Victoria Onetto, íntima: su carrera en la política, los recuerdos del Bailando y la híper sexualización y su deseo para Cristina en el 2023

En diálogo con El Destape, la actriz y política a cargo de la Subsecretaria de Políticas Culturales de la Pcia de Buenos Aires hizo un sincero repaso sobre su historia, su lucha contra los operadores mediáticos y los cambios de paradigmas en la televisión.

04 de abril, 2023 | 10.25

Actriz de telenovelas de culto como Clave de sol, Muñeca brava y El sodero de mi vida, personaje mediático que enfrentó motes en una década donde el feminismo no era siquiera un tema de conversación en los paneles de magazines de espectáculos, madre e hija que lleva adelante una sentida lucha y militancia por los derechos humanos y la Memoria, y actual gestora a cargo de la Subsecretaria de Políticas Culturales de la Provincia de Buenos Aires, cargos y características que delinean el perfil de Victoria Onetto, mujer imponente que integra el equipo de Cultura del Gobernador Axel Kicillof. En diálogo con El Destape, Onetto ofrece un sincero repaso por aspectos poco consultados de su historia mientras encara nuevos desafíos dentro y fuera del escenario político.

- Arrancamos un picante año de elecciones...

Y con grandes desafíos. Axel (Kicillof) está muy fuerte en la Provincia, sin dudas va por la reelección y estaremos ahí si es lo que él decide. Yo no voy por ningún cargo electivo, simplemente acompaño su labor y sigo trabajando para ampliar derechos. El verdadero sentido de la gestión es generar puestos de trabajo y lograr mejorar las condiciones de infraestructura cultural para las instituciones.

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- ¿Por qué decidiste empezar a involucrarte en política?

A veces me pregunto porque decidí, siendo actriz, meterme en la gestión y la respuesta más sincera es ¡porque puedo! (risas). En realidad tomé esa decisión cuando, años atrás, el peronismo perdió frente a Macri (Mauricio) y supe que lo que iba a venir no iba a estar bueno, tal como sucedió con las políticas neoliberales que fomentan la cultura del individualismo y la meritocracia que se implementaron durante su mandato.

Por otra parte, en 2006 decidí estudiar un posgrado de Gestión en Políticas Culturales y Comunicación, y en sintonía ya estaba produciendo mis propias obras y entendiendo a la cultura como una herramienta de transformación social, en el sentido de poder abordar a través de hechos culturales temáticas o problemáticas que a una le interesan, para poder transformarlas.

- Además de tu historia familiar, ¿hubo algún hecho o persona que haya influido en la decisión de volcarte a la gestión política?

Tengo 50 años y viví los ‘90 en plena ebullición y fertilidad de mi carrera como actriz: menemismo, uno a uno, trabajaba en la tele, en teatro y películas, ganaba mucha plata, a los 25 años me compré mi primera casa, cosas que hoy serían imposibles. Pero recién con la irrupción de Néstor (Kirchner) en la política empecé a pensar que había alguien que me interpelaba y me conmovía. Así como remarcás, creo que en esta decisión personal también pesa mi historia de vida y el hecho de llevar en mi sangre parte del registro nacional militante con el asesinato de mi padre y la lucha de mi abuela. Soy de las que consideran que hay que hacerle honor a tu identidad y las banderas que te representan. 

Confieso que no es fácil meter las patas en el barro siendo una mujer que viene de ser disruptiva en la televisión. Las agresiones que llegan todo el tiempo y las operetas mediáticas que te hacen se sienten en el cuerpo, no es gratuito estar de este lado y hacerle frente a ciertas corporaciones. Por eso elijo no mirar nada, no uso las redes porque alimentan la locura.

- Me interesa mucho la historia de tu abuela, la actriz y militante de Montoneros Lili Massaferro. ¿Cómo era tu relación con ella?

Lili Massaferro, “La Pepa” en su militancia y Lili Gacel en su faceta como actriz. Era una increíble luchadora que sufrió lo peor que una mujer puede vivir: el asesinato de un hijo, mi padre. Mamá estaba embarazada de mí, de seis meses, y yo nací en junio del ‘71, soy hija póstuma. Luego del asesinato de papá, mi abuela se metió de lleno en la política. En ese momento era amiga de Paco Urondo y Juan Gelman, empezó a militar en lo que después fue Montoneros y dio su primer discurso en el ‘74 en el Luna Park, en la rama femenina del Movimiento Evita. Eso le valió hablar en el mítico acto de Atlanta. Luego, durante la última dictadura cívico militar la persiguieron y terminó exiliándose, dejando a sus tres hijos y a su marido, Marcelo. Recién a los tres años ellos pudieron ir a visitarla.

En el '86, cuando volvió de Europa, tuve la oportunidad de visitarla todos los fines de semana en su casa de campo, en Cañuelas, para que me contara la historia de mi padre, para poder conocerlo a través de sus relatos. Fuimos muy unidas y ella fue mi fan número uno cuando estuve en la cresta de la ola como actriz. Me marcó la vida y veo en mi hija Eva muchos rasgos de ella, sus ojos claros, su pelo rubio y su determinación.

