y garantizan la circulación masiva.

Lo que se puso en marcha en estos últimos meses fue un dispositivo de comunicación que funciona como “laboratorio” ideológico, inspirado en experiencias globales de la extrema derecha, con el claro objetivo de ganar la “batalla cultural”. La estrategia actúa como mecanismo de control al instalar miedo y desconfianza, y termina desalentando la reivindicación de derechos, se marginaliza la diversidad, y se justifica la restricción de libertades (salud, autonomía, expresión). Esa es la lógica de lo que el informe denomina, con toda intención provocadora, crueldad estructural.

“En cada uno de los cuatro ejes hay narrativas que el gobierno y todo el grupo de trolls y activistas digitales genera. Esta desinformación es creada con el objetivo principalmente inmediato, podríamos decir, de confundir y generar caos. Y a largo plazo la idea es estigmatizar, deshumanizar, discriminar, deslegitimar mintiendo, manipulando información para que la gente crea menos en las propuestas de estos sectores y después sea más fácil desmantelar las políticas o atacarlos directamente", explica la periodista.

Un punto fundamental, que garantiza el éxito de la estrategia, es la participación del propio Milei: “El presidente se puso a la cabeza de todos estos ataques. En todos los casos, salvo en el caso de Julia Mengolini, que no inició él el ataque - señala Chaher - en el caso de Mengolini fueron cuentas de alguna manera satélites, libertarios, vinculadas al gobierno, pero a los dos o tres días de que el ataque empezó, se sumaron la diputada nacional Lilia Lemoine y el Presidente. Y ahí obviamente el ataque adquiere otra contundencia".

Violencia política real: de las redes a las agresiones tangibles

El libro sobre la crueldad documenta que algunos ataques mediáticos y digitales, promovidos desde el poder, tienen consecuencias reales. Entre los episodios denunciados se mencionan incendios y ataques a persona del colectivo LGBTIQ+, agresiones físicas a periodistas, y hostigamientos múltiples en la vía pública. Este tránsito que va desde insultos y mensajes virtuales a la violencia concreta y física revela algo esencial: el odio no es un subproducto, sino una herramienta deliberada y el germen de algo mucho más grave. Es la herramienta de demarcación y escarnio público hacia quiénes pueden ser agredidos, excluidos, violentados, concebidos como los “otros”, y socialmente deslegitimados, casi sin consecuencias jurídicas.

La investigación identifica hechos de “justicia por mano propia” que tienen relación directa con el aval a los discursos de odio promovidos por La Libertad Avanza ya que buscan tocar fibras sensibles de la ciudadanía, generar indignación, ira, desconfianza. Como analiza la directora de Comunicación para la Igualdad difunden “información preparada para generarte esa emoción y que rápidamente la compartas, que todo el mundo se entere”.

La más dramática consecuencia es la oleada de situaciones de violencia ejercidas por ciudadanas y ciudadanos comunes contra personas que representan a estos colectivos que el gobierno desprecia: “son personas que tienen sus propios prejuicios y que se ven amparadas por estos discursos y narrativas odiantes, deslegitimantes, desinformantes y entonces van y atacan, y hay varios casos - puntualiza la autora - hubo una pareja de mujeres lesbianas a las que un hombre, un vecino, les incendió la casa después del discurso de Milei en Davos; a Julia Mengolini la increpó por la calle una persona y otra la fue a buscar a la radio; a Roberto Navarro le dieron un golpe en la cabeza y le dejaron un hematoma por el que terminó en un hospital; están los dos reporteros gráficos a los que corrieron con un cuchillo después de un acto de la La Libertad Avanza; el caso de Pablo Grillo, víctima de represión con una bala todavía en la cabeza”.

Pero además queda demostrado que los ataques fueron el movimiento previo a políticas públicas y decisiones gubernamentales regresivas que modifican e impactan en las condiciones materiales de existencia de los sujetos demarcados. Son el caldo de cultivo para luego poder avanzar en su plan de vaciamiento del estado y quiebre del lazo social. Un ejemplo es que, inmediatamente luego del discurso en Davos, el Ejecutivo prohibió los tratamientos y las cirugías de adecuación de género en menores de edad. En otros casos, el caos generado funcionó como puente para instalar temas de debate en la agenda que interpelan a un sector misógino y conservador, cautivo del mensaje libertario, como la propuesta para aumentar las tasas de natalidad penalizando el acceso al aborto y reduciendo a las mujeres a tareas reproductivas.

En ese proceso, la desinformación y la estigmatización funcionan como calibradores de la crueldad y el odio se vuelve, tal como menciona Chaher, un mecanismo funcional al ejercicio de la violencia sobre “todos los sectores que el gobierno visibiliza y denomina como adversarios políticos o enemigos, que entiende que de alguna manera pueden cuestionar su poder, su estructura de poder, pueden realizar críticas. Porque la intención obviamente es acallar todo tipo de críticas”. Todo cobra sentido cuando advertimos que ninguno de estos casos y situaciones de violencia física fueron condenadas por el gobierno, por el contrario fueron justificados y celebrados.

Desdemocratización de la esfera pública y erosión de las instituciones

Además, el documento alerta que estos discursos de odio no encuentran contestación real o mitigación institucional. Ni las estructuras del Estado y sus funcionarios, ni los medios hegemónicos actúan como una estructura de contención o "cordón sanitario” frente a su avance. Por el contrario, muchas veces son agentes claves en la cadena de reproducción, amplificadores de las consecuencias, y cómplices a la hora de silenciar las responsabilidades. “Todos los periodistas afines al gobierno reproducen estas narrativas y entrevistan a las personas del gobierno que las reproducen - advierte la autora del libro - pero además de eso, son las fuerzas políticas las que están promoviendo este tipo de discursos. A mí me parece que eso es lo más importante”.

Esa omisión o complicidad configura lo que podría identificarse como desdemocratización de la esfera pública y las instituciones: espacios que deberían ser de deliberación plural se convierten en zonas hostiles, donde la diversidad se penaliza y la disidencia se deslegitima. Como denuncia Sandra Chaher, en estas condiciones la democracia está bajo ataque, “no solamente por la violencia, sino también por la desinformación que corroe todas las instituciones democráticas, empezando por el periodismo, pero también de la ciencia y de la educación de quienes están intentando trabajar justamente con valores objetivos, consensuados, etc. La información, o la verdad, mejor dicho, se relativiza y se pone en duda. Me parece que todo este caos informativo está poniendo claramente a la democracia bajo ataque en todo el mundo”.

Ante el proceso de erosión que se acrecienta cada vez que se ponen en marcha estos ataques, Chaher propone trabajar en una regulación de las redes sociales, en línea con la propuesta de UNESCO a nivel regional centrada en la transparencia de los procedimientos frente a la opacidad algorítmica: “esto es fundamental porque en este momento están muy cerradas y desde afuera de las redes no se puede saber qué pasa adentro, cómo funcionan los algoritmos. Si por ahí está circulando el debate público, y si además está habiendo cada vez mayor registro de problemas de salud mental en adolescentes y en niños y niñas, tiene que ser fundamental conocer la información del funcionamiento de los algoritmos y del impacto que están teniendo las redes sociales”.