El filósofo Darío Sztajnszrajber acaba de publicar su último libro Filosofía a Martillados II (Paidós) donde plantea la idea de que el poder está en la debilidad, en ir contra nuestras propias creencias para poder analizar de dónde provienen. "Se trata de asumir nuestra precariedad, entender que casi sin darnos cuenta el poder nos afecta", afirma a El Destape. El docente además lamenta la panelización del discurso público.
"La panelización implica un discurso que es condicionado por ciertos recursos efectistas como un pensamiento binario, de amistad y enemistad manifiesta, de exaltación y de indignacionismo permanente, donde ya no importa lo que se discute", afirma. El escritor sostiene que la televisión no tiene biólogos o sociólogos debido a que sus reflexiones no encajan en el dispositivo televisivo.
En varios momentos de su obra, Sztajnszrajber trata el tema del sentido común, aquel que Gramsci define como una herramienta para la dominación, para mantener el Statu quo por lo que luchan las clases sociales. "La filosofía y el conocimiento en general trabajan contra el sentido común", sostiene el autor.
El libro, que recopila las clases que dio en Rosario, está dividido en cinco temas: lo contemporáneo, la muerte, amistad, enemistad: pensar al otro, el poder y el tiempo Hace una profunda reflexión acerca de la libertad, a la que muchos definen únicamente como "la ausencia de sujeción".
-¿No te molesta ver a conductores decir que el sentido común es bueno y quejarse minutos después de que en este país nada cambia?
-No me molesta porque me dedico a una disciplina como la filosofía que es básicamente una afrenta contra el sentido común. Te diría irónicamente que el día que desaparezca el sentido común nos quedamos sin propósito, porque la misión de la filosofía es la desarticulación del sentido común, parece una circularidad extraña, pero es cierto. Poder desarmar y deconstruir las voces hegemónicas. Hay psicología para mí cuando se pueden confrontar una voz que se hace pasar como única. Para los que creemos que lo humano es justamente ese juego de diferencia, cuando una de las tantas partes se erige como única más nos anima a nosotros el análisis. Sería casi imposible que los medios manejen un lenguaje diferente, nadie se imagina un prime time televisivo en una especie de multiplicidad de voces de verdad que no solo sea una diversidad de voces maquilladas en un pluralismo falso donde se homogeniza un discurso haciéndolo pasar por opiniones diversas. La multiplicidad requiere una reformulación del formato televisivo que me parece que sería insólito, porque la efectividad del lenguaje televisivo es ese.
-¿Los programas de televisión en Argentina no son plurales?
-Los programas de televisión muchas veces vuelven la supuesta pluralidad en algo homogéneo. Es interesante a veces correr la mirada para ver donde se realiza la homogeneización del discurso y no solo ver los contenidos, sino en los formatos. No es lo que me preocupa lo que se discute en los programas de panelistas, sino la panelización del discurso público. Eso es lo preocupante, porque más allá de las personas, la panelización del discurso público implica un discurso que es condicionado por ciertos recursos efectistas como un pensamiento binario, de amistad y enemistad manifiesta, de exaltación y de indignacionismo permanente, donde ya no importa lo que se discute. Lo que importa no es lo que se discute sino que tenga éxito. De esta forma se construye el sentido común que es aquel contra el que trabaja la filosofía y el conocimiento en general. Por algo no hay biólogos, sociólogos, en los medios de comunicación masivos: es porque manejan un tipo de reflexión que no coincide con los intereses de ese dispositivo mediático que tiene otro propósito.
-En el libro afirmas que la libertad no es sólo ausencia de sujeción: ¿qué pensás de los discursos de la oposición que cuestionan la falta de libertad en la cuarentena?
