El 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio fue electo como el nuevo papa, convirtiéndose en el primer pontífice latinoamericano y el primer jesuita en ocupar el trono de San Pedro. En ese momento, el cardenal Giovanni Battista Re le hizo una pregunta clave: "¿Con qué nombre querés ser llamado?". Bergoglio respondió sin dudarlo: "Me llamaré Francisco". Así, nació el nombre con el que sería conocido mundialmente.
El cardenal protodiácono Jean Louis Tauran fue el encargado de anunciar la elección del nuevo papa, sorprendiendo al mundo con la llegada de un argentino al liderazgo de la Iglesia Católica. El nombre adoptado por Francisco no fue solo una elección personal, sino también una declaración de intenciones sobre cómo sería su pontificado. Su elección reflejaba su compromiso con la humildad, la sencillez y el servicio a los más necesitados, valores que marcarían su gestión desde el inicio.
A pesar de ser jesuita, Bergoglio no optó por un nombre vinculado a su orden, sino que prefirió rendir homenaje a San Francisco de Asís, un santo que dedicó su vida a la pobreza y la ayuda a los desfavorecidos. También pudo haberse inspirado en Francisco Javier, misionero jesuita que llevó la fe católica a Asia. Sin embargo, su decisión de llamarse Francisco reflejaba principalmente su preferencia por una Iglesia cercana a los pobres y humilde en su accionar.
El simbolismo detrás del nombre Francisco
El nombre de un papa es más que una simple denominación; es un mensaje para el mundo católico. En el caso de Francisco, su elección estuvo cargada de significado. San Francisco de Asís, nacido en el siglo XII, fue conocido por su vida austera y su amor por la naturaleza y los más necesitados. Su ejemplo inspiró a Bergoglio, quien siempre mostró una inclinación hacia la sencillez y el servicio a los pobres desde su etapa como arzobispo de Buenos Aires.
Por otro lado, Francisco Javier, uno de los primeros seguidores de San Ignacio de Loyola, tuvo un papel clave en la expansión del catolicismo en Asia. Si bien el papa Francisco nunca confirmó si su nombre tenía también esta referencia, su conocimiento sobre la historia de la Iglesia y su devoción jesuita hacen que esta posibilidad sea válida.
La tradición de cambiar de nombre
El cambio de nombre en los papas es una práctica que se remonta al año 1000. Antes de esa fecha, los pontífices mantenían sus nombres de bautismo. Sin embargo, a partir de entonces, comenzaron a elegir un nombre nuevo para simbolizar su "segundo nacimiento" en la Iglesia. Juan ha sido el nombre más utilizado, seguido de Benedicto y Gregorio.
La tradición de cambiar de nombre también busca evitar que un papa adopte el nombre de Pedro, en respeto al primer líder de la Iglesia, San Pedro. Hasta la fecha, ningún pontífice ha vuelto a elegir ese nombre.
La elección del nombre Francisco por parte de Jorge Bergoglio no fue una decisión casual. Fue un reflejo de su compromiso con la pobreza, la humildad y la evangelización. A través de su pontificado, el papa Francisco ha demostrado que su elección iba más allá de una simple denominación: era una hoja de ruta para su misión en la Iglesia Católica y en el mundo.