Ucrania, Malvinas y la OTAN

Los argentinos sabemos bien qué es la OTAN. También sabemos bien qué es Estados Unidos. En el año que se cumplen 40 años de Malvinas sería lamentable que Argentina siga el camino de sumisión de Europa ante la OTAN.

26 de febrero, 2022 | 19.16
Ucrania, Malvinas y la OTAN Ucrania, Malvinas y la OTAN

Los argentinos sabemos bien qué es la OTAN. Es la fuerza multinacional conducida por Estados Unidos y Reino Unido, que masacró a nuestros hermanos en Malvinas en 1982.

También sabemos bien qué es Estados Unidos. Es el país que apadrinó y participó en el Golpe de Estado de 1955, que significaría 18 años de proscripción política de Juan Domingo Perón y es el país que también ayudo a  cuanto Golpe de Estado sucedió en nuestra tierra, con sus secuelas de muerte y destrucción –Plan Cóndor incluido-

Más recientemente es el que nos endeudo y ahora nos extorsiona para evitar que Argentina sea un país autónomo en el concierto internacional.

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A esta altura muchos se preguntaran ¿Qué tiene que ver esto con lo que pasa en Ucrania? Y la respuesta es bastante.

Lo que sucede en Ucrania es lo que sucedió antes en Libia, en Irak, en Syria, en Yugoslavia –sobre todo en Yugoslavia- y en muchos otros países, también en nuestra región.

La diferencia es que esta vez la OTAN no pudo imponer su voluntad como en Malvinas. Su idea de construir una base militar en Ucrania pergeñada y concebida para desestabilizar a la Federación de Rusia, como antes desestabilizaron a un sinnúmero de países, naufragó.

Reflexionar sobre la crisis en Europa Oriental nos lleva a observar que el análisis de lo que pasa en el Donbass no puede ser revisado desde lo sucedido hace unos días. Parafraseando a algún chileno, podríamos decir que no son 30 días, son 30 años. Ese es el periodo mínimo, para analizar lo que hoy sucede en el Donbass.

El Acta de Declaración de Independencia de Ucrania fue adoptada por su parlamento el 24 de agosto de 1991. Fue una negociación compleja que tenía como telón de fondo la desaparición de la Unión Soviética de la que Gorbachov, su presidente, se enteró por teléfono.

En aquellas actas multinacionales se planteaba claramente el compromiso de la OTAN de no incorporar a esa alianza militar liderada por Estados Unido y Reino Unido a los países que habían formado parte del Pacto de Varsovia.

La OTAN no cumplió lo que firmo como hiciera Estados Unidos en 1982 con Argentina. En aquel entonces la ignorancia de la Junta Militar suponía que el Gobierno de Ronald Reagan iba a activar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) ante la agresión de una potencia extra continental -Reino Unido- Triste destino el de aquellos que se creen aliados de Estados Unidos y merecedores de su ayuda. Zelensky, el humorista que preside Ucrania, hoy podría dar varios reportajes explicando el punto.

Desde 1991 la República Checa, Hungría y Polonia a finales de los noventa y luego en la década siguiente Bulgaria, Estonia, Letonia, Rumanía, Eslovaquia y Albania se incorporaron a la OTAN, bajo la protesta de la Federación de Rusia. Los democráticos occidentales son así. Ellos deciden cuando el derecho internacional debe cumplirse y cuando no.

Nunca estuvo previsto en el marco del respeto de las seguridades mutuas que Rusia, Estados Unidos y la OTAN aceptaron en 1991, que hubiera fuerzas militares  de ese signo desplegadas por ejemplo en Polonia, o en los países bálticos, a pocos cientos de kilómetros de Moscú. Sin embargo hoy es un dato del paisaje, sobre el que Occidente finge demencia.

En 2010 Víctor Yanukovich, el ex gobernador del  Donetsk -hoy República Popular del Donetsk- fue electo democráticamente Presidente de Ucrania. Occidente denuncio fraude, como cada vez que un candidato de su simpatía pierde una elección, y comenzó una conspiración violenta contra su gobierno. Yanukovich se atrevió a decir que Ucrania no debía entrar a la OTAN ni a la Unión Europea y que debía ingresar a la CEI, la Comunidad de Estados Independientes, en virtud de sus lazos económicos, culturales e históricos con Rusia.

