La palabra degradada menoscaba la política

04 de julio, 2021 | 00.05

Desde hace tiempo genera lógica preocupación, y atención, “la palabra” en sus más variados sentidos, por la degradación que puede causar en valores comunitarios que es necesario preservar, aun renovándolos. Lo dicho ligeramente, lo afirmado con plena consciencia de su falsedad, lo discursivo puramente retórico, las verdades a medias que encierran mentiras, la palabra empeñada e incumplida. Si bien la palabra no es la única vía en que se expresa la Política, constituye un instrumento preponderante en la comunicación indispensable para construir sentidos, identidades y orientar voluntades.   

Doña Disparate y Bambuco

Entre las maravillosas obras infantiles escritas por María Elena Walsh se cuenta “Doña Disparate y Bambuco”, que relata los desopilantes episodios que protagonizan esos dos entrañables personajes que nos proponen una recorrida por el mundo, usando la imaginación para transportarnos y donde lo importante no es llegar, porque es ilusorio el destino, sino provocar el asombro y apasionar con el descubrimiento.

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En nuestros días, privados de la ingenuidad y simpatía que despiertan en esa historia, destacada dirigencia de Juntos por el Cambio recrea a aquellos personajes en forma patética.

Doñas Carrió, Bullrich y Ocaña van exhibiéndose cada vez más desprovistas de argumentos serios para sostener sus críticas -seriales, permanentes- contra toda acción de Gobierno.

Luego de las imputaciones a que dieron rienda suelta con relación a las vacunas: por “envenenamiento”, por “retornos/coimas” o porque las que se traían “no inmunizaban” a la población de mayor riesgo; siguieron insistiendo, una vez desestimadas aquéllas, en otras -tanto o más disparatadas- como la de que Argentina se encamina a convertirse en Venezuela o Cuba, países a los que demonizan guionadas por la Embajada de EEUU, o de que existe un plan siniestro para atentar contra las libertades civiles y políticas, presentando medidas básicas de cuidado frente a la pandemia como “restricciones” que califican de infectadura.

Con la candidez de “Bambuco”, el niño de aquel relato, pretenden mostrarse quienes hace mucho han dejado atrás la infancia y la vergüenza, cuya expresión más acabada es el propio Mauricio Macri.

En una reciente entrevista por TN, antes de iniciar otro período de vacaciones -que es su estado natural-, afirmó muy suelto de cuerpo que impulsa en su espacio político que “se consolide el liderazgo, que se fortalezcan y tengan compromiso con los valores en los cuales se basa el desarrollo de un país: el progreso, la modernidad, la integración al mundo”. Que en su opinión es todo “lo contrario a lo que predica el populismo”, rematando su análisis calificando al kirchnerismo como una “versión salvaje y antidemocrática del peronismo”.

Lo importante para esa estrategia no es que se diga algo carente de todo asidero, que se hagan acusaciones sin contar con prueba alguna o incluso a sabiendas de constituir falsedades, lo que interesa es que se propalen valiéndose del poder mediático hegemónico, ya que en definitiva cuando todas esas mentiras salgan a la luz los efectos buscados (el asombro, el desconsuelo, el descrédito) se habrán producido -cuando importaba- y, una vez desmentidas, no repararán el daño ni tendrán, obviamente, una difusión similar que ponga en evidencia ese viciado proceder.

El reino del revés

Cuesta creer el grado de distorsión de la realidad que a diario instala la oposición, que no se circunscribe a lo que cotidianamente acontece sino que, también, abarca visiones retrospectivas que importan un negacionismo cínico de lo ocurrido en el gobierno de Cambiemos. Pretendiendo una epopeya de lo que fuera para el país la más desastrosa gestión desde la recuperación de la Democracia en 1983, a la par que reivindicando con hipócritas consignas valores que en los hechos han menoscabado con prácticas autoritarias que ahora se las adjudican al oficialismo.

El título elegido para una Declaración publicada esta semana por un grupo de personas ligadas a Juntos por el Cambio, “La Argentina en una encrucijada: neogolpismo o progreso”, es la demostración más acabada de lo antes señalado.

