Maria, la periodista indeleble

27 de diciembre, 2023 | 20.43

"La información por si misma no dice nada. El periodismo es generar sentido con la información". Esa fue la lección 1 de María, hace 20 años, cuando también me dijo "vos vas a ser periodista" con la misma certeza con la que te daba órdenes y amor.

María Seoane, figura clave del periodismo latinoamericano, fue mi maestra y la de tantos jóvenes de los que amaba rodearse, un poco porque parte de su compromiso era la formación de nuevas generaciones, un poco porque éramos los que le podíamos seguir el ritmo de laburo. Incansable.

Trabajar con Maria era pura adrenalina. Generosa, te abría mundos con una pasión única y te tiraba a la cancha cuando apenas estabas en inferiores. Y había que jugar. Mil ventanas abiertas, mil proyectos en marcha y otros mil en carpeta. Y cuando te hablaba te transmitía la certeza de que íbamos a poder con todos. Nunca hubo ni un resquicio para abandonar un libro, un documental, un artículo, una clase, una radio. Era prácticamente imposible decirle que no se podía hacer algo. Cuando le decías que era mucho te pedía más.

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Cuando la conocí tenía 19 años, apenas salido del secundario. Fue en uno de los míticos asados en lo de mis viejos. "Va a venir alguien que te va a interesar", me alertó Claudio, mi papá. María y mi viejo eran antiguos compañeros de militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que se reencontraron luego de 30 años de exilio disperso. Supongo que le recordé a ese joven revolucionario con el que militaba cuando él tenía esa misma edad. María era un poco más grande. Lo cierto es que al poco tiempo estaba trabajando con ella. Me adoptó como discípulo y, en esos años, como si fuera una segunda madre. Me educó, como cuando me mandó a leer "El entenado" de Saer o que no volviera al día siguiente, y me retó, como cuando aparecía con mi ropa toda desprolija. Estaba orgullosa de que aprendí de lo primero; se reía de que nunca cambié lo segundo.

Una de las primeras tareas que me dio María fue ordenar su biblioteca. También mantenerla en orden, que era mucho más difícil. Amaba los libros. Siempre recordaba que tuvo que reconstruir su bilbioteca al volver del exilio, tarea que comenzó en una piecita en la casa de su gran amiga Ana Jusid. Esa biblioteca creció y era el centro de su casa, esa casa que fue prácticamente mi casa durante años. Yo llegaba temprano pero María, según su propia definición, no funcionaba a la mañana. Yo la esperaba en su estudio, desayunaba ahí mientras miraba esa biblioteca que cada día desbordaba más y más los estantes y que manteníamos sistematizada en una base de datos para saber exactamente dónde estaba cada libro que íbamos a necesitar para trabajar. Amé esa biblioteca. María aparecía a media mañana y trabajaba en camisón hasta el mediodía. Luego no paraba hasta la madrugada. Y obviamente yo tampoco.

Tenía una pluma exquisita, mezcla de talento y trabajo. Escribía y reescribía y rereescribía, al punto de que te mareaba con los archivos que rotulaba "final", "finale", "finalissimo" y había que adivinar cuál era la última versión. Lo cierto es que dejó textos memorables y frases indelebles, una palabra muy suya que incorporé, como tantas cosas. Maria es una periodista indeleble, que no se va a borrar de nuestras vidas ni de la historia del país que tanto amó y por el que tanto luchó hasta el último día.

"Su cuerpo no se corrompía pero corrompía al régimen", escribió en una investigación donde logró reconstruir el derrotero del cadáver embalsamado de Evita, robado y maltratado por los militares antiperonistas. María transitaba ese cruce entre periodismo e historia, donde el trabajo periodístico podía aportar a la relectura y reescritura de la historia al revelar hechos que no figuraban en la historiografía oficial. Y creía que el periodismo podía, debía, además, hacer historia en el presente.