Después de rechazar el Acuerdo de Asociación Europeo-Ucraniano, Yanukovich fue destituido de su cargo por un Golpe de Estado motorizado por el entonces vicepresidente Joe Biden. Los honorarios los cobro su hijo Hunter, quedándose con Burisma, la más importante empresa ucraniana de gas.

Mientras tanto, un olvidado Oleksandr Turchynov,  instalado por el Golpe de Estado en el Gobierno de Ucrania, fue reconocido como legítimo presidente en horas, de parte de los franquiciantes globales de la democracia y la libertad: Occidente.

La Región del Donbass no reconoció el gobierno golpista y proclamo su independencia. Allí comenzó el genocidio de su pueblo y dirigentes. Yanukovich debió exiliarse en Rusia donde aún esta. Nunca pudo volver a Ucrania. El lawfare no existe solo en América Latina.

Desde entonces Rusia reclamo el respeto a los DDHH en el Donbass y no reconoció su independencia para no profundizar el conflicto. Occidente nunca escucho. Sus empresas de DDHH como Human Right Watch y otras franquicias, nada hicieron.

Esas 14 mil víctimas que no han sido televisadas ni transmitidas por ninguna de las cadenas televisivas empresariales radicadas en los países del G7 nunca fueron comentadas por los “enviados especiales” preocupados por las “situaciones de crisis humanitaria”. Están si, en la memoria de sus familias, de sus vilipendiadas familias.

Estados Unidos y sus países satélites, comúnmente denominados “Occidente” han hecho del género del relato fantástico un pilar de su política internacional, que también aplica a lo que sucede en Ucrania. Así como nos contaron desde Hollywood que ganaron solos la Segunda Guerra Mundial, hoy sufren en vivo y en directo por la “crisis humanitaria” desatada en Ucrania. Al que quiera ficción le darán ficción.

Sobre Yemen, Gaza, Siria, Libia y todo eso no saben bien.

El relato de su lucha por la “democracia y la libertad” construido con un sinnúmero de opiniones a sueldo y medios de comunicación controlados por sus empresas, seria fácilmente desmontable sin ese blindaje mediático, que tampoco se priva de la extorsión y la persecución como parte del menú. Julián Assange y muchos más, lo viven en carne propia.

Un país con 254 bases militares de ocupación alrededor del mundo y con más de ciento setenta mil soldados profesionales desplegados en 72 países no da el registro de lucha por los DDHH que nos venden países y gobiernos, que funcionan como franquicias del Departamento de Estado. La existencia de Guantánamo menos aun.

La reciente cumbre entre el premier ruso Vladimir Putin y el líder chino Xi Jinping anticipó una respuesta contundente ante el desesperado intento de recuperación de hegemonía unipolar de parte de Estados Unidos y la OTAN.

La injerencia extranjera como herramienta de la instalación de gobiernos delegados en terceros países, ha sufrido un fuerte golpe en Ucrania.

La respuesta rusa a semejante provocación y amenaza es muy penosa, pero también inevitable. 

A esta altura, para Rusia la presencia de la OTAN en Ucrania y la violación sistemática de los acuerdos de Minsk de 1991 y 2014 le provocan un riesgo existencial para su propia seguridad estratégica, algo de lo que no hablan, con una hipocresía rayana en el cinismo, los voceros de la OTAN.

El pueblo ucraniano ha quedado solo y engañado. Ha sido usado como carne de cañón para obligar a un nuevo suicidio geopolítico de Europa Occidental arrodillada ante Estados Unidos en contra de sus propios intereses.

En el año que se cumplen 40 años de Malvinas sería lamentable que la Republica Argentina siga el camino de sumisión de Europa ante la OTAN y adopte una posición de abogado de parte en el conflicto.

Los muertos de Malvinas no nos perdonarían. Muchos que aún estamos vivos tampoco.