Delfina Pignatiello tiene 20 años y es nadadora. En los juegos Panamericanos de Lima 2019 se llevó la medalla dorada en los 1500 metros libres, luego de superar a su par chilena Kristel Kobrich de 34 años. Durante la competencia además dominó los 400 y 800 metros, y se convirtió en la primera nadadora argentina en sumar tres oros en un evento de este calibre. Sin embargo esta semana fue noticia por un episodio que nada tiene que ver con el deporte o su carrera profesional. Un hecho que la sobre expuso, le hizo daño, y pareciera no tener responsables ni culpables.
Como muchas otras figuras públicas que transitan desde sus hogares la cuarentena obligatoria, Delfina utiliza sus perfiles en redes sociales para compartir contenidos. El sábado 9 de mayo en una transmisión en vivo en Instagram (@delfipignatiello), mientras realizaba un entrenamiento con el fin de fomentar la actividad física entre sus seguidores, recibió una serie de mensajes acerca de su aspecto físico con connotaciones sexuales. “Recibí una gran cantidad de comentarios ofensivos en el vivo de hoy. También hubo comentarios en vivo sexualizándome y no me lo merezco”, manifestó horas después.
En pleno 2020, a la par que avanzan en el mundo las conquistas del movimiento feminista y las consignas de “deconstrucción”, las imágenes sexualizadas de las mujeres se pueden encontrar en múltiples espacios. La sexualización es un proceso por el cual el valor de una persona deriva de su atractivo o comportamiento sexual, directamente vinculado a estandares de belleza hegemónicos. En el caso de las mujeres e identidades feminizadas representa una dimensión clave de la internalización de una feminidad cultural dominante.
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Si bien carga con estructuras simbólicas binarias por las que en el pasado se definía a las mujeres como naturaleza, biología y sexo (categorías que tienden a inferiorizar y devaluar), la cultura de la hiper sexualización es un proceso que nace con la modernidad. Su origen tiene dos componentes centrales: la idea de libertad sexual bandera de los movimientos hippies en los años 60, y la exaltación del libre mercado, que a partir de los 80 confluye con la sobrecarga de sexualidad a las mujeres. Sale a la luz de esta manera el paradigma de lo femenino moldeado por la cultura patriarcal que otorga dos posibles lugares para la mujer: la reproducción y la prostitución. Ambos desconocen el hecho de que la sexualidad no está al servicio de la reproducción sino del placer.
Según la psicoanalista Marina Calvo “la sexualización, es etendida desde el campo de la sexualidad genital adulta y se articula con relaciones de poder de carácter asimétrico, donde el cuerpo de algunes deviene objeto de uso para otres, ya sea entre ‘hombres y mujeres’, o ‘niñes y adultes”’. En este sentido, por ejemplo, las burlas sexuales que remarcan algo del cuerpo del otre, o los fenómenos de hipersexualización de la infancia, implican procesos de “cosificación” que evidencian la reducción del otre a mero objeto sobre el cual se juega de manera unilateral su ejercicio.
En el caso particular de Delfina, se suma un componente clave para entender cómo actúa la sexualización: el deporte, espacio determinado desde una mirada patriarcal heteronormativa. Ayelén Pujol ( @ayelenpujol) , periodista deportiva y autora del libro libro “Qué Jugadora”, explica que así como “la sociedad determina las tareas, también diferencia qué deportes son para las mujeres y qué cuerpos son aptos. Eso se vincula con cuál es la forma correcta de ser mujer. Delfi a través de su denuncia lo que hace es problematizar la cosificación”.
Y aquí entra en escena el rol de la mayoría de los medios de comunicación. A las deportistas en general no se las representa como sujetos activos, sino como un objeto, observado y pasivo. En pleno siglo XXI, cada cinco mujeres que aparecen en la tapa virtual de medios deportivos, tres lo hacen semi desnudas. Al momento de escribir esta nota en la portada del Diario Olé hay 70 notas accesibles a un click, todas sobre hombres. Pareciera que el lugar de la mujer queda exclusivamente relegado al de “Diosas”, sección de ese medio dedicada a mostrar cuerpos de mujeres sexualizados para consumo y disfrute del hombre .
“Una vergüenza y me siento decepcionada. No sé si seguiré haciendo vivos y menos entrenando. Gracias a todos los que me bancan y apoyan siempre”, escribió en sus redes Delfina. Prácticas socio culturales muy naturalizadas en las instituciones que nos forman como personas como la asignación de roles de género y la división según las potencialidades de los cuerpos, los osbtáculos en el acceso, la ausencia de modelos femeninos e identidades no binarios, la reproducción de prejuicios, y la sexualización, contribuyen a desalentar los deseos de las personas, y expulsarlas de este y otros espacios.