2021: Cómo será el segundo año de la pandemia por coronavirus

Todavía quedan meses, si no años, por delante con el COVID-19. Qué seguirá igual y qué será distinto al 2020. Vacunas, mutaciones y el camino hacia un final para la pandemia.

25 de enero, 2021 | 18.41

Es hora de asumirlo: 2021 será el segundo año de la peste. A pesar de que las vacunas fueron desarrolladas en tiempo récord y resultan efectivas y seguras, la tarea logística de fabricarlas e inocular a miles de millones de personas alrededor del planeta puede demorar años. Incluso los países que avancen a mejor ritmo tienen varios meses por delante hasta que comience a verse su efecto a nivel comunitario. “Sufriremos mucho dolor en el primer trimestre”, sostuvo en una entrevista reciente el infectólogo norteamericano Anthony Fauci, una de las principales voces de la comunidad científica durante el último año.

Sin embargo, este año se parecerá poco al 2020. Los avances de la medicina, la experiencia de los gobiernos y las sociedades, después de haber lidiado con una o dos olas de infecciones, y la vacunación progresiva de millones de personas pueden hacer más leve la experiencia. Al mismo tiempo, el desgaste acumulado después de un año de restricciones, la crisis económica global y la convivencia cotidiana con la enfermedad y muerte agrega un nuevo factor de incertidumbre a una ecuación en la que el descontento social ha tenido un rol protagonista en muchos países del mundo.

Algunas cosas no van a cambiar. Las máscaras seguirán siendo obligatorias durante un largo tiempo en muchos lugares y en otros, aunque no exista una regla, se volverán costumbre para una parte de la población, como ya sucedía en algunas sociedades asiáticas. Por estos días, ante la aparición de variantes más infecciosas del virus, algunos países comenzaron a exigir a sus ciudadanos que dejen de lado los tapabocas caseros para reemplazarlos con barbijos de uso profesional o quirúrgico, e incluso sugieren el uso de dos capas de protección: uno con mejor filtro abajo y encima uno de tela.

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Las restricciones sociales y a actividades de alto riesgo se irán relajando a medida que avance el operativo de vacunación y la enfermedad retroceda. Hasta tanto, la distancia social seguirá siendo la norma. No volveremos a ver eventos masivos, ni reuniones multitudinarias bajo techo por lo menos hasta el próximo verano. Los viajes internacionales tardarán en normalizarse porque los países que vayan derrotando a la enfermedad adoptarán medidas más fuertes para evitar que vuelva a entrar el virus. La experiencia indica que un brote en cualquier rincón del mundo puede salirse de control rápidamente si no se lo contiene.

La cooperación internacional, sin embargo, hasta ahora ha sido muy pobre. Un puñado de países desarrollados acapara más del 90 por ciento de las dosis de vacunas que se distribuyeron entre diciembre y enero. Se estima que los países más despojados del mundo deberán esperar al 2022 para comenzar a inmunizar a su población. Una salida temprana de la crisis sanitaria significa también una recuperación económica más rápida, de manera tal que al concluir la pandemia las desigualdades entre los Estados más ricos y los más pobres se habrán acentuado, así como se acentuaron también al interior de cada país.

Las vacunas, hasta ahora, han demostrado ser razonablemente seguras y más efectivas de lo que se esperaba. Los resultados de pruebas clínicas indican que pueden evitar 9 de cada 10 casos y erradicar por completo las manifestaciones más graves de la enfermedad. Recién ahora se está viendo cómo se trasladan esos números a la realidad cuando millones comienzan a ser inoculados. Israel, el país más avanzado, sirve como faro. Hoy mismo, el diario Times of Israel informó que tres semanas después de la primera dosis de Pfizer la tasa de internación de adultos mayores por casos de Covid cayó un 60 por ciento.

Una de las grandes incógnitas que marcará los acontecimientos de este año es si las vacunas, además de prevenir los casos severos, también sirven para prevenir la transmisión del virus. Es decir: si las personas vacunadas siguen contagiando a otros, aunque no se enfermen. Las evidencias recogidas hasta ahora muestran una disminución en la carga viral en aquellas personas inmunizadas que luego se infectaron, lo que debería trasladarse a un menor grado de contagiosidad. La magnitud de esa reducción será un factor clave a la hora de saber la velocidad en la que podrán comenzar a levantarse las restricciones.

Un problema que estuvo ausente en el 2020 y este año será clave es el de las variantes del virus que pueden alterar el curso de la pandemia. Hasta ahora se detectaron tres cepas diferentes a la original con cambios significativos que aumentan el grado de contagiosidad, podrían ser más letales y/o mejoran su capacidad de neutralizar la respuesta inmune. Esto último podría llevar a un número elevado de reinfecciones entre personas que cursaron la enfermedad durante la primera ola, hace ya varios meses. Mientras siga circulando con tanta fuerza el coronavirus, más chances hay de que aparezcan nuevas variantes más peligrosas.

Las vacunas, sin embargo, producen defensas diez veces más fuertes que las de quienes sobrevivieron a un caso grave, por lo que hace falta una mutación más importante, que todavía no se detectó, para comprometer su utilidad. Sí es posible que resulten un poco menos efectivas o que alcancen para prevenir que la enfermedad se agrave pero no para evitarla totalmente. Eventualmente, las vacunas diseñadas con tecnología de ARN mensajero, como Pfitzer y Moderna, que están siendo utilizadas por primera vez a nivel masivo, pueden ser modificadas en pocas semanas para adaptarse a la nueva cepa.

Hay otros obstáculos en el horizonte, antes de que podamos ingresar en una nueva normalidad. Por un lado la fatiga acumulada, en primer lugar entre los trabajadores de la salud, entre otros esenciales que no tuvieron descanso desde el primer día de la pandemia y en la sociedad en general, que ha padecido privaciones y sufrido pérdidas y las ha transitado de manera precaria. Además de eventuales rebrotes, otras enfermedades, desatendidas durante el año pasado, exigirán más de un sistema de salud que resistió a duras penas el primer embate, en el mejor de los casos.

Por último, los gobiernos deberán duplicar sus esfuerzos para sostener a las familias y las empresas que lo necesiten hasta que esto termine. Eso requerirá hacer uso de recursos extraordinarios, en un contexto global de concentración de la riqueza inédito en el marco de la pandemia. El malestar social, que precede al coronavirus, es a esta altura una olla de presión en todo el mundo. El cóctel de miedo, carencias, restricciones y dolor puede estallar en cualquier momento. Si las democracias fracasan en encontrarle una salida al laberinto, está claro quiénes son los que esperan en la fila creyendo que pronto será su turno.

A pesar de todo, el panorama es bueno. Hay varias vacunas seguras y efectivas fabricándose mientras lees esta nota. En poco tiempo, alguna llegará para inmunizar a tus abuelos y a tus viejos. Tarde o temprano también va a tocarte a vos. El asunto puede ponerse peor antes de mejorar, pero la solución ya está en marcha. Es momento de cambiar la ficha. El sacrificio ya tiene sentido. Hay que armarse de paciencia, el Estado debe ayudar a los que no llegan y todos debemos cumplir unas pocas pautas de cuidado. Si hacemos las cosas bien, vamos a recibir la próxima primavera con un fuerte abrazo a nuestros seres queridos.