Cuando se acusa al cine nacional de no tener la diversidad de géneros que tienen otras industrias hay algo de verdad. Pero al calificar a la nueva película de Nicanor Loreti como una obra bisagra en la historia del cine nacional, quizás se exagere un poco también. Que no abunden las películas de ciencia ficción, terror u otros géneros cinematográficos es una de las grandes deudas de nuestra industria. Y Loreti, felizmente prueba que en Argentina se puede escribir, dirigir y estrenar comercialmente una película que escape a ese encasillamiento. Pero superada esa barrera, luego está la difícil tarea de convertir ese proyecto y esa rebeldía en un buen producto.
Salvo Mengano y algún que otro vengador anónimo, los superhéroes no abundan en la fauna bonaerense. Con pocos antecedentes (quizás ninguno) el best seller de Leo Oyola llega a la pantalla grande para contar una historia singular. Hace 13 años Mark Millar escribió una ficción alternativa en la que proponía que la nave de Superman se estrellaba en la Unión Soviética en vez de Estados Unidos, y el resultado es mucho más que interesante. Sin ser menos, Kryptonita plantea qué hubiera pasado si la Liga de la Justicia fuera autóctona de algún cordón del conurbano en vez del país consumidor de pollo frito Nº1 en el mundo. La historia se desarrolla al mejor estilo Asalto al precinto 13, donde los protagonistas se encuentran en un hospital rodeado por la policía esperando que el líder de la banda, Nafta Super (Juan Palomino), se recupere de una extraña herida provocada por un cristal verde (¿les suena familiar?). La liga de la justicia bonaerense se completa con Federico (Pablo Rago), una Mujer Maravilla travesti llamada Lady Di (Lautaro Delgado en lo que quizás sea el punto más fuerte del reparto), Ráfaga (Diego Cremonesi), Cuñataí Güirá (Sofía Palomino), Faisán (Nicolás Vázquez) y una suerte de oráculo apodado Juan Raro (Carca). Y acorde a lo que el género acostumbra, acompañan algunos cameos entre los que destacan Diego Capusotto y Sebastian de Caro, para el deleite de la tribuna.
Todos los elementos están dados para que Kryptonita funcione a la perfección. Incluso a nivel técnico Loreti consigue asemejarse a una estética al mejor estilo Sin City dotada de un cuidado diseño de producción y arte. Sin embargo, a pesar de sus escasos 80 minutos de metraje, la historia tiene pasajes un tanto tediosos con conversaciones prolongadas por demás que atentan contra el ritmo de la película. La irregular sucesión de escenas denota que algo falló en la adaptación que pasa de una conversación aparentemente irrelevante a una secuencia de acción casi sin contexto, simplemente porque el guión lo exigía. Algún desarrollo de personajes extra hubiera permitido terminar de contar historias secundarias que quedan desequilibradas, y a profundizar en otros personajes que nos hubiera gustado ver más tiempo en pantalla.
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Aun así Kryptonita no deja de ser una propuesta interesante al margen del color de la bandera del país del cual proviene la cinta. Quizás, con suerte, la película de Nicanor Loreti sea el puntapié inicial para que otros realizadores se animen a incursionar en un género que definitivamente se puede perfeccionar en nuestro país.