- ¿Es cierto que empezaste a actuar a los 13 años?, ¿cómo se dio ese proceso?

Sí, es cierto. Fue algo inevitable. Como niña sin padre, porque lo asesinaron el 8 de marzo del ‘71, criada en la dictadura de los ‘70 y estudiante de primaria del colegio Granaderos San Martín -no sabía si mi compañerita de al lado era o no la hija de Massera (Emilio)- la infancia tuvo sus dificultades. Mamá, para cuidarme, me había dicho que papá había muerto en un accidente de tránsito. ¿Cómo le explicás a un niño que le desaparecieron al papá y lo mataron? Recién cuando empecé a conocer mi historia, con el inicio de la democracia en el país, me animé a compartir más y a animarme a explorar esas facetas hiperquinéticas que tenía desde siempre. 

Mi inicio como actriz lo transité como una de esas cosas que suceden por casualidad: tenía un compañero de primaria que se llamaba Sebastián y lo habían llamado a un casting en ATC. Lo acompañé a la audición y cuando estábamos en la fila el productor de ese momento me vio y me preguntó si me animaba a hacer una prueba. Le dije que sí, quedé y así empecé a actuar. Y no paré hasta hoy. Después vinieron Clave de sol, el período de telenovelas en una televisión que ya no existe, mi primer protagónico en teatro, Don Fausto, que fue una bisagra en mi carrera. 

- ¿Extrañás algo de ese período de gloria de la ficción nacional en la televisión?

No soy melancólica pero entiendo que el momento que viví en la industria con, por ejemplo, el pico de 40 puntos de rating con Muñeca brava no existe en la actualidad. Tampoco tenemos tantos espacios de trabajo; en ese sentido, muchos jóvenes actores y actrices están migrando a las plataformas de streaming. Considero que tenemos que dar un debate sobre el problema que acarrea la televisión y la escasez de ficciones, y que es un tema que debe estar dentro de la agenda política en cultura para poder generar leyes que garanticen la producción nacional en señales y plataformas. 

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- Tu punto más alto exposición coincidió con una etapa donde la TV abierta podía ser un circuito muy oscuro. ¿Te dolió ser sujeto de hiper sexualización mediática en programas cuyos conductores aún hoy siguen vigentes?

Era otra época. Por suerte ahora estamos hablando de machismo y patriarcado en los medios y en la industria cultural. Me parece incluso más potente que una mujer que vivió en carne propia la hiper sexualización -con el famoso apodo ‘Jessica Rabbit’ que crearon para mí en la televisión-, sea la encargada de visibilizar estos temas para erradicar conductas violentas. De todo lo que he vivido ni siquiera el 1% podría suceder hoy en una producción: si eras actriz no podías estar en tranquilidad ni en los camarines de los teatros. Si hablo no se salva ni uno.

- Voy a la repregunta, ¿te molestaba el apodo Jessica Rabbit y los comentarios que se tejían sobre tu figura?

No, en ese momento no me molestaba. La verdad es que todas las actrices de esos años fuimos parte del mismo proceso y aún así hacíamos las tapas en bolas de las revistas. Estuve en el segundo Bailando por un sueño, donde había muchas colegas famosas, y si bien siempre tuve una personalidad muy fuerte y marcaba límites, pasaban cosas. No te voy a decir quién porque muchos de ellos ya están escrachados. Lo que sí te puedo decir es que nunca recibí unas disculpas, nada. Solitos fueron cayendo. Venían y te tocaban la puerta de un camarín, algunos que te querían meter mano, productores que amagaban con llevarte a tu casa y encaraban para el hotel alojamiento. Hoy miro para atrás y me río, pero vivo agradeciendo a todas las chicas jóvenes que se animaron a hablar, incluso pagando el costo altísimo de ser tachadas del medio.

- ¿Sentís que hay un cambio, que vamos hacia otro paradigma social?

Hay un cambio y una transformación. Lo veo en mi hija y en sus amigas. Evolucionamos en las formas de amar y percibir a los otros. Me parece hermoso que ahora haya ropa sin género establecido y que todos, no importa que seas gay, lesbiana, travesti o transexual, puedan hallarse en este mundo y ser felices. Yo ya soy una mujer grande a la que le gusta ponerse tacos, maquillarse, ponerse linda y con buena ropa, soy así coqueta y no por eso avalo al patriarcado. Sé que represento un modelo de belleza hegemónica, de minita. ¡Tampoco está mal ser minita! (risas). Creo que esos cambios nos enriquecen como personas.

- ¿Vas a volver a actuar?

Ahora estoy rodando una película. Estoy muy contenta porque estoy siendo fiel al deseo. Es la historia de un cantante de tango tartamudo.

- La última: en el deseo de la gente suena fuerte el nombre de Cristina Fernández de Kirchner para un tercer mandato presidencial. ¿Te gustaría verla como Presidenta una vez más?

Cristina es la conductora del espacio nacional y popular. Ella marca el camino y es una líder política indiscutible. Claro que me gustaría que la candidata sea ella.