Problema estructural en la economía argentina, la restricción externa, o falta de dólares, resulta paradójicamente hoy uno de los menos acuciantes, no solo porque el mercado se ha adaptado de alguna manera al denominado “cepo” que impuso Mauricio Macri a fines de 2019, sino por otros dos factores relativos al actual gobierno, como lo son la pericia y la suerte.
En el primero, se puede mencionar el importante logro del gobierno en 2020 relativo a la reestructuración de la deuda con los bonistas privados, que además del ahorro de 30.000 millones de dólares, logró una postergación de los vencimientos por cuatro años, a lo cual se debe sumar el acuerdo de refinanciamiento con el Club de Paris, más allá de que este último estaba contemplado dentro de las opciones del acuerdo inicial de 2014.
Por el lado de la suerte, se puede enumerar en primer lugar la suba de las materias primas, fundamentalmente del producto estrella de exportación argentina, la soja, cuya suba internacional del 45 por ciento en el año, permitió en gran medida que las exportaciones del primer semestre llegaran a 35.339 millones de dólares, un 28 por ciento más que el año exterior, lo que permitió sostener un fuerte superávit de 6.740 millones, aun cuando, producto de la reactivación, las importaciones subieron el monumental 48,6 por ciento. Como así también, y aun cuando resulte delicado hablar de suerte en el contexto de la pandemia, el oxígeno que brinda el hasta hace unos meses inesperado giro por 4.355 millones de dólares de asistencia Covid por parte del FMI, que según señaló días atrás la vicepresidente CFK serán utilizados para abonar los vencimientos de este mismo organismo por 3.800 millones entre septiembre y diciembre.
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Así, de los 7.500 millones de dólares que el Banco Central logró adquirir producto de la excepcional performance importadora, poco y nada de los 3.500 millones que sumó de reservas necesitarán usarse para cancelar vencimientos durante el presente año, por lo que todo indica que gran parte de ese monto se utilizará para defender el valor del peso, en un contexto de fuerte suba de la emisión monetaria, no el único factor pero sí uno de los más relevantes en la presión devaluatoria. Sucede que si bien la emisión en lo que va del año, cercana al medio billón de pesos, aún está lejos de los dos billones emitidos en 2020, su fuerte aumento exhibe el sendero que se fijó el gobierno de cara a la crisis y a las elecciones, pues solo en este mes de julio casi duplicó lo que se había emitido en todo el primer semestre.
Este esquema, al que se sumarán probables nuevas trabas a las importaciones, es lo que posibilitará al gobierno llegar a las elecciones del 14 de noviembre con grandes posibilidades de sostener las microdevaluaciones del uno por ciento mensual, que viene llevando adelante desde marzo y le está permitiendo impedir que la inflación aumenté más allá de los 3 puntos mensuales, un guarismo muy alto, pero devastador si se ampliase.
2022, regreso al pasado
Resulta una incógnita saber si el próximo año, se sostendrán los altos precios actuales de las materias primas. Pero en cualquier caso, solo los 18.000 millones de dólares que el gobierno de Mauricio Macri se comprometió a abonarle al FMI el próximo año sin estudio alguno de sustentabilidad, o los vencimientos del Club de Paris por otros 2.000 millones, marcan el clima de carencia de divisas al que regresará el país, con mercados financieros cerrados y bajo un gobierno reacio a responder sumisamente a los programas neoliberales que impone el FMI hacia sus países deudores. Lejos de mínimas, aquí las chances devaluatorias se acrecientan, más aún si se tiene en cuenta que difícilmente se sostenga el denominado “Tipo de Cambio Multilateral”, es decir el valor del dólar en la Argentina frente al de nuestros principales socios comerciales, que se encuentra en este momento entre los más competitivos de la historia, pero que con la inflación proyectada para este año de entre un 40 y 50 por ciento muy posiblemente quedará retrasado, es decir “barato”, lo que implicará mayores demandas de importaciones, atesoramiento, o demanda para viajes al exterior, forzando al gobierno a establecer correcciones.
De esta forme, quienes apuesten a la devaluación muy probablemente no encuentren eco en la realidad durante el presente año. El 2022, será otra historia.