"Taranto", documental del director argentino Víctor Cruz que se estrena hoy en el Cine Gaumont, narra el conflicto que atraviesa la comunidad de la ciudad italiana homónima por el cierre parcial de una de las fábricas de acero más grandes de Europa a partir de la contaminación que provoca.
A lo largo de la hora que dura el documental, íntegramente en italiano y rodado en Taranto, Cruz indaga en la división que se produce en la ciudad entre quienes temen perder su empleo y los que denuncian el "desastre sanitario y ambiental" que causa la compañía ILVA.
"En Taranto se enfrentan el dilema del derecho al trabajo y el derecho a la salud, la economía y el ambiente", definió el documentalista en diálogo con Télam.
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La película se verá en el Gaumont con funciones a las 17, además de estar disponible también desde hoy en la plataforma Cine.ar.
Télam: ¿Qué es lo que más te impresionó del tema, siendo que es un asunto tan desagradable y trágico?
Víctor Cruz: Me impresionan muchísimo las "zonas de sacrificio": regiones de la periferia donde prácticamente se puede hacer cualquier cosa. Por lo general, son poblaciones vulnerables con poco grado de organización social, donde se prometen inversiones, trabajo y crecimiento, pero lo que realmente queda es daño ambiental severo y permanente; crisis social y sanitaria grave. Me conmovió la gran mortalidad infantil y los numerosos casos de enfermedades graves como leucemia y cáncer.
T: ¿Quedaste satisfecho con las repercusiones políticas y legales que se cuentan al final del documental o aun así queda un sabor amargo en torno de la cuestión?
VC: La sentencia a los exdueños de la fábrica y los responsables políticos es un paso adelante, pero el drama humano y social continuará mientras la fábrica siga funcionando. Urge una reconversión económica de la ciudad y un saneamiento de la tierra y el agua. A nivel más global, creo que debemos repensar profundamente nuestro paradigma de producción y consumo.
T: ¿Con qué quedaste más satisfecho respecto de los logros narrativos de la película?
VC: Creo que la película logra transmitir la información mínima necesaria para entender el conflicto, pero siento que logra algo mucho más importante: permite que el espectador sea parte de la comunidad de Taranto, que pueda sentir por un instante lo que significa vivir acorralado por el falso dilema del trabajo o la salud.
T: ¿Dónde estuvo la mayor dificultad para realizar el proyecto y cuánto duraron los procesos de producción?
VC: Lo más difícil fue encontrar cuál era la forma que mejor conectaba con el corazón de esta historia; definir la estrategia para filmar este documental. Una vez que nos dimos cuenta de que la oralidad debía tener un rol importante, que las locaciones contaban muchísimo y que la cámara debía ser el trazo de unión entre estos medios expresivos, todo fluyó.
Hice un viaje de preproducción en 2015 y tuvimos dos instancias de rodaje, una en 2016 y otra en 2019. Se montó durante 2020, tuvo la premiere en el Bafici 2021 y desde ese momento se exhibe por festivales nacionales e internacionales.
T: ¿Cómo se da que una producción argentina trate sobre una temática específica italiana de una región concreta del país y sea filmada en Italia y hablada en italiano hasta los sobreimpresos finales?
VC: Más allá del aspecto administrativo, lo que hace que la película sea argentina es que la mirada y la sensibilidad desde la que se construye es la del equipo que la realizó, en gran parte argentino: música, sonido, montaje y dirección. Por eso la producción es íntegramente argentina.
El lugar no es lo importante, sino contar una historia universal que conecte con las emociones del espectador.
T:¿Qué conclusión sacás en limpio de la experiencia del documental?
VC: Que el conflicto de Taranto es universal: pueden cambiar las actividades y la geografía pero las relaciones de poder que posibilitan estas situaciones son las mismas.
Con información de Télam