Las manifestaciones, que tuvieron lugar en Brasilia y en las capitales de 24 de los 27 estados federados, reunieron entre 265.000 y 400.000 personas, según estimaron la Policía Federal y los organizadores, respectivamente, en ambos casos muy por debajo del 1,7 millón de personas congregadas en marzo pasado.
Tal como había sucedido en las demostraciones similares de marzo y abril pasado, los manifestantes -que en su mayoría exhibían carteles con las leyendas "Fuera Dilma" y "Fuera PT"- se mostraron también muy críticos del antecesor de Rousseff y fundador y líder del PT, Luiz Inácio Lula da Silva.
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Asimismo, y tal como ocurrió también en las dos marchas anteriores, grupos organizados propusieron de manera explícita una intervención militar como salida para la crisis política y económica que sacude al gobierno de Rousseff, a quien, según sondeos recientes, apoya únicamente ocho por ciento de los brasileños, mientras 71 por ciento reprueba su gestión y 66 por ciento reclama su renuncia o destitución.
Esta vez, además, los manifestantes expresaron apoyo al juez federal Sérgio Moro, quien está a cargo de la causa en que se investiga el gigantesco desvío de fondos de la petrolera estatal Petrobras para el financiamiento ilegal de campañas políticas del oficialismo y sus aliados.
En Brasilia, un enorme muñeco inflable vestido de preso con la cara de Lula acompañó a las 25.000 personas que marcharon por las zonas de edificios públicos de la capital federal.
En San Pablo, los manifestantes opositores se reunieron en las inmediaciones del Museo de Arte MASP, y ocuparon diez cuadras de la emblemática Avenida Paulista, mientras grupos de militantes oficialistas se congregaron frente a la sede del Instituto Lula, donde mostraron carteles con leyendas en defensa de la democracia.
En tanto, en Río de Janeiro los manifestantes marcharon por la playa Copacabana.
Aunque hasta esta tarde no se conocían estimaciones sobre la cantidad de manifestantes opositores en las dos mayores ciudades del país, el senador socialdemócrata José Serra sostuvo que "cien mil más o cien mil menos no cambian el pensamiento general de las personas ni la calidad de la manifestación".
En Belo Horizonte, capital del estado Minas Gerais, la protesta de unas 7.000 personas contó con la presencia del senador opositor y candidato presidencial socialdemócrata Aécio Neves, quien afirmó que la población "no acepta más tanta impunidad, tanta mentira y tanta corrupción".
"Quien va a sacar al país de esta crisis es el pueblo, expresando su malestar como lo hace hoy", sostuvo Neves, quien consideró a estas manifestaciones como un "despertar de los brasileños".
Por su lado, Serra indicó que "es injusto decir que el gobierno no tiene una agenda; la tiene, sí, y es evitar el juicio político (a Rousseff); todo gira en torno de eso, hasta la agenda de viajes".
En Recife, el diputado federal Jarbas Vasconcelos, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, principal aliado del gobierno), dijo que la renuncia de la mandataria es "el único camino para Brasil".
Vasconcelos también pidió la salida del presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, que también del PMDB pero rompió relaciones con el gobierno de Rousseff, le impuso duras derrotas al gobierno en la cámara y también está bajo sospecha de haber recibido fondos desviados de Petrobras.
Mientras tanto, Rousseff convocó para esta tarde a sus ministros más cercanos para evaluar con ellos el impacto de las manifestaciones opositoras de hoy.
Según la agencia noticiosa estatal ABR, fueron invitados por la mandataria el jefe del gabinete, Aloizio Mercadante, y los ministros de Comunicación Social, Edinho Silva, y de Justicia, José Eduardo Cardozo.