Hablamos de “Tully”, una comedia dramática protagonizada por Charleze Theron y Mackenzie Davis. Marlo es una mujer en el cenit de sus cuarenta, madre de dos hijos (uno de ellos con problemas psicológicos) y esposa de un hombre apático y cansino, cuando se entera de que está embarazada. La extrema fatiga causada por hacerse cargo de la casa y la familia sola se convierte entonces en una seria depresión, hasta que un día (porque siempre hay un “hasta que un día”) su hermano le recomienda a una niñera nocturna cuyo talento será salvador. La chica, en efecto, resulta encantadora e hiper funcional. La vida de Marlo empieza a correr nuevamente por el camino del entusiasmo y del deseo. Pero la extrema alegría también tiene sus riesgos.
El recorrido cinematográfico de Reitman es curioso. Con “Juno” (2007), una comedia tierna sobre una adolescente embarazada que mezclaba la frescura humorística del indie con la mirada estetizante de Wes Anderson, se catapultó a la fama internacional. Después vino “Up in the Air” (2009), con George Clooney y Vera Farmiga, una recordada película romántica de temática aérea a la que le fue mejor de lo esperado. Con “Young Adults” (2011), Reitman retomó su diálogo franco con la corriente llamada mumblecore, un cine centrado en los problemas de crecimiento de los millenials, con mucho diálogo y un registro realista. También, de algún modo, estaba reconectándose con la búsqueda de “Juno”, blanqueando ante el público su amor idílico por las películas que son sobre y para jóvenes. El siguiente film fue “Labor day”, un melodrama telenovelero muy entretenido con Kate Winslet. Y más tarde apareció “Men, Women and Children”, un drama sobre los efectos de internet en dos generaciones. Paren las rotativas: ¿Qué clase de cine está queriéndose hacer Jason Reitman?
En principio, “Tully” funciona como el final de una trilogía, esa que podríamos armar con “Juno” y con “Young Adults”. Una trilogía sobre la mujer, o mejor aún sobre las crisis que atraviesan las mujeres cuando deben enfrentar el comienzo de una nueva etapa de su vida. Juno no estaba lista para ser madre, Mavis no estaba lista para los treinta, y Marlo no está lista para tener otro hijo. Además, recortando esta trilogía de la filmografía de Reitman advertimos que ha habido un movimiento gradual en términos de registro y de estética. Si en “Juno” el tono era un poco infantil, en “Young Adults” emerge el patetismo y la idealización adolescentes como mirada. Es como si Reitman eligiera contar esa nueva etapa vital que encaran sus personajes desde los ojos de la etapa anterior.
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Esa dilación ha sido finalmente neutralizada por “Tully”. Gracias al contrapunto entre Marlo y la niñera (y a cierta revelación final que no vamos a spoilear), la película logra explicitar la tensión entre una joven entusiasta y esperanzada y una mujer madura que ha dejado de creer en la vida. La mirada del cuadro es la mirada de Marlo, pero sólo a condición de que la mirada de Tully la fuerce (como en el ingreso de Tully a la casa familiar), la lleve a lugares inesperados (como en la lograda escena de sexo) o directamente la disuelva (como en la larga secuencia de la juerga nocturna, que es el clímax del film).
Con un guión sólido, una narrativa audiovisual ajustada como un relojito y una última escena para el olvido, Reitman parece haber cerrado una de las cuentas pendientes que se propuso en su filmografía. Pero quizás el mayor logro de “Tully” no tenga que ver con su relación con el pasado, si no con el valor de contar abiertamente las contradicciones y los problemas que pueden significar la maternidad (y sobre todo el estar muy mal acompañada) para la mujer de hoy. La visibilización de las coerciones de género requiere también de narradoras y narradores que puedan estar a la altura de toda esa complejidad humana que se pone en juego en esas encrucijadas. Eso es, al fin y al cabo, hacer realismo.