El Fondo Monetario Internacional mantiene la idea de estirar al límite la negociación con la administración de Javier Milei, que se autoimpuso como plazo el primer cuatrimestre del año, entendiendo que cada día se debilita más la posición del ministro Luis Caputo que desde su intransigencia original de no tocar el esquema cambiario pasó a aceptar un proceso de flotación por bandas que se negocia ahora y esperan que termine firmando la liberación del mercado.
La jugada del Gobierno es mantener latente la firma inminente del acuerdo con la idea de que los inversores no se bajen de la bicicleta financiera y le reclamen al Banco Central los dólares que le prestaron y que ya no están más en las reservas porque se utilizaron para intervenir en los mercados financieros, en el MEP de forma directa en el CCL con el “Dólar Blend”, o financiar importaciones de bienes de consumo finales, lo que más crece de las compras externas.
Las discusiones terminaron haciéndose pública por la insistencia del Gobierno argentino de asegurar que el acuerdo estaba listo, que faltaban detalles menores y que una de las condiciones era que debía pasar por el Congreso para obtener el amplio respaldo político y social. El FMI respondió en forma pública, a través de la vocera Julie Kozack, que "tener el apoyo legislativo es una decisión de las autoridades tal como lo establece la legislación interna argentina" pero no una condición para firmar el acuerdo.
Kozak es una prestigiosa técnica del organismo que malogró su carrera por el fracaso del acuerdo que piloteó con la administración de Mauricio Macri y la declaración se pareció a un pase de facturas a Caputo otro de los que participó de aquella gestión.
Qué están discutiendo el Gobierno y el FMI
El acuerdo que se está negociando, según reveló La Nación, establece una hoja de ruta con un paso intermedio de bandas de flotación hasta alcanzar un esquema de tipo de cambio flotante. La discusión sigue trabada en cuánto de los fondos que desembolse el FMI podrá utilizar el BCRA para intervenir en el mercado cambiario. Y un punto más crítico: Qué parte del acuerdo será pública y cuáles se mantendrán en secreto, a espaldas fundamentalmente de los argentinos pero esencialmente de los mercados.
Una fuente reseñó los puntos de discrepancias a El Destape: siguen discutiendo la base del acuerdo, cómo será el esquema cambiario entre la apertura que pide el FMI y el sistema administrado que insiste Caputo y el destino de los fondos que el FMI no quiere que se utilicen para financiar una fuga de capitales y Caputo insiste en que esa es la forma de estabilizar el mercado de cambio.
Pese al tiempo transcurrido, es la misma discusión que tuvo Caputo con el FMI cuando era presidente del BCRA durante la gestión de Mauricio Macri. En aquel entonces, las reglas no estaban escritas y Caputo violó los acuerdos de palabras financiando una fenomenal fuga de capitales que esfumó los primeros aportes del FMI por unos US$15.000 millones.
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Kozack lo recuerda y los actuales negociadores, liderados por el venezolano Luis Cubeddu (en reemplazo del jefe del departamento Hemisferio Occidental, el chileno Rodrigo Valdés, corrido por imposición de Milei) lo tienen muy presente: con Caputo, las cosas se ponen por escrito, con el mayor detalle posible, sin lugar a interpretaciones y si es posible, se firma por duplicado.
En este juego de poder, el FMI como tantas veces juega con las cartas marcadas. Sabe que la demora en llegar al acuerdo les juega a favor. Cada día, el BCRA está gastando unos US$100 millones de dólares en intervenciones en el dólar MEP para evitar que se dispare y genere una brecha con el dólar oficial que instale en los agentes económicos la expectativa de una devaluación que se traslade en una aceleración de la suba de precios.
Al Gobierno le quedan pocas cartas
Milei tenía como único logro de gestión la desaceleración del ritmo de inflación, desde el 25% que generó la devaluación que decidió con Caputo (que disparó el valor del dólar 118% en diciembre de 2023) a 2,2% en enero pasado. Pero en febrero los precios volvieron a subir por encima del mes previo y en marzo se espera que se repita. Si se concretan dos meses de inflación superior al mes anterior, tendrá poco para mostrar y seguir exigiendo a la sociedad que sufra las consecuencias del ajuste económico.
Las encuestas, que miran en el Gobierno pero fundamentalmente en los mercados para evaluar la sostenibilidad del ajuste, empiezan a marcar un deterioro tanto de la imagen personal de Milei como la de su gestión. El cambio de tendencia comenzó a observarse a partir del discurso de Davos, en enero pasado, extremadamente violento con las minorías, y se profundizó con la estafa del lanzamiento de la memecoins $LIBRA.
El Gobierno ya consumió en sostener el esquema cambiario los US$10.000 millones que colocó de deuda el BCRA, los US$18.500 millones que permitió que se liquiden de las exportaciones en el CCL y unos US$7.500 millones que vendió en forma directa en el MEP. Pese a la compra récord que el BCRA realizó el año pasado de divisas provenientes del endeudamiento privado por unos US$22.000 millones, no logró acumular un dólar de reserva y las reservas netas, que implica descontar los pagos comprometidos a doce meses de la disponibilidad actual, se mantienen igual que al inicio de la gestión, en el orden de los US$12.000 millones negativas.
El mercado sacó cuentas y estima que la disponibilidad de dólares del BCRA no permitirán afrontar los vencimientos de la deuda de julio y probablemente colapsen antes, si se sostiene el déficit de la cuenta corriente del balance cambiario, que arrojó un rojo superior a los US$1.600 millones en enero y se agota el proceso de endeudamiento privado.
El FMI no tiene apuro y el Gobierno no quiere que nadie se baje antes, una pulseada que pese a que Caputo prometió que esta vez será diferente, son pocas las apuestas a su favor y más las que creen que en el Fondo lo estarán esperando cuando las reservas de dólares ya estén agotadas y solo pueda poner el gancho a la propuesta que le presenten sobre la mesa.