Durante décadas la ciencia política ha trabajado en la construcción de criterios e indicadores para pensar la evolución y el desarrollo o no, de una democracia. En los ’80 de la mano de los procesos de transición democrática existía cierto consenso respecto que la realización de elecciones regulares y libres, ya nos daba la pauta que nos referíamos a un régimen democrático. Cuando este proceso se rutinizó, comenzó a generarse esa búsqueda por lograr “medir” cómo se consolidaban y crecían esas democracias porque, como señalaba el politólogo Norbert Lechner, democracia es un procedimiento de selección de líderes (a través del voto) pero también implica determinados valores como libertad, justicia, inclusión, desarrollo, etc. La pregunta pasó a ser entonces además de la institución del voto ¿qué otros indicadores nos hablaban de la democracia? Y allí desde finales de los 80 se discutieron las dimensiones que debía tomarse en cuenta: el denominado fortalecimiento de las instituciones, la capacidad de generar inclusión social y mayor igualdad, generar condiciones para el desarrollo, entre algunas más. Un debate interesante porque nos conducía hacia qué tipo de democracia queríamos construir. También era valorable porque nos alejaba todos los días de las opciones autoritarias que ensombrecieron la vida política argentina desde 1930 mediante 6 golpes de Estado que reemplazaron el libre juego del sistema político, por el partido militar. Por eso lo conseguido desde 1983 a la fecha es tan importante y de características históricas para nuestro país, porque la “rutina democrática” implicó que todos los partidos políticos y la sociedad en general respetaran los resultados de los procedimientos, fueron estos favorables o contarios a su voluntad. Ese es el cimiento desde donde construir todas las otras dimensiones que implica la democracia, y se valora particularmente en los sectores en otras épocas eran propicios a “golpear las puertas de los cuarteles”. Hoy las preguntas parecen haber cambiado; el Frente de Todos llevando a Alberto Fernández para la presidencia de la Nación ganó las elecciones hace casi un año, no en un balotaje ajustado como le sucedió a Maurico Macri, sino que se impuso de manera rotunda en la primera vuelta electoral, sin embargo es cuestionado por la principal oposición y un sector de sus votantes, con una escala verbal que cuesta asumir, porque rompe lanzas con los años de construcción democrática en los que nos hemos embarcado como sociedad. La oposición, se opone, eso no es un rasgo novedoso, es parte del sano juego democrático; el punto que hoy nos interpela es respecto a qué se opone y con cuales argumentos. Veamos: el ex presidente Macri publicó una carta donde afirmó que “Las autoridades al frente del Poder Ejecutivo Nacional vienen desplegando una serie de medidas que consisten en el ataque sistemático y permanente a nuestra Constitución” ¿Cuáles son esas medidas tan graves? No lo sabemos, generalidades habitadas por varios adjetivos, del mismo modo que cuando era presidente y hablaba de “mucho” crecimiento y definiciones por el estilo. La carta es una incansable sucesión de denuncias tan terribles como etéreas, que define al gobierno como uno autoritario y que violenta la constitución. La ex diputada Elisa Carrió afirmó que Cristina Kirchner prepara un autogolpe para desplazar al presidente. Laura Alonso, luego de llamar inútil a Alberto Fernández, afirmó en una nota que el gobierno busca “matar a la clase media para terminar con la democracia” Paula Olivetto, diputada presidenta de la CC, sugirió en un twit que vivimos bajo una tiranía. Mario Negri semanas tras, sostuvo que “La esencia de un gobierno autoritario se desnuda cuando buscan meterle miedo a los periodistas”, algo que según él estaría ocurriendo en estos momentos. Para concluir, no podía estar ausente en este repaso rápido la presidenta del PRO, Patricia Bullrich: “Ustedes y yo, todos, sentimos que la libertad, el esfuerzo, el mérito, el trabajo, la honestidad se licua como agua en nuestras manos", comunicó el sábado último. Esto sólo escuchando a los líderes de JxC: conocemos lo que manifestantes pronuncian en las marchas donde directamente piden la renuncia del presidente, la vice y no pocas veces, la muerte de ambos. No pasaba esto en la Argentina reciente, no era ese el lenguaje que los opositores usaban respecto del gobierno, no era común tampoco escucharlo en las marchas. El macrismo significó un importante avance en la historia democrática de nuestro país, porque aglutinó a muchos sectores algunos de los cuales no siempre desplegaron estrategias democráticas; su victoria electoral de 2015, en ese sentido, fue un avance para la democracia, un signo de consolidación. Sin embargo, en algún momento tomó la decisión de abandonar el camino del reconocimiento democrático del otro; negarle al Frente de Todos el carácter de partido triunfador hace apenas 11 meses y legítimo ocupante del gobierno por cuatro años. No sabemos si equivocada o no, Patricia Bullrich ya dijo dos veces que estaba lista para asumir, primero este año, luego en 2021; o la puede la ansiedad o está pensando en otra cosa. Acusan al gobierno de autoritario pero se leen felicitaciones a la golpista y presidenta de facto de Bolivia Jeanine Añez o reconocen como presidente de Venezuela al designado por EE.UU, Juan Guaidó. Datos por lo menos, curiosos. El macrismo no tiene obligación de apoyar las medidas del gobierno, pero lo que está haciendo no es oponerse, sino deslegitimando a un gobierno no solo electo por la voluntad popular, sino llevando adelante la conducción del país bajo los procedimientos que implican la democracia y nada menos que en medio de una pandemia. Pero el problema central no es cuánto afecte esto hoy al gobierno de Alberto Fernández, que sigue ejerciendo sus funciones, sino qué va a hacer el macrismo con todo esto que está acumulando; cuando nos llegan los ecos de Bolsonaro o la propia situación de Bolivia. ¿Qué espera construir el macrismo con estos argumentos? ¿En cuál democracia están pensando? Si en 2021 las elecciones no le son favorables, ¿Qué harán? Deberían analizarlo muy seriamente. Se sabe lo que sucede cuando se agitan fantasmas.
Democracia o dictadura
21 de septiembre, 2020 | 11.48
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Sergio De Piero
Politólogo y docente universitario UBA, UNAJ, UNLP.
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