Massa, hiperactivo, se muestra con todos y piensa en 2023

El presidente de la cámara de Diputados boceta dos caminos hacia la Casa Rosada. Giro al centro: ¿plan A, plan B o farol?

02 de abril, 2022 | 19.00

Las olas expansivas de la interna peronista encontraron a los Fernández conmemorando los cuarenta años de la guerra del Atlántico Sur por separado. El presidente estuvo al mediodía en el Museo Malvinas; la vice por la tarde encabezó una actividad en el Senado. Sergio Massa estuvo en las dos. El titular de la cámara de Diputados se multiplica para ocupar todos los espacios vacíos que dejan los reacomodamientos cada vez más habituales en la política argentina. 

El martes a la mañana asumió un rol importante en la reunión con sindicalistas y empresarios en el CCK. Esa noche se dejó fotografiar con Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales. El jueves pivoteó con el bloque de Juntos por el Cambio para hacer avanzar la discusión de una nueva ley de alquileres. El viernes acompañó la presentación de un proyecto de Máximo Kirchner en favor de los veteranos de la guerra. El sábado, con Fernández primero y después con CFK.

Por momentos, parece que Massa estuviera todo el tiempo, en todas partes. Eso puede ser una ventaja pero también un problema, sobre todo para alguien que arrastra una pésima imagen ante la opinión pública y quiere ser presidente de un país. No le preocupa ese handicap, que comparte con prácticamente todas las figuras presidenciables en un país donde la polarización, el hartazgo con la política, la falta de resultados concretos le ponen un techo bajísimo a la proyección de cualquier figura que asome la cabeza.

Su tour de force por casi todos los campamentos de la política argentina fue la entrada en calor. Los próximos y cruciales pasos de su plan ya están diagramados. El lunes dará a conocer una carta en la que convocará a referentes de la oposición y el oficialismo en el Congreso para discutir una agenda de políticas en común en un marco institucional . Ya tiene el ok de un puñado de dirigentes de primera línea para algo que en su equipo definen, sin demasiada originalidad, como una Moncloa argentina. Otra más.

El segundo paso se dará en tres semanas, cuando el Frente Renovador, que había estado hibernando durante este primer bienio de gobierno del Frente de Todos, haga un Congreso Nacional en Mar del Plata en el que, se anticipa, habrá importantes novedades. El objetivo es llegar a 2023 con un candidato en cada uno de los 135 distritos bonaerenses, una ficha competitiva por la gobernación (vuelve a sonar el nombre de Malena Galmarini) y, acaso, alguna mención al horizonte presidencial del propio Massa.

Durante un encuentro preparatorio, la semana pasada en General Las Heras, un grupo de concejales planteó llevar al Congreso un documento con un ultimátum: si se rompe la coalición, ellos abandonarán el espacio. Puede leerse como una advertencia: si la pelea llega a un punto de no retorno, Massa no se alineará de manera automática con el presidente ni con la vice. Su compromiso se mantiene bajo el formato del Frente de Todos; cuando se termine la alianza, él pasará a considerarse con libertad de acción.

Existe una duda que se repite, como en un espejo, en el macrismo y el kirchnerismo: ¿existe una conjura de los moderados, un acuerdo secreto entre Massa, Rodríguez Larreta y Morales para dar, juntos, una última vuelta por la ancha avenida del medio, tan ancha, esta vez sí, como para que entre el 50 por ciento más un voto que hacen falta para ganar un ballotage? ¿Pegarán, cada uno, el portazo cuando más duela, cuando sea demasiado tarde para conjurar el golpe de efecto? ¿Se puede confiar? Difícil. 

A Massa le gusta llegar a la jugada final con dos cartas en la mano, dos caminos posibles. Especular con los nervios de sus interlocutores, negociar contrarreloj, conseguir más para su campo y hacerle perder tiempo a sus adversarios. Lo hizo en 2013, escondiendo su ruptura hasta minutos antes del cierre de listas. También en 2019, cuando en vísperas del cafecito con Alberto Fernández amagó con una jugada similar: asociarse a Vidal para marginar a Macri y al kirchnerismo. No hay por qué esperar más certezas esta vez.

Las afinidades políticas y personales de Massa, Morales y Rodríguez Larreta están ahí. Existen. Son un dato de la realidad que, por suerte, no siempre funciona de manera lineal. Hay varios factores a tener en cuenta. El más inmediato es que para el tigrense los votos del kirchnerismo siguen siendo el camino más corto para ganar una elección, nacional o provincial. Esta semana, el generalmente informado columnista de La Nación, Carlos Pagni, escribió la versión de que CFK bendijo su candidatura: “Preparate, Sergio”.

En segundo lugar, no es un detalle menor que los tres contertulios compartan las mismas aspiraciones por un premio que, a esta altura queda claro, no se comparte. Ni el alcalde porteño ni el gobernador de Jujuy pueden optar por un período en el cargo por limites constitucionales de cada distrito. Tampoco tendrán la chance, el año que viene, de refugiarse en el Senado. Hacer acuerdos políticos en esas condiciones no es sencillo, por más afinidad que exista previamente.

Por otra parte, Massa es un candidato del orden. A diferencia de otros, su éxito depende de que la presidencia de Fernández llegue a buen puerto y la sociedad privilegie una propuesta moderada. Una crisis lo dejaría en desventaja con otros precandidatos. El equilibrio para alejarse a tiempo del gobierno pero en simultáneo no propiciar su deterioro puede ser sumamente complejo y un paso en falso terminar con todas las expectativas del presidente de la cámara de Diputados para 2023.

El principal obstáculo, sin embargo, para la tesis de la moderación es el insoportable status quo. Los pactos de centro son, sin excepción, conservadores, defensivos. La pregunta que cabe hacerse es si la sociedad está dispuesta a convalidar el estado de situación actual, el reparto vigente de la riqueza, la relación entre salarios y precios de este momento. Parece difícil, con una inmensa cantidad de argentinos que son pobres a pesar de tener empleo formal y otros tantos que no llegan ni siquiera a eso.