Rosario: los jardines particulares venden comida para sobrevivir

Hace 5 meses que están cerrados por la pandemia, y las maestras se reconvirtieron temporalmente para tener un ingreso mientras reclaman más subsidios. Son al menos 24 de un total de 190.  

04 de septiembre, 2020 | 17.39

La pandemia trazó un paisaje extraño en los jardines maternales de Rosario. Carteles que publicitan venta de pastas, empanadas, pizzas y hamburguesas se confunden con murales y paredes pintadas con colores vivos en los frentes de las instituciones. Cerrados desde marzo, con pocos padres que logran pagar la cuota y subsidios que no alcanzan para cubrir los gatos, las docentes se arremangaron y, como muchos desde la llegada del COVID-19, salieron a inventarse una forma de subsistir.    

Se trata de uno de los sectores más perjudicados, ya que serán habilitados para abrir con el resto del sistema educativo, y la circulación comunitaria del virus en la ciudad hace pensar seriamente en la posibilidad de que eso no suceda hasta el próximo ciclo lectivo. Los niños pequeños serán los últimos en volver a sus actividades en el marco de las disposiciones del gobierno para evitar los contagios del virus. En este marco, ya cerraron 16 establecimientos en la provincia, 5 de ellos en Rosario.   

Según pudo averiguar El Destape, son 24 las instituciones que informaron a la cámara que los nuclea estar explorando esta salida de emergencia, de un total de 190. Pero se cree que son más, porque muchos no contestaron al requerimiento. Mientras cada semana reclaman frente a la céntrica Sede de Gobernación con una carpa negra para que el Estado les otorgue más subsidios, en los establecimientos encienden las hornallas, amasan en las mesas y venden distintos platos para parar la olla, en un cúmulo de incertidumbres respecto del futuro.  

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Primera persona  

“Es una semana muy particular. Hace días tuve que desalojar la casa porque no podíamos pagar más el alquiler, pero seguimos trabajando con mi maravilloso equipo”, cuenta con pena Nadia Pellegrini (35), al frente de Maripositas en la Panza, un jardín de zona sur en el que trabajan 10 personas, entre docentes y profesionales. La educadora cuenta que desde el comienzo de la pandemia prometió a su equipo y a las familias “no soltarles la mano”, se abonen o no las cuotas. Lo virtual no se les hizo fácil, así que cada mes se acercan a las casas a dejar material didáctico, conversar con los padres y ver a los chicos desde afuera, para no perder el vínculo.

En abril consiguieron una sublimadora y empezaron a hacer barbijos impresos. “Muchos nos compran sabiendo que somos seños luchando por unos pesos”, señala. Venden torta, bandejas de desayuno, pizzas, empanadas y pastelitos. Una parte va al pago de cargas sociales y gastos, y el resto se lo reparten entre las trabajadoras. Si bien se quedaron sin edificio, el proyecto sigue activo: “El año que viene conseguiremos otro lugar y haremos la habilitación”, anticipa.

María Rosa Pesci es la titular del jardín Querubines, ubicado en el centro rosarino. "Al comenzar el ciclo lectivo teníamos 60 niños y 7 docentes. De a poco los papas dejaron de pagar y es entendible, ya que estamos todos complicados, tuvieron que contratar niñeras para sus hijos y no pueden ayudar. Actualmente solo 5 familias colaboran económicamente", detalla angustiada. Los gastos fijos de la institución son de 150 mil pesos por mes. "O nos reinventábamos o cerrábamos. Así que surgió la idea de vender productos para subsistir", indica María Rosa. Mermeladas, almíbares, encurtidos, escabeches, pizzas y fideos envasados son algunos de los productos que manufacturan, haciendo hincapié en todo aquello que tenga poca manipulación.

La venta, aclara la directiva, es solo para ayudar al personal. "Día a día nos endeudamos más y más. Tenemos listos protocolos para abrir mañana si se permite. Cada vez que un jardín cierra, es un dolor inmenso, ya que no dejo de pensar que el próximo puede ser el mío", reconoce. Y aunque asegura que nunca bajan los brazos, insiste con que necesitan "subsidios acordes a nuestros gastos, ya que tenemos que pagar todo como si estuviésemos trabajando".

Magalí Norando es una de las dos docentes del jardín Azul, una pequeña institución de zona oeste que arrancó hace 36 años en la vecinal de barrio Bella Vista. Este 2020 empezaron con pocos chicos (40, cuando solían tener 60), por la crisis económica post macrismo. “La veníamos remando hace 3 años, y con todo esto está costando seguir, porque nos quedamos sin respaldo”, reconoció. Si bien antes contrataban auxiliares, este año no pudieron: “Con mi socia Verónica somos maestras, directoras, limpiamos y hacemos las reuniones”, detalla Magalí.

Con los gastos fijos intactos, el jardín que se quedó sin ingresos. “Pusimos una cuota solidaria de 2000 pesos, que este mes lo pagó un solo padre”, dice. Por eso, comenzaron a cocinar pizzas, postres, milanesas de soja y empanadas para subsistir: para no quedarse sentadas endeudándose y esperando una solución que se dilata. También limpian casas, son niñeras y cuidan personas. Es que más allá de lo económico, hay un valor sentimental. “Este jardín es mi vida. Los chicos me sacaron adelante cuando se murió mi mamá en 2012. Jamás pensé tener que cerrarlo por algo así, siento que me robaron mi sueño, mi proyecto y sacrificio de años. Es terrible”, afirma con tristeza.

Carpa negra    

Desde principios de agosto, las maestras jardineras montan todos los jueves una carpa negra en la plaza San Martín, frente a la sede del gobierno provincial en Rosario, y se vistieron de luto para visibilizar la situación que atraviesan desde que comenzó la pandemia, pidiendo mayor compromiso del Estado y advirtiendo que están a punto de desaparecer. Dicen no poder sobrevivir con los 50 mil pesos que entregó la provincia para poder cubrir sus gastos.

"El 40 por ciento de los que podían acceder al ATP aún no lo han cobrado. Y de los subsidios provinciales, hay 8 jardines que no lo perciben y faltan 26 que reciban el segundo pago. El tercero lo prometieron para agosto con un aumento hasta 70 mil pesos, pero aún no llego", dijo a El Destape Mayra Williams, presidenta de la Asociación de Jardines Particulares de Rosario.

El pedido es que los subsidios sean extendidos en el tiempo y que el Estado se haga cargo de los sueldos de las docentes, ya que finalmente y después de un largo reclamo fueron reconocidas como tales en el portal del gobierno provincial. "Dicen que vamos a volver a abrir junto con las escuelas privadas, que tienen los sueldos subsidiados, y nosotros no. Además, también tenemos gastos de alquileres que afrontar, al igual que esas instituciones con sus edificios, pero la diferencia es que ellos tienen el aporte de la cuota de los padres para guardar el banco al año siguiente. En nuestros jardines, al no ser educación obligatoria, las familias dejan de pagar", relató la referente.   

Es importante señalar que, si bien muchos jardines han encontrado esta salida para intentar subsistir, no todos están en esta situación. "Algunos tienen respaldo para seguir en pie y pueden afrontar gastos, o los papás todavía abonan la cuota. Pero en cualquier caso, es tan solo una alternativa para tratar de juntar algo más y no cerrar, no representa una salida viable", aclaró Williams. Y explicó, con pesar: "Es una tarea que no sabemos hacer, así que va a ser difícil recaudar lo suficiente para vivir de eso. Tampoco es lo que queremos hacer, es lo que quedó en este momento para poder vivir".