Allí se hacen muchas consideraciones sin correspondencia alguna con lo que sucede en Argentina, se denuncian peligros inexistentes a la par que se banalizan los que realmente acechan a la democracia, se rasgan las vestiduras invocando una República que ha sido diezmada en sus instituciones fundamentales por el macrismo -y sus aliados- sin que jamás levantaran la voz o cuestionaran acciones de esa índole. Algunas citas textuales ilustran por sí solas, sin requerir demasiados comentarios.

“Un grave peligro se cierne sobre la democracia argentina. No el militar como los que conocimos en el pasado, sino otro mucho más sutil que se enmascara bajo la retórica del altruismo y la solidaridad (…) Ahora llegan al gobierno con el voto popular y usan el poder para corroer el sistema desde adentro hasta convertirse en autócratas.”

“(…) El cambio de régimen no se produce de un día para otro, sino mediante una estrategia progresiva, que prepara el terreno con violencia discursiva, narrativas épicas y ofrendas simbólicas, para luego pasar, en su etapa de metástasis, a proscripciones, encarcelamientos y expropiaciones. Los gobiernos populistas requieren enemigos para fortalecer su propia estructura maniquea…”

“Mientras nos mantienen en guardia contra peligros inexistentes —las dictaduras militares, los ‘poderes concentrados’, los ‘holdouts’, ‘el campo’, la ‘prensa hegemónica’— desarman  uno a uno los resortes de la democracia republicana hasta convertirla en un mero membrete y una cáscara vacía. (…) Fue siguiendo esta lógica que en sus gobiernos previos el kirchnerismo intentó apropiarse de la prensa, colonizar la justicia y perpetuarse en el poder …”

Otra vez los versos de María Elena Walsh sintetizan, perfectamente, ese tipo de desvaríos: “Me dijeron que en el Reino del Revés (…) / un ladrón es vigilante y otro es juez/ Y que dos y dos son tres”.

La palabra empañada

El clima preelectoral es propicio para todo tipo de especulaciones, que en las de medio término se acentúan por las expectativas de que disminuyan las polarizaciones y, con ello, se abran posibilidades de una mayor distribución de los votos porque la ciudadanía exhiba más libertad para manifestar preferencias, enojos o decepciones.

La unidad que el peronismo ha logrado con los consensos para designar a las autoridades partidarias, así como la cohesión que mantiene la coalición gobernante a nivel nacional que no parece que vaya a alterarse en la conformación de las listas de candidatos, brinda serias probabilidades de que el Frente de Todos amplíe su representación parlamentaria y le permita avanzar en las transformaciones planteadas por el Proyecto Político que lo llevó al triunfo en el 2019.

La principal fuerza opositora no consigue expandirse con nuevas alianzas, ni consolidar las preexistentes con internas que muestran una descomposición creciente. En ese escenario los sectores concentrados del Poder Económico, conscientes del debilitamiento de su representación política buscan desesperadamente canales para fragmentar el voto peronista, especialmente en la Provincia de Buenos Aires.

La reaparición de Florencio Randazzo forma parte de esa estrategia, en la que el Grupo Clarín se constituye en una pieza fundamental y opera a través de su gerente de relaciones institucionales Pablo Casey, sobrino de Héctor Magnetto y al que señalan como su “heredero”.

Sí, el mismo Randazzo que allá por el 2015 se autopostulaba candidato a Presidente, como única y excluyente aspiración, desechando cualquier otra alternativa en “honor a la palabra empeñada” y anunciaba su definitivo retiro de la política en el caso de no concretarse su nominación, el apoyo de Cristina y sin interna alguna.

Una tribuna vacía

Clarín y La Nación son los multimedios que encabezan la “cruzada” contra el Gobierno nacional, continuando su prédica de odio -particularmente exitosa con el macrismo desde 2016- dirigida contra todo proyecto soberano, popular y democrático.

Sus diarios son las naves insignias, donde cobijan a todos aquellos que puedan traducir en palabras los constantes ataques que dirigen hacia funcionarios, dirigentes, personalidades y cualquier otra persona que adhiera o se identifique con el Proyecto oficialista.

