El diagnóstico que se repite desde hace varias décadas es descorazonador: en la Argentina, los intentos de acercar la ciencia al aula no suelen ir más allá del terreno de las buenas intenciones. Las consecuencias se advierten en materia educativa, con el mal desempeño en las evaluaciones nacionales e internacionales, en la débil formación de los docentes, pero también en la pobre alfabetización científica de la población y la falta de vocaciones científicas.
Para intentar subsanar este problema crucial para el desarrollo del país y sin embargo minusvalorado, el Ministerio de Educación de la Nación acaba de lanzar un ambicioso Programa Nacional de Ciencia y Tecnología en las Escuelas que pretende superar estas falencias, fomentar la enseñanza basada en la indagación y promover el pensamiento crítico.
“Lo pensamos como un plan integrador –explica el investigador del Conicet y director del Instituto de Enseñanza Técnica (Inet), Diego Golombek–. La idea es que la ciencia no solamente esté en la ‘hora de ciencias’. Queremos trabajar con proyectos, que haya interdisciplina, que científicos y científicas colaboren con la tarea en el aula, y que docentes de ciencias tengan la posibilidad de interactuar con el mundo científico”.
El programa está pensado para los tres niveles educativos: inicial, primario y secundario. La idea es que se desarrolle en forma concertada con jurisdicciones, academias, universidades, sindicatos, asociaciones de científicos.
No es la primera vez que se plantea la necesidad de revisar la enseñanza de las ciencias. “Hubo varios planes. De hecho, participé en uno de los más ambiciosos en 2007/8, y para mi sorpresa algunas de las cosas que propusimos en su momento se implementaron y continúan vigentes –dice Golombek–. Más allá de que tiene 10 puntos principales, hay dos que son los que más vamos a enfatizar. Por un lado, la enseñanza de las ciencias en un sentido de indagación, experimental, y para eso es necesario dotar de recursos a las escuelas. Estamos planeando reequipar laboratorios rodantes y proveerlos de contenidos. Algo que no queremos hacer es que lleguen materiales y queden guardados, o que no se sepa bien cómo se usan, que es algo que pasó en varias gestiones previas y por eso también estamos preparando guías didácticas”.
Otro de los ítems fundamentales es la introducción del espacio obligatorio de ciencias de la computación en todos los niveles educativos. “Existe en algunas escuelas, pero no con el énfasis que queremos darle y tampoco en forma obligatoria –agrega Golombek–. Vamos a revisar los contenidos, y después nos tomaremos el tiempo necesario para ir haciendo la formación docente, en algunos casos inicial, en otros, continua. Queremos aprovechar parte de lo que ya está, e ir analizndo los núcleos de aprendizaje prioritario (NAPs) sobre estos temas en conjunto con docentes, pedagogos y con los que saben de ciencia de la computación. Queremos que esto comience ya. Lo que queda de este año y el año que viene van a ser para formación docente. De manera obligatoria empezaremos en 2023. Esto lo hacemos con el Instituto Nacional de Formación Docente (Infod) y la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe) que van a ser los que van a formar a los docentes para que podamos largarlo con todo. La Fundación Sadosky es nuestra socia principal en esta iniciativa”.
Además de estos dos, hay otros ocho puntos que tienen que ver con revisión de contenidos, fomentar la formación docente en enseñanza de las ciencias, crear espacios de experimentación, capacitación en nuevas tecnologías y desarrollo de centros educativos de Innovación tecnológica, así como clubes de ciencia. El plan plantea crear 100 EducLAB, con laboratorios de fabricación digital, multimedia, sonido, arte digital.
También, a la manera del Centro Cultural de la Ciencia (C3, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación), está prevista la creación de 24 “C4". “Estamos comenzando con seis que tendrán una característica: no van a ser genéricos, sino que se van a dedicar a las tecnologías asociadas con la economía de cada jurisdicción –se explaya Golombek–. Uno en La Rioja, dedicado a la industria textil; en Chaco, a la industria forestal; otro en Tucumán, a la de alimentos; otro en Córdoba, a las comunicaciones y satélites; otro en Santa Cruz, a la minería sustentable, y otro en San Juan, a las energías renovables. Van a ser lugares donde estudiantes, docentes y directivos van a poder empaparse de estas tecnologías para que estén presentes en la escuelas”.
Particularmente interesante para maestros y profesores es el Proyecto “180 contenidos”, con propuestas de actividades divididas en tres temáticas: problemas lógico-matemáticos, experimentos sencillos e historias de ciencia y tecnología. Uno para cada día de clase y que pueden aplicarse en 5 o 10 minutos, a modo de recreo de las actividades curriculares. “Es una sugerencia del neurocientífico francés Stan Dehaene: un banco de problemas para decir ‘bueno, ahora paramos, nos tomamos diez minutos para resolver esto juntos’”, ilustra Golombek.
El programa también contempla cursos autoasistidos para la población general sobre algunos temas prioritarios, como inteligencia artificial, ciencia y de datos, cambio climático, biotecnología y medicina molecular, y ciencia de los alimentos. Y está previsto hacer una convocatoria de proyectos para que las universidades apadrinen a escuelas de su localidad; en especial, del secundario.
Este año está previsto lanzar una licitación para equipar a mil escuelas primarias y secundarias con los laboratorios móviles por un monto de alrededor de aproximadamente 1400 millones de pesos. Para el resto, se prevé invertir alrededor de 6000 millones de pesos que deberán estar incorporados en el presupuesto 2022.
“Este plan es muy importante por dos motivos –afirma Ana Franchi, presidenta del Conicet–. En primer lugar, despertar vocaciones científicas. Necesitamos más investigadores e investigadoras y hay carreras científicas que están teniendo poco alumnado. Es fundamental atraer a los jóvenes (y en especial a las jóvenes) a las carreras científicas, como ingeniería e informática. Eso me parece fundamental. Pero además hay otro tema: la necesidad de formar ciudadanos y ciudadanas críticos. Creo que la pandemia nos demostró, no solo aquí sino también en otros países, cómo la desconfianza hacia las vacunas, por ejemplo, se basan en ideas que no tienen asidero. No podemos hablar de alguien alfabetizado en el siglo XXI si no tiene una sólida formación científica para poder tomar decisiones. Con Diego tenemos una relación asidua desde hace muchísimos años y vamos a participar en los distintos puntos de este programa”.
Y concluyó: “Creo que es un plan integral. Toma todos los estamentos de la educación, revisa los contenidos curriculares, promueve la formación continua de los docentes, que es fundamental porque la ciencia avanza más rápido de lo que podemos enseñarla. Y crea espacios de experimentación. Otro punto que también me parece fundamental es que la gente tiene que saber porqué invertimos en ciencia, que no nos vuelvan a decir que es algo superfluo o que no tiene sentido”.