La segunda reunión formal entre el Gobierno y la CGT desde la asunción de Javier Milei dejó a los gremialistas la sensación, contraria a la prédica oficial, de estar frente a una administración sedienta de acuerdos corporativos y deseosa de tener de su lado al sindicalismo peronista más identificado con la "casta". El encuentro en la Casa Rosada que presidió el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y contó con el secretario de Trabajo, Julio Cordero, y el asesor plenipotenciario Santiago Caputo, sentó las bases para una tregua de largo aliento con la central obrera, tal como había adelantado El Destape, que podrá incluir la administración conjunta de la conflictividad con casos testigo como los del sector universitario y de los gremios aeronáuticos.
La charla en la Casa Rosada fue consecuencia directa de la reglamentación publicada la semana pasada sobre el capítulo laboral de la ley Bases, que contempló algunos planteos de los sindicalistas tras una gestión reservada que llevaron adelante el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, y el albañil Gerardo Martínez (Uocra). Los funcionarios admitieron que fue tal el nivel de concordia que se consideró allanado el camino para una próxima cita entre Javier Milei, la central sindical y el G6, como se denomina al núcleo de las principales cámaras empresarias (industria, comercio, agro, bancos, construcción y negocio bursátil).
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Participaron Héctor Daer y Carlos Acuña, dos de los secretarios generales de la CGT, y se ausentó como estaba previsto Pablo Moyano, de los más críticos del Ejecutivo. Tampoco estuvo su padre y jefe de Camioneros, Hugo Moyano, a pesar de que en los días previos había anticipado su decisión de asistir. Completaron la comitiva Andrés Rodríguez (estatales, UPCN), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Jorge Sola (seguros), Cristian Jerónimo (vidrio), Argentino Geneiro (gastronómicos), Sergio Romero (docentes, UDA), Maia Volcovinsky (judiciales), Marina Jaueguiberry (docentes privados), Daniel Ricci (educación universitaria) y Roberto Fernández (colectiveros, UTA).
La voluntad pacificadora no evitará la participación de la CGT en la segunda marcha universitaria convocada para este miércoles tal como ratificaron ante los funcionarios todos los dirigentes, en particular Romero, Ricci y Jaureguiberry, los referentes del sector educativo que asistieron. Caputo y Francos admitieron que en el Gobierno siguen con preocupación el desarrollo de un conflicto que el 23 de abril alumbró una de las movilizaciones más impactantes en convocatoria numérica de la historia reciente de la Argentina.
Fernández dio la nota reidera de la jornada: mientras relataba las particularidades del conflicto salarial de los colectiveros que lo llevó a declarar un paro por 48 horas para esta semana que quedó en suspenso por el dictado de la conciliación obligatoria, comenzó a deshacerse en elogios hacia el Presidente, pidió la resolución de la controversia de la UTA para quedar en posición de "ayudar al Gobierno" y hasta se declaró ante la audiencia como "mileísta de la primera hora" para sorpresa de propios y ajenos.
Más allá de la anécdota, la minuta de la cumbre hecha por la conducción de la CGT marcó respuestas favorables a todos sus planteos, al menos con un compromiso de análisis al más alto nivel de la gestión libertaria. Así lo hicieron saber los funcionarios ante los pedidos de morigerar el capítulo de la reforma laboral que habilita a los empresarios a despedir sin indemnización a cualquier trabajador sindicado como partícipe en un bloqueo; de estudiar un alivio a las finanzas de las obras sociales, y de darle la espalda al paquete legislativo que impulsa la UCR para encorsetar a los sindicatos. También prometieron habilitar canales de negociación con los gremios universitarios y aeronáuticos y, de manera más genérica, establecer a corto plazo una mesa tripartita de debate con las cámaras patronales.
Sobre este punto uno de los participantes por el Ejecutivo se declaró exultante por el tenor de la reunión y confirmó a última hora la posibilidad concreta y a corto plazo de la creación de una mesa de diálogo institucional tripartita cuya inauguración podrá contar con el jefe de Estado. Hasta ahora lo más parecido fueron algunos intercambios sectoriales promovidos por la Secretaría de Trabajo con gremios y empresarios aunque sin proyección política alguna. "Se puede armar a primerísimo nivel una mesa tripartita para empezar a conversar sobre producción y trabajo. Puede ser histórico", se entusiasmó el funcionario.
La anterior ocasión en que la CGT ingresó a la Rosada fue en abril, hace casi seis meses, con una lista de concurrentes casi idéntica pero en aquella oportunidad con Nicolás Posse, entonces jefe de Gabinete y mano derecha de Milei. Caputo, presente en ambas, salió este lunes del bajo perfil de la convocatoria anterior y en esta oportunidad optó por participar en la foto. Fue, una vez más, el más enfático a la hora de escenificar el interés libertario por arribar a un entendimiento de largo plazo con la CGT. Como muestra de buena voluntad los funcionarios dijeron que el Gobierno no se dejará "marcar la cancha" por el diputado radical Martín Tetaz, presidente de la comisión de Legislación Laboral de la Cámara baja e impulsor de los proyectos orientados a resucitar la alfonsinista Ley Mucci, ideada para reducir al mínimo el poder de presión de los sindicatos.