La teoría económica enseña que el precio de equilibrio de un bien es dictaminado por el libre juego de la oferta y la demanda. Aunque no única, una de las principales razones para una alta demanda, es que el bien esté por debajo del punto de equilibrio, es decir sea “barato”. ¿Es este el caso del dólar oficial, que el pasado viernes cerró a 82 pesos? La coincidencia de todos los economistas, tanto ortodoxos como ortodoxos solapados, y heterodoxos, es que no. No podría de otra forma, en medio de un contexto de abundancia de dólares, vinculados al saldo positivo de la balanza comercial, que este año llegará al record de 17.000 millones de dólares, un panorama despejado de vencimientos de deuda en moneda extranjera, sobre el que nadie presupone que el FMI exija la devolución de su mega préstamo en el corto plazo, y sin turismo al exterior, el cual el año pasado consumió cerca de 8.000 millones de dólares. De hecho, según el Ministerio de Desarrollo Productivo, el denominado “Tipo de Cambio Multilateral”, que mide el valor del dólar oficial en nuestro país en relación con el de nuestros principales socios comerciales, se encuentra dentro del promedio de la serie iniciada hace más de 20 años.
Es por ello que el ministro de Economía Martín Guzman planteó durante la semana en el coloquio de IDEA, el cual reúne a los grupos más importantes del capital concentrado, que el valor del dólar blue, que cerró a 178 pesos, “no representan la realidad argentina”, y que la Universidad de Avellaneda planteó en su último estudio que “la cotización del dólar ilegal no tiene racionalidad macroeconómica”.
Pero lo cierto es que el Banco Central debió incluso poner trabas a dos de cada tres argentinos que el mes pasado compraron dólar ahorro, a un precio que era igualmente un50 por ciento mayor al oficial, debido al impuesto País y el adelanto sobre Ganancias.
Tres factores
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La realidad es que, para comprender el valor del dólar blue, habría que hablar de un "dólar político". Y es que, como en tantas otras ocasiones, es la política la que está definiendo la economía.
Un primer actor son los fondos de inversión, que están optando por la racionalidad política antes que económica. Y es que si como resultado de sus movimientos en el mercado de “Contado con Liquidación”, que consiste en la compra en pesos de bonos y acciones que luego pueden vender en dólares en el exterior, estos fondos especulativos están dispuestos a pagar más del doble del costo de un dólar comercial de equilibrio, es porque sus acciones no se están midiendo en términos contables sino en factores políticos. En la entrevista concedida al Portal “El Cohete a la Luna”, Alberto Fernández dejó trascender que una posibilidad es que muchos de estos fondos, luego de tener que aceptar una restructuración que les costó el 30 por ciento de sus tenencias, busquen “complicarle la vida al gobierno”. En cualquier caso, habla a las claras de fondos que por motivos políticos buscan alejarse de la Argentina, pues los dos principales factores políticos terminaron perjudicándolos: Durante el macrismo parte de sus bonos cayeron en default, y con el actual gobierno no han sido privilegiados frente a la deuda interna que dejó la alianza Cambiemos.
El segundo factor que explica el precio del dólar político, es el comportamiento de la clase media y media alta. Como es habitual en la historia argentina, la decisión de los poderes económicos es seguida por aquella población con capacidad para adquirir moneda extranjera, sea para ahorro o para importaciones. En este último caso, frente al contexto de incertidumbre, la idea de cubrirse adelantando importaciones, aun cuando las mismas con el dólar a 82 no sean económicas, está a la orden del día, mientras que en el caso de atesoramiento o servicios digitales, ni el impuesto PAIS ni el adelanto sobre ganancias, ni el sobre precio del dólar ilegal, actúan como barreras ante la demanda, bajo el convencimiento de que frente al comportamiento de los agentes financieros y en el contexto de pandemia, el gobierno no tendrá capacidad política para evitar una devaluación, como tantas veces ocurrió en la historia argentina.
Por último, habría que incorporar al análisis la reticencia a liquidar de los sectores provisores de divisas, básicamente los agroexportadores. Si bien aquí la racionalidad económica también impera, pues el dólar que reciben descontando las retenciones es de 57 pesos, no menos cierto es que en la medida que se agudice la crisis, mayor poder político podrán tener para forzar al gobierno a una devaluación o, como ya está sucediendo, una baja en las retenciones.
Así, pareciera ser la clave política aquella que explica las razones por las que medidas técnicas ensayadas por el gobierno no han tenido resultados. Y que dan cuenta, también, de cuál es la actual correlación de fuerza entre el poder económico y la derecha local, ante un Frente que, además de gestionar una pandemia, mantiene un delicado equilibrio entre dos corrientes en su interior, una cercana a las necesidades de las pymes y los trabajadores, y otra vinculada a los grupos económicos locales y la cúpula sindical, en la que el fracaso de la actual gestión podría fortalecerlos políticamente.
Todas ellas, condiciones que explican el valor y la tensión del “dólar político”.