En sus titulares, con frecuencia lo único leído o reproducido en otros medios y que impacta en el imaginario colectivo, es quizás donde más ostensible resulte ese antagonismo visceral cada vez más distante del periodismo y del ejercicio legítimo de la libertad de prensa.      

Clarín, que se autodenomina “el gran diario argentino”, en tapa de su edición dominical del 24 de enero de 2021 titulaba, con grandes caracteres, su nota central: “Quedarán sin vacunar este año los que tienen entre 18 y 60 sin enfermedades”.

Nuevamente la realidad desmiente ese tipo de afirmaciones, como cualquiera medianamente informado puede advertir en función de la amplia franja etaria convocada a vacunarse sin requerir para ello patologías preexistentes. Entonces, Clarín pone la mira en el ritmo de vacunación que califica de lento y, además, aprovecha para desalentar la concurrencia a los comicios con notas como la publicada el 27 de junio de 2021 (titulada: “Al ritmo actual de vacunación, sólo uno de cada cuatro votantes tendrá las dos dosis en las PASO”).

Claro, que ninguna de esas reflexiones críticas se destinan a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que registra record de contagios y fallecimientos por Covid, una demora injustificada en la puesta en marcha del Plan de vacunación y una tercerización sospechada e ineficiente en beneficio de prestadoras privadas de salud. 

El diario La Nación, fundado por Bartolomé Mitre y que se autoatribuye ser un “tribuna de doctrina”, no le va a la zaga, como se desprende de su principal título de tapa en la edición del 30 de junio de 2021: “Argentina el peor país para pasar la pandemia”.

No es preciso trasportarnos imaginariamente a otros Continentes, sólo analizar lo que ocurre en nuestros países vecinos o en el resto de Latinoamérica lleva inexorablemente a descalificar por completo semejante afirmación. Aunque, ello no supone minimizar los efectos que manipulaciones dialécticas de ese tipo provocan cuando se publican en medios que gozan de cierto -a esta altura, inexplicable- prestigio en capas medias de la población.

Es a ese diario, que sigue fielmente la tradición de su fundador, al que recurren y enaltecen libertarios de cartón pintado, como ejemplo de la doctrina republicana que dicen profesar.

Oportuno resulta recordar a Juan Bautista Alberdi, otra histórica figura que reivindican desde aquel republicanismo neoliberal, quien pensaba de Bartolomé Mitre:

“El primer inconveniente que hallamos al general Mitre para ser jefe de un partido liberal es que no entiende con precisión lo que es la libertad (…)  La mejor prueba de que el general Mitre ignora la libertad es que la equivoca con el odio, en los que la ejercen contra él. Un hombre de libertad no se pone jamás en posición de razonar de este modo virtualmente favorito del general Mitre: ¿No es de mi opinión? Luego me odia. ¿Me contradice, me critica? Luego es mi enemigo. ¿Me hace oposición? Luego me hostiliza ¿Me resiste? Luego me provoca, me declara la guerra, me da derecho a exterminarlo”.

“El liberalismo, como hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente, es enemigo: la disidencia de opinión, es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte”. (J. B. Alberdi: Escritos Póstumos).

Con los pies en la tierra

Las elecciones del presente año poseen un valor simbólico relevante, pero mayor aún es la necesidad de consolidar una democracia social, participativa y plural que impone reforzar nuestra autodeterminación soberana como país.

Se acaba de cumplir un nuevo aniversario de la muerte de Juan D. Perón, que amerita referir alguna de sus profundas reflexiones: “Así como el agua químicamente pura no sirve ni para beber, ni para regar … El hombre que pretende ser químicamente puro viviendo al margen de todas las batallas sociales, como un espectador egoísta, tampoco sirve para nada”.

De eso se trata entonces, sin abandonar las críticas ni las preferencias que podamos sostener, amalgamar al máximo las diferentes vertientes que confluyen en el Frente de Todos, que configura la única vía para resistir la embestida neoliberal y desarrollar un Proyecto nacional y popular.