(Por Ana Clara Pérez Cotten) Volvieron los abrazos cerrados, las noches de teatro, las hinchadas que agitan en las canchas de fútbol, los recitales con aire de primavera y las manifestaciones políticas pero los casi dos años de encierro y prudente distancia social pandémica, la dimensión virtual que tomó la existencia y cierta funcionalidad que adoptaron los vínculos parecen haber dejado una marca en cómo se da el encuentro con la corporalidad del otro y en cómo se viven los fenómenos populares tan constitutivos de nuestra cultura.
¿El discurso sanitario y de cuidados afectó nuestra percepción sobre lo masivo? ¿El Estado puede ser el garante del reencuentro en las calles sin que eso implique, de esa forma, legitimar también el fin de una pandemia que todavía no se vislumbra con claridad? ¿Lograremos, después de haber subido y bajado las olas de muertes y contagios, retomar las viejas dinámicas como si nada hubiera pasado? ¿O, en definitiva, es la pérdida del poder adquisitivo lo que dificulta el acceso a determinados escenarios?
Télam consultó al antropólogo Pablo Semán, a la socióloga Sol Montero y a la doctora en Letras Natali Incaminato para indagar en los cambios alrededor del concepto de lo popular, explorar los diálogos que se establecen entre virtualidad y territorialidad, y desentrañar el desafío que enfrentan tanto el Estado como la política para articular estas nuevas subjetividades.
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La proxemia de distancia corta es característica de la cultura argentina y, salvo que haya una nueva alarma epidemiológica, me cuesta creer que vayamos a cambiar eso, advierte Semán, autor de "Religiosidad popular: creencias y vida cotidiana", al analizar el escenario que se abrió con la vacunación masiva y el descenso de los contagios, y que genera unos instantes de incertidumbre al momento de tocar, abrazar, saludar con beso o de acortar las distancias con confianza y afecto.
Sin embargo, el sociólogo y antropólogo relativiza que esa proxemia tenga un correlato directo la configuración de lo popular. Ya antes de la pandemia, la política había relegado la participación, los actos se volvieron guionados, las redes tomaron protagonismo. El fútbol está súper elitizado, la posibilidad de ser parte de algo de eso es cuestionable y habría que pensar hasta qué punto es un fenómeno popular, remarca.
Aún cuando la vida on line trajo una serie de complicaciones, la salida de la hiperconectividad es difícil porque muchos se adoptaron a un modelo de productividad que solo puede sostenerse así. Entonces, el retorno a la presencialidad se da en cuotas, con transiciones inestables e implica cierto impacto afectivo: Volver a poner el cuerpo nos hace cuestionarnos hasta qué punto el contacto con los otros se volvió muy instrumental durante la pandemia.
En un intento de asimilar la postal del reencuentro con las viejas rutinas y el impacto positivo de la vacunación, el Ministerio de Salud instaló este fin de semana postas de vacunación sin turno en los recitales de León Gieco en el Centro Cultural Kirchner y de Miranda en Tecnópolis.
Esta amalgama que se articula entre lo sanitario y lo popular pareciera encontrar resistencias. Los movimientos antivacunas ponen sobre la mesa algo muy interesante: el Estado no siempre hace pie, esa capilarización que el Estado supo ostentar hoy ya no alcanza. En el Siglo XX se podían organizar campañas de vacunación, hoy se ve que ya no. Entonces, la misma crisis del Estado que hace muy difícil controlar el capital financiero tiene hoy un correlato sanitario, plantea Semán.
La celebración del cumpleaños 70 de Charly García, que incluyó su aparición majestuosa en el Centro Cultural Kirchner y el recital de Fito Páez en el Teatro Colón, llevó a algunos a acampar para conseguir entradas y a otros a pelearse con el bot del Gobierno de la Ciudad que asignaba la posibilidad de entrar al mítico teatro. El evento finalmente desbordó en las calles y dejó sabor a poco entre quienes esperaban un festejo abierto y convocante, libre del trámite que implica gestionar voluntades, aforos y capacidades.
Para Semán, la participación masiva se ha enrarecido porque hay una imposibilidad de poner un límite simbólico al fin de la pandemia. Así como no se puede declarar el fin de la hostilidad en una guerra, hoy se complica decir que la pandemia terminó pero tampoco estamos en pleno auge. Entonces, tenemos la vacuna, los casos bajan, pero todo lo que sigue es ensayo. Los cuidados quedan como opciones personales y todo el tiempo ponemos un dedo mojado en el viento para percibir la realidad, analiza. En esa línea, confiesa que si bien respetó la cuarentena y las pautas de cuidado, tomó la decisión y el riesgo de asistir al velatorio de Diego Maradona y que ahora nota como en la organización de los eventos masivos pareciera primar como un miedo residual aquel desborde que se dio durante la despedida al ídolo popular.