María hizo historia. Su libro "La noche de los lápices" (en coautoría con Héctor Ruiz Nuñez) es uno de esos textos imprescindibles, un pilar clave para el retorno democrático. Su estructura homenajea a Rodolfo Walsh, a quien María tanto admiraba.

Maria no te enseñaba, te ponía a laburar. "Vamos a hacer un documental sobre Gelbard", me dijo una mañana. "¿Quién es Gelbard?", le contesté. Se dio vuelta y me dio un ejemplar de "El burgués maldito", su biografía de José Ber Gelbard. "Leélo y empezamos". Es, para mí, su mejor libro. Lo leí y empezamos. No es que nunca había trabajado en un documental: apenas había visto alguno. Pero María era así: enseguida te delegaba responsabilidad, te daba confianza.

Siempre decía que sus biografiados eran productos de la sociedad argentina, desde Mario Santucho contado en el libro "Todo o nada" hasta Jorge Rafael Videla retratado en "El dictador" (en coautoría con Vicente Muleiro). Las biografías eran, para María, una forma de entender y pensar épocas. Y esa trilogía que integran las biografías de Gelbard, el último jefe de una burguesía nacional, Santucho, el líder revolucionario, y Videla, el genocida, es una de las joyas del periodismo argentino.

Su obra es enorme. Libros como "El saqueo de la Argentina" sobre el menemato (otra de sus palabras), los ensayos "Argentina: el siglo del progreso y la oscuridad" y "Nosotros", las biografías de Walsh, Piri Lugones, Alicia Eguren. Siempre inquieta y amante de la tecnología, también se metió en cine, donde dirigió "Eva de la Argentina", película de animación basada en su propia biografía de Evita.

Tengo especial cariño por "El enigma Perrotta", el último en el que trabajé con ella. Por entonces había dejado de ir todos los días a su casa, de ser su asistente todoterreno. Me costaba despegarme y a ella le costaba soltarme, pero me alentó a que hiciera mi camino con sus enseñanzas como motor. A los pocos días me llamó: le habían ofrecido dirigir Radio Nacional. Aceptó porque, según contaba, la propuesta la agarró en camisón. "No me podés dejar sola en esto", sentenció. Y fuimos. Lo cierto es que su gestión fue la mejor que tuvo la radio pública, a la que llevó a niveles de excelencia periodística y de audiencia inéditos. En la puerta de su oficina había un cartel: "Todo funciona mejor cuando conducen las mujeres".

La vi el domingo. Nos abrazamos. Le dije que era mi maestra. "No dejes que nos censuren. Seguí haciendo periodismo", me dijo al oído. Si, María. Pero me vas a hacer mucha falta.

 

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Ari Lijalad

Soy Licenciado en Ciencia Política (UBA) y periodista. En general me dicen que hago periodismo de investigación pero creo que todo el periodismo debe investigar o es mal periodismo. Más bien pienso que combino mi formación y mi oficio y hago periodismo sobre el poder. Trabajé varios años con Maria Seoane en investigación y producción de libros y documentales. Fui coordinador del equipo de Investigación Periodística de de Radio Nacional (2010-2014) donde también participé en varios programas. Fui docente de investigación periodística en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo y en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). Fui columnista  de Dady Brieva en radio América (2015), de Daniel Tognetti en Del Plata (2016-2018), y hace 6 años que hacemos el programa “Hora Libre” junto a Graciana Peñafort y Joaquín Labarta Liprandi primero en la radio de las Madres (2014-2016) y luego en FM La Patriada (2017-2019). Trabajé también en el portal Nuestras Voces (2015-2018). Dirigí a serie documental "Clarin. Un invento argentino" (2012) y compilé los libros "Macri lo hizo" y "Plan Macri" (2016). Desde 2018 me incorporé a El Destape en sus múltiples formatos. Desde 2019 conduzco “Habrá Consecuencias” en El Destape Radio.