Suramérica: Entre el Atlántico y el Pacìfico

28 de octubre, 2014 | 19.15

Por Roberto Feletti
Diputado Frente para la Victoria
Especial para "El Destape"

Es un pensamiento extendido el hecho que Suramérica irrumpió en el siglo con paso firme. En este tiempo pudo consolidar dos atributos: un largo período de plena vigencia constitucional y la ausencia sostenida de conflictos graves, combinando ambos con un lapso de crecimiento económico y mejora social inéditos para la mayoría de los países.

Sin embargo, estos rasgos comunes, asumen singulares heterogeneidades que fluyen hacia antagonismos, en la medida que el devenir plantea nuevos desafíos.

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Es así como, en el lapso recorrido, se han delineado dos bloques continentales claramente definidos: el del Atlántico, conformado por Argentina, Brasil y Venezuela y; el del Pacífico, que encuentra como modelos a Chile, Colombia y Perú. Bolivia y Ecuador se alinean claramente con el Atlántico, en tanto que Paraguay y Uruguay transitan la ambigüedad, en parte como resistencia a sus socios de mayor tamaño en el Mercosur.

En cuanto al primer grupo, sus economías han crecido a buen ritmo durante la primera década del siglo, experimentando una marcada desaceleración en el último trienio, padeciendo en distintos grados el aumento de la tasa de inflación.

En 2005, los entonces presidentes Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez, rechazaron la iniciativa de EEUU para crear una zona de libre comercio en toda América (ALCA) e impulsaron la creación de la Unión Suramericana de Naciones (UNASUR) a fin de promover un mercado regional que expanda el intercambio entre los países del continente, que en el presente supera en diez veces al de la década anterior.

Al proteccionismo regional frente a los flujos internacionales de bienes y capitales, se agregó una nítida intervención estatal para favorecer la diversificación de la matriz productiva aumentando el empleo y el salario, y el incremento de la protección social de los grupos más vulnerables. Los presupuestos de salud y educación superaron los registros históricos de participación en el PIB. Del mismo modo que las jubilaciones, las asignaciones a la niñez y los planes alimentarios alcanzaron porcentajes de población de escasos recursos nunca antes vistos. El "boom" de consumo de bienes durables, automóviles, electrodomésticos y electrónica, asociado a una mejora general de los indicadores de desarrollo humano, fue el saldo de estas decisiones.

Al calor de este impulso económico-social, los países del Atlántico han experimentado un prolongado liderazgo de los gobiernos que lo llevaron a cabo. La Revolución Bolivariana en Venezuela ha superado ya quince años, el Partido de los Trabajadores en Brasil se prepara para asumir su cuarto mandato y el Frente para la Victoria en la Argentina, con el liderazgo de la Presidenta, transita su onceavo año de gobierno, con clara perspectiva de continuar.

Proteccionismo productivo, intervención estatal reguladora y redistributiva, ampliación de la cobertura social y continuidad política legitimada por el voto popular, son los rasgos sobresalientes de los países que lideran la Suramérica del Atlántico.

En cuanto al bloque del Pacifico, ha tenido también importantes tasas de crecimiento, sufriendo sus economías una desaceleración en el último trienio que es, en promedio, inferior a la del bloque del Atlántico. Del mismo, modo los niveles de inflación son sensiblemente menores.

Los líderes del Pacífico han sostenido políticas de apertura de sus economías, materializadas en la celebración de tratados bilaterales de libre comercio con diversos países, incluido los EEUU, y han hecho depender el crecimiento económico del buen comportamiento de los productos primarios exportables, antes que de una intervención estatal orientadora de los recursos generados por los mismos. Las políticas se centraron en mantener la estabilidad de precios con la apertura comercial, impulsando el consumo por esa vía, al contar con recursos externos para financiarlo y acumular fondos en las arcas estatales para atenuar las fluctuaciones que se pudieran producir en el mundo, lo que se conoció como la construcción de fondos anti-cíclicos.

Los gobernantes del bloque desestimaron la aplicación de políticas que modificaran la estructura de competitividad recibida, dejando que sea el mercado el que decida qué sectores prosperarían al calor de los ingentes recursos proporcionados por las exportaciones. A la vez, limitaron la aplicación de recursos públicos para corregir desequilibrios sociales.

Al decir del ex presidente peruano Alan García en su segundo mandato, no parecía razonable expandir el rol del Estado aprovechando los términos de intercambio internacionales favorables, pues si éstos se revierten, sobreviene una crisis como en el pasado. El ex presidente chileno, Sebastián Piñera fue más explícito, cuando afirmó que "la educación universitaria es para el que se la sepa ganar". Por su parte, quien fuera mandatario colombiano, Álvaro Uribe, fue un firme defensor de políticas de integración que incluyeran la presencia tutelar de Washington.

Chile, Colombia y Perú han tenido alternancia en el signo político de sus gobiernos, pero han mantenido inalterables las líneas estructurales de sus rumbos de apertura, desregulación y prudencia macroeconómica, consolidando un esquema socio-económico estratificado y de escasa movilidad ascendente.

Confrontan entonces dos visiones del continente que sostienen, con matices, dos modelos políticos, económicos y sociales. Para algunos es la vieja antinomia entre el nacionalismo populista y el libre mercado de tradición conservadora. Demasiado reduccionismo.

Esta dicotomía entre ambos bloques se trasladó a la última elección presidencial de Brasil. El segmento de ingresos medios de la sociedad, acicateado por los conglomerados económicos más poderosos a través del penetrante mensaje de los multimedios de información, intentó poner un freno a los avances alcanzados. Un cierto conformismo sobre la situación individual, aunada a una percepción sobre la perspectiva conflictiva que ofrece romper el actual estancamiento de la economía en clave desarrollista, determinaron un masivo voto conservador en el gigante regional.

Sin embargo, el triunfo del PT por cuarta vez consecutiva, lejos de clausurar el debate, lo actualiza y profundiza. Y el futuro aparece como interrogante.

El bloque del Atlántico se encuentra ante la disyuntiva de defender los logros actuales y cruzar el umbral del desarrollo, no sin una marcha forzada, o retroceder hacia una mayor pasividad estatal y una desvalorización de la calidad de vida.

En tanto, el del Pacífico, afronta el desafío de seguir legitimando sin sobresaltos políticos un modelo económico que desperdicia la ocasión de asignar ingentes recursos para modificar la realidad social de sus ciudadanos.

Después de una década y media, Suramérica se atreve a su destino. De las respuestas a los enigmas previos surgirá el rumbo estructural de su futuro.