Para el Día de la Militancia, el peronismo ostentó una Plaza de Mayo colmada y nutrida en variedad, otra de las últimas escenas de reencuentro. Sol Montero, socióloga, doctora en Letras e investigadora del Conicet asume que esa fue una postal típica peronista en la que lo popular se identifica con el imaginario peronista. Advierte que no es sólo un tema de convocatoria: Durante la pandemia hubo marchas multitudinarias como las anticuarentena o las que organizó la oposición que no identificaríamos como manifestaciones populares. Para Montero, la pregunta a futuro desde el punto de vista del discurso político es cómo recrear algo de lo popular que pueda despegarse de la tradición estrictamente peronista: Que no haya habido actos con gran despliegue o que la fiesta de Charly no sucediera en la calle no parece casual. Creo que el Gobierno apuesta a despegarse de esas grandes escenificaciones. No sé cuáles serán los planes a futuro, pero hoy no estamos ante una voluntad de recrear la vieja estética popular del kirchnerismo.
La autora del libro El análisis del discurso polémico: disputas, querellas y controversias sostiene que para pensar los desafíos que tiene la política y el Estado a la hora de abordar discursivamente la postpandemia hay que tener muy presente cómo es la sociedad que resultó de la pandemia: muy desafectada, desagregada y donde los lazos políticos y sociales están muy rotos -dice-. El desafío del Gobierno es ampliar los límites de las interpelaciones, pensar en un nosotros que amplíe los bordes de las identificaciones y que sea amplio y plural,
Natali Incaminato, autora del libro Peronismo para la juventud, encuentra que en esa postal también hubo señales de un respiro: El resultado electoral dio algunos motivos para festejar (aun dentro de la aritmética de la derrota) y la foto de la Plaza llena es para el peronismo un piso. No fue solo un reencuentro, sirvió para respirar otro aire.
Sin embargo, advierte dificultades para reencontrarse con el otro y leyó señales de esto en la celebración del aniversario de Charly o en la participación electoral más baja desde el regreso de la democracia. Hay cierta inercia, una dificultad para retomar los modos de vincularse después de estar tan encerrados. Muchas actividades se volvieron virtuales y eso subjetiva a las personas a un vínculo distinto en el que volver a salir y encontrar ganas en un nuevo trabajo. Por otra parte, hay una real precarización de la vida provocada por la caída del consumo y la inestabilidad laboral de sectores que recién ahora empiezan a ver algo de reactivación, analiza.
Incaminato encuentra un tercer motivo que colabora a esa dificultad para reencontrarse en la arena pública: Es un momento político raro en el que la coalición que gobierna no plantea grandes épicas o relatos que llamen a participar en la calle como sí pasó en otros momentos. La memoria emotiva evoca el Bicentenario o las plazas repletas por los derechos humanos o para defender determinadas causas. Hoy eso está más apagado.
¿Cómo repensar, entonces, la participación en la postpandemia? Hay que intentar comprender en qué medida se precarizó el trabajo y reconocer que la virtualidad trajo nuevos modelos de explotación y dominación. Entonces, si hay nuevos modos de dominación, hay otra subjetivación y la representación política se tiene que hacer cargo de eso, sostiene Incaminato y advierte que la pandemia trajo lo más explícito del luto para muchas familias y, para todos, lo más implícito del aislamiento y la desconexión que repercuten, de forma directa, en la acción política que necesita de articulación. La política deberá entender que lo que antes podía ser deseable ahora está en crisis, descifrar el desorden y encontrar nuevas respuestas, propone.
Lo más álgido de la pandemia -que implantó el manual higienista de indicaciones para medir la justa distancia que evita el contagio, un contador de desgracias y cierta reformulación de la vieja retórica organicista para entender lo social- parece haber aplacado. Ahora, que impresionan las imágenes de las plazas colmadas de militantes, los hinchas amontados en la popular y los aforos desbordados, el desafío tal vez sea aceptar la otredad e indagar en qué nos convoca, nos une y nos lleva a permanecer juntos.
Con información de Télam