Mburucuyá, el parque nacional que conecta las rutas naturales de Corrientes con el Iberá

10 de diciembre, 2022 | 12.10

El Parque Nacional Mburucuyá, en Corrientes, tiene una historia social, territorial y simbólica tan importante como los aspectos naturales que determinan su conservación como área protegida, desde su nacimiento en la pasión por la botánica de un filántropo danés hasta su reverdecer turístico en la incorporación de este territorio en las rutas naturales que promociona el Ministerio de Turismo y Deportes.

Ubicada en la región del centro de la provincia, el Parque Nacional Mburucuyá se encuentra a 175 kilómetros de la capital correntina, que pueden ser recorridos por las rutas nacionales 12 y 118, donde a la altura de la localidad de Saladas se conecta con la ruta provincial 13 y llega al pueblo de Mburucuyá.

Desde esa comunidad se deben tomar las rutas 6 y 86 hasta el Centro de Visitantes del Parque Nacional, pero también se puede recorrer una ruta natural sugerida en esta región, que inicia en Corrientes Capital, atraviesa inmensos campos verdes, y llega hasta la ciudad de Ituzaingó y la isla de Apipé.

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En tanto que siguiendo la ruta del río Paraná, la 12, es posible adentrarse en los Esteros del Iberá que se pueden explorar allí a través del portal Cambyretá.

Es posible también tocar otros cuatro portales de acceso al Iberá si se recorre desde la norteña Ituzaingó, como la localidad de Loreto y su portal San Antonio; la comuna de San Miguel con su portal San Nicolás; y más al sur Concepción del Yaguareté Corá ofrece como puerta de entrada a los esteros el portal Carambola.

El siguiente paso es Mburucuyá, hacia donde hay un 90% de camino asfaltado.

En guaraní, Mburucuyá es el nombre que adquiere la "flor de la pasionaria", una enredadera denominada Passiflora caerulea, compleja y de filamentos violáceos con base amarilla que también produce un fruto de color anaranjado, dulce y muy requerido por las aves.

El centro de visitantes del Parque Nacional Mburucuyá se encuentra en la Estancia Santa Teresa, la que junto la Estancia Santa María, fueron donadas al Estado Nacional a fines de la década del 90 por el abogado, ganadero, naturalista y filántropo nacido en Dinamarca Troels Pedersen.

Se trata de un área protegida físicamente uniforme de 17.682 hectáreas.

Para los ojos del turismo, este parque es un santuario de naturaleza, una manifiesta expresión de mosaicos de áreas naturales representativas de las regiones Chaqueña, la Selva Paranaense, del Espinal, atravesados por esteros que le confieren una singularidad paisajística única, verdaderamente rica en biodiversidad.

Allí habitan aves, incluso algunas amenazadas como el Yetapá de Collar, ciervos, yacarés, carpinchos, entre otras decenas de especies animales.

Y en cuanto a la floresta que es posible conocer, el viaje remonta a un caso único pues se trata de un territorio de fronteras naturales donde habitan las especies vegetales de diversas regiones, y que son claramente individualizadas desde los senderos instalados en forma precisa y con acompañamiento de guías.

Hay cuatro senderos: los pedestres Che Roga, Yatay -que también se puede recorrer en bicicleta- y Tape Porá y el botánico Troels Myndel Pedersen.

Los recorridos pueden hacerse hasta en tres horas, con extensiones que van desde uno hasta 6 kilómetros.

Adentro del parque es posible acampar hasta un máximo de siete días, pues cuenta con instalaciones adaptadas, pero los turistas también podrán pernoctar en el pueblo, donde los costos de las habitaciones van desde 3.500 pesos una simple hasta un importe de 1800 pesos por persona para una cuádruple, con desayuno incluido, pileta, quincho con parrilla y parque de juegos.

Desde el alojamiento en el pueblo, además está disponible la contratación de servicios de traslado al Parque Nacional.

Con información de Télam