Ya todos sabemos que vive en una piña debajo del mar, ama las "cangreburguers" y tiene una de las risas más adorablemente irritantes de la historia de la animación. Lo que muchos desconocen, sin embargo, es que el personaje creado por Stephen Hillenburg ya cumplió los diez y seis años. Hablar de adolescencia, sin embargo, podría ser un tanto apresurado ya que desconocemos realmente cuáles son las etapas de la vida de una esponja marina (al menos nosotros, inocentes espectadores, pero de seguro no su creador Hillenburg, quien ostenta un título de Biólogo Marino) y, de todos modos, el cuadrado amarillo parece eternamente anlclado en una absurda infancia.
El 24 de julio de 1999 se emitió por primera vez el programa a través de la señal Nickelodeon, que originalmente iba a llamarse simplemente "El niño esponja". Debido a que dicho nombre ya estaba registrado, Hilleburg encontró en "Bob" un nombre simpático, corto y fácil de memorizar. El resto es historia animada.
El primer capítulo, transmitido precisamente hace 16 años, lleva por nombre "Help Wanted" (Se busca ayuda), y cuenta el miedo de Bob Esponja por pedir empleo en el Crustáceo Cascarudo, pero Patricio, su mejor amigo, lo anima y logra pedirlo. Aparecen ya desde la primera temporada sus inseparables amigos y vecinos como Calamardo, Arenita y el explotador pero querible Don Cangrejo, dueño del restaurant especializado en las mencionadas cangreburguers.
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Con ecos de Ren y Stimpy (¡esos planos detalle que muestran más de lo necesario!), la serie supo ganarse sus adeptos también en el público adulto, feliz de poder compartir con los más pequeños un programa tan ridículo como divertido.
Bob Esponja tuvo su primer película allá por el año 2004, realizada por el propio Hillenburg, quien luego se relegó al rol de productor ejecutivo abandonando así los guiones de la serie. Este año pudo verse en cines la segunda parte, que también fue un enorme éxito de taquilla a nivel mundial, lo cual demuestra la vigencia del personaje. No es descabellado, entonces, imaginar otros diez y seis años más. Para ese entonces, quizás, Bob haya madurado. Esperemos que no.