El anuncio de que la Argentina fabricará al menos una de las vacunas contra el coronavirus que se encuentran en una instancia avanzada de desarrollo brinda un horizonte para dejar atrás la pandemia, por primera vez desde marzo. Esa es la buena noticia. Ahora la otra: las estimaciones más optimistas que se animan a hacer en el gobierno y en el laboratorio ponen la fecha de las primeras inyecciones en enero del año próximo, siempre y cuando no exista ningún contratiempo. Es decir que, a pocos días de cumplir cinco meses desde que la pandemia llegó al país, quedan por delante por lo menos otros cinco.
La experiencia en todo el planeta, donde son cada vez más habituales las noticias de rebrotes, incluso en esos países que habían llevado a cero el número de casos, indica que deberemos convivir con distanciamiento al menos 150 días más. Es un sacrificio extraordinario que requiere, como condición, un compromiso entre la sociedad y el Estado que hoy es débil. Fortalecer ese lazo debe ser una prioridad para el gobierno al mismo nivel que garantizar los insumos médicos en cada hospital del país o hacer llegar ayuda a todos los que la necesitan. Es complicado pedir responsabilidad al que no te da su confianza.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
Algunas decisiones difíciles de comprender conspiran contra ese entendimiento. Ayer, catorce provincias registraron más de cien casos en un día. En todas ellas se corrobora la transmisión comunitaria. El presidente Alberto Fernández anunció que se implementarán mayores restricciones en todos los distritos donde el virus está circulando. Sin embargo la ciudad de Buenos Aires continuará con su plan de aperturas, que incluye desde el lunes la práctica del tenis y del golf, la actividad hotelera y el comercio en centros comerciales de alta densidad como Once, Constitución y Retiro. El mensaje no resulta claro.
El problema se agrava cuando el Estado renuncia a usar otros mecanismos para controlar que se cumplan las normas. Si la salud pública va a depender de cada ciudadano, es indispensable que haya información completa y de fácil acceso para todos sobre el estado de situación. Sin eso, el llamado a la responsabilidad individual se parece demasiado a la resignación, un lujo que los argentinos no podemos permitirnos. Cuando todavía resuenan los anuncios del acuerdo de la deuda y la fabricación de la vacuna, Fernández dio su discurso más deslucido. Una oportunidad perdida.
Algunos datos al alcance de la mano dan cuenta de la dimensión del riesgo que corremos. Pasaron 109 días entre el primer caso registrado en el país y las primeras mil víctimas fatales, número alcanzado el 21 de junio. Ese número se duplicó en solamente 24 días: el 15 de julio ya había dos mil muertes por coronavirus. El 27 de julio acumulaban tres mil, el 5 de agosto cuatro mil, el 11 de agosto cinco mil muertes por coronavirus. Esa curva, la que importa, la que no resulta reversible, se sigue empinando. La progresión, si no se modifica sustancialmente, significa decenas de miles de muertos antes de que llegue la vacuna.
Nos acostumbramos a convivir con un reporte que anuncia cada día la muerte de cientos de argentinos. Como la rana de la proverbial receta, no advertimos la situación de peligro inminente porque la cazuela se fue calentando de a poco, con todos adentro. El riesgo es que caigamos en la cuenta cuando ya sea demasiado tarde. El pico no es un fenómeno natural. No habrá una caída en el número de contagios si no cambian las condiciones que nos llevaron hasta esta situación. Plena vigencia de aquello que le atribuyen a Einstein sobre esperar resultados distintos cuando los procedimientos son los mismos.
El gobierno ha transitado hasta aquí con más aciertos que errores y tendrá para anotarse algunos logros históricos, desde la implementación del IFE hasta el fortalecimiento del sistema sanitario. Todo quedará en segundo plano si el país no logra evitar el abismo de las morgues saturadas y los cementerios repletos de pacientes que mueren sin atención médica. En las últimas semanas, la actividad muestra indicadores de tibia recuperación. Sólo será posible si no hay crisis sanitaria. No hay economía que crezca si la pandemia no está bajo control. Salvar vidas es la tarea más importante para los próximos cinco meses.