El cometa 3I/ATLAS se convirtió en uno de los fenómenos astronómicos más seguidos de 2025. Desde su descubrimiento, el 1° de julio, despertó un interés inmediato porque no se trata de un cuerpo común, es uno de los pocos objetos de origen interestelar identificados hasta el momento y su paso por el sistema solar será irrepetible.
A diferencia de los cometas tradicionales, que orbitan alrededor del Sol, 3I/ATLAS sigue una trayectoria hiperbólica. Esa órbita confirma que no pertenece a nuestro sistema planetario y que, tras su aproximación, continuará su viaje hacia el espacio profundo sin posibilidad de regreso.
Esta condición llevó a que observatorios de todo el mundo priorizaran su seguimiento. Cada variación en su brillo, en su actividad y en la liberación de gases aporta información clave sobre su estructura y su origen, dos aspectos que todavía no están completamente definidos.
Aunque en redes sociales surgieron especulaciones que lo vincularon con tecnología artificial, la NASA y la comunidad científica descartaron esas hipótesis. El interés, aclaran los expertos, es estrictamente científico entender cómo es un cuerpo formado lejos del Sol y qué puede revelar sobre otros sistemas estelares.
Por qué 3I/ATLAS es importante para la ciencia
Uno de los puntos centrales es su procedencia. La órbita abierta del cometa indica que proviene de otro sistema planetario. Eso lo convierte en una muestra natural de material interestelar que puede estudiarse de manera directa, algo extremadamente poco frecuente.
A medida que se acerca al Sol, el aumento de temperatura provoca la sublimación de su núcleo helado. Las observaciones ya detectaron emisiones de agua, dióxido de carbono y monóxido de carbono, compuestos que permiten reconstruir las condiciones físicas y químicas del entorno donde se formó.
El hallazgo de 3I/ATLAS también amplía un grupo muy reducido. Antes de este objeto, solo se habían identificado dos visitantes interestelares: 1I/‘Oumuamua, en 2017, y 2I/Borisov, en 2019. La comparación entre los tres casos ayuda a mejorar los modelos sobre la formación y evolución de cuerpos en otros sistemas estelares.
El 19 de diciembre será una fecha clave para su estudio. Ese día alcanzará su máxima aproximación a la Tierra, a unos 270 millones de kilómetros, una distancia que no implica ningún riesgo. Sin embargo, el incremento de su brillo y actividad facilitará la obtención de datos más precisos.
