Dos partículas llamadas H11-D4 y H11-H4, más pequeñas que los anticuerpos y con una función similar, impiden que un microorganismo infecte las células. Ambas demostraron eficacia, in vitro, para adherirse a la proteína de punta del nuevo coronavirus e impedir que se una a la enzima convertidora de angiotensina (ECA2), clave en la regulación de la presión sanguínea y puerta de acceso del SARS-CoV-2 a los humanos. Eso significa que logran bloquear la infección —H11-H4 mostró una potencia un 50% superior para lograrlo— y serían una esperanza en la lucha contra el COVID-19.
Hay un problema, sin embargo: es necesario crearlos. Porque los nanocuerpos, como se llama a esta forma de anticuerpos, no existen en los humanos. H11-D4 y H11-H4 se produjeron, a partir de nanocuerpos de llamas, en el Instituto Rosalind Franklin y la Universidad de Oxford, según un nuevo estudio publicado en Nature Structural & Molecular Biology Journal.
La historia se remonta a una mutación genética inusual, sucedida hace millones de años en el ancestro que comparten las llamas, los camellos y las alpacas del presente. Adquirieron entonces un tipo de protección que ningún otro mamífero tiene. En general, los anticuerpos de los mamíferos —y por eso los humanos— “tienen dos cadenas (una pesada y otra ligera), pero los camélidos, además de anticuerpos de dos cadenas, poseen también una variante de una sola cadena pesada”, escribieron Raymond Owens y James Naismith, autores principales de la investigación. Esa variante son los nanocuerpos.
“Pueden bloquear —y de manera bastante potente— la interacción entre el virus y la célula humana”, dijo Owens, profesor de biología molecular de Oxford, a Wired. “Básicamente, neutralizan el virus”. Al impedir que el SARS-CoV-2 se adhiera a la ECA2, los nanocuerpos logran que se vuelva inofensivo porque no puede secuestrar el mecanismo de reproducción celular para multiplicarse y causar COVID-19.
Esta extravagancia biológica tiene beneficios muy particulares, como mejor adhesión a las proteínas: los nanocuerpos caben en una especie de bolsillo que se forma en la superficie de una proteína, como un hueco, explicó Jason McLellan, profesor de biología molecular en la Universidad de Texas en Austin, quien en mayo había publicado hallazgos similares sobre un nanocuerpo de llama que impedía la adhesión del SARS-CoV-2 a la ACE2. “Los anticuerpos más grandes no se pueden unir dentro de ese bolsillo”.