-Lo que se discute es más una cuestión epistemológica que es como se define la libertad. Partamos de ahí. Se discute en la esfera pública si hay o no libertad cuando cualquier diccionario de ciencias sociales te explica que hay cinco o seis formas de caracterizar la libertad. Vos ahí te encontrás con paradigmas diferentes casi inconmensurables en una discusión que se vuelve casi imposible. Para discutir hay que estar en un mismo plano. Algunos parten de la libertad individual y sostienen que es la base para construir el sentido de lo social, mientras que otros parten de la idea de que la libertad individual es un efecto y no una causa, es decir que el individuo es producto de fuerzas de poder. Hay un debate imposible entonces, porque lo que unos ven como falta de libertad otros lo observan como lo contrario. Ahí está el gran desafío de la democracia porque si se debatiese siempre en un mismo plano, habría otros que quedarían fuera. La democracia es un horizonte de posibilidad para la discusión de las diferencias, el tema es que esa democracia por suerte siempre está abierta. La democracia siempre trata de ver cómo dialogar con aquel que escapa de la medida de lo dialogable. Las posturas históricas más violentas negaban a quienes salían del plano. Ese es el desafío.
-Esos desafíos se vieron en medio de la cuarentena
-Una medida como la cuarentena necesita de una sociedad en su expresión democrática más exacerbada. Un dispositivo como la cuarentena debe estar acompañado por las funciones democráticas de la sociedad. Ni bien la democracia tambalea un poco, la cuarentena se puede ir a la mierda, se puede exceder sus propios límites. Me parece que ahí hay un complemento más que necesario que viene funcionando bien, pero no hay que darle un metro a ningún tipo de restricción democrática. La cuarentena impica una cantidad de restricciones que terminan siendo legitimadas en la medida en que la democracia lo justifica.
-En el libro reflexionas acerca de la frase del kirchnerismo que decía antes de 2015 ser un gobierno sin el poder económico. ¿qué pensás del reclamo de los policías, es nuevamente una crisis de la política?
-Un gran desafío es el comprender siempre los alcances de la discusión entre el poder, el gobierno y el Estado. La policía es parte de los aparatos del Estado. El modo en que se articulan esos tres ejes hacen pensar el modo en que se desenvuelve una sociedad. Creo que históricamente el peronismo en sus diferentes corrientes históricas ha tenido diferentes formas de relacionarse con el poder. E kirchnerismo fue muy claro en sus decisiones para relacionarse con el poder económico, con el poder militar, con el poder eclesiastico. Fue clara su toma de postura, pero en eso se afianzan enemistades. El menemismo, que fue otra expresión del peronismo, fue diferente en su vínculo con el poder. Hoy en día por lo que se ve en las decisiones que toma el gobierno, hay un a posición más conciliadora que antes, pero sin dejar flancos en sus decisiones. Hasta el conflicto de la policía, el gobierno tomaba una posición intermedia y veremos ahora como se reposiciona, porque fue muy fuerte lo que ocurrió.
-Los problemas del poder en la Argentina
De algún modo el poder la Argentina, uno lo piensa en la relación entre el poder económico, los medios hegemónicos y el poder judicial. El proyecto generó un punto de inflexión y deberá analizar hasta dónde avanza. Creo que Alberto es el fiel representante de las mas pura estirpe peronista de ir buscando siempre conciliacionses. Si confronta después negocia, busca la gobernabilidad, sin renunciar a ciertos principios, pero sabiendo donde debe negociar.
-¿Por qué el poder es una debilidad y planteas que el poder es ir contra nosotros mismos?
-Creo que en ir contra nosotros mismos. Foucault insiste mucho en el poder como normalización y muestra que uno está acostumbrado en realidad a pensar el poder como algo externo. Uno se coloca en un lugar de deidad, purista, donde visualizan grandes poderes y vos estás ajeno en una especie de sacralidad que no es afectada por ese poder. Foucault lo que explica es que el poder lo que hace es construir nuestra propia subjetividad, es decir que aquello que nosotros vemos como normales en realidad están presentes esas relaciones de poder que también nos están atravesando. Asumir que nosotros en muchas de nuestras prácticas normales estamos atravesados por el poder es ir contra nosotros mismos. Me parece que esa es la gran diferencia con aquellos que dicen estar en ese espacio aurático donde dicen divisarlo todo.
-El fuerte es el que asume las debilidades
-Se trata de asumir nuestra precariedad, entender que casi sin darnos cuenta el poder nos afecta. Hay una máxima de Emmanuel Lévinas que dice que ser libre no es tanto apropiarse de uno mismo como escaparse de uno mismo. En el momento en que uno se asienta en una idea de la individualidad y de nuestra propia capacidad como algo incuestionable está reproduciendo ese sentido común que estamos combatiendo.