Las risas de un aula improvisada resuenan por un gimnasio cálido en La Plata, al compás de suaves indicaciones: “Inhala… exhala… muy bien”. En ese espacio, María Pilar observa cómo sus alumnos más longevos se estiran, se apoyan, se levantan con esfuerzo y orgullo. Lo que para muchos podría ser un simple ejercicio, para ellos es una pequeña victoria de independencia.
Ese gimnasio no es cualquiera: nació de una cicatriz profunda. Aquel día en que su auto volcó y giró cinco veces, María Pilar no solo ganó una segunda oportunidad, sino que descubrió su misión. Transformó el dolor en pasión, y hoy entrena a personas que, a veces, sienten que ya no ocupan un lugar central en las prioridades de la sociedad. Su meta ya no es la estética: es devolver autonomía, dignidad y movimiento a quienes creían que sus cuerpos ya no podían responder.
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María Pilar Rosales nació el 18 de mayo de 1995 en La Plata. Desde chica le gustaba la música, pero también el deporte; siempre hizo todo con intensidad. “En La Plata no existía la carrera de Musicoterapia y, hasta hoy, sigue sin dictarse. Por eso me fui a Capital apenas terminé el secundario”, empezó relatando. Se recibió de Licenciatura en Musicoterapia en la Facultad de Medicina, y desde el principio sabía que quería trabajar con adultos mayores. Sin embargo, la vida la llevó primero a trabajar con chicos.
Todo cambió después de un accidente automovilístico. “Fue un vuelco muy grande, el auto giró cinco veces. Una persona hizo una mala maniobra y todos tuvimos que tirarnos a la banquina. Yo no llegué a tiempo, perdí el control. Los médicos siempre me dicen: estás viva de milagro”, relató. Aquella experiencia la obligó a frenar y revisar cada aspecto de su vida: su trabajo, su cuerpo, su vida. Entró en un pozo depresivo muy grande, y durante meses lo único que la sacaba de la casa era entrenar. Es por ello, que Pilar dice que el deporte se convirtió en su refugio y, poco a poco, en su nueva pasión profesional.
Se formó como entrenadora personal, instructora de pilates y fitness funcional. “Siempre fui muy hincha pelota con la técnica, sobre todo. Veía a alguien entrenando medio medio y yo iba y ayudaba. Entonces dije: voy a frenar con musicoterapia, y voy a formarme de verdad, porque si quiero dar clases, tengo que estar formada”, aseguró. Su sólida base en medicina y musicoterapia le permitió un enfoque diferente para trabajar con personas mayores.
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En 2024 abrió su propio gimnasio en La Plata. Pensado para adultos mayores, rápidamente tuvo lista de espera. Hoy combina las clases presenciales con entrenamientos a domicilio y un trabajo personalizado que busca algo más que resultados físicos: “Con ellos no se trata de estética, sino de autonomía. Que puedan ir al baño solos, caminar, sentarse, pararse. Cosas que para nosotros son obvias y para ellos marcan la diferencia entre depender de alguien o no”.
Uno de los casos que marcó un antes y un después en su carrera es el de Nilda, una alumna que había llegado en silla de ruedas y a quien los médicos le habían dicho que no volvería a caminar. “Le pedí a la hija que me diera la oportunidad de intentarlo, sin prometer nada. Con trabajo y paciencia, Nilda pasó de no poder levantarse a volver a bailar”, contó Pilar. Un video que muestra esa transformación se volvió viral y cambió todo: “Ese día estaba en casa tomando un té verde y mi celular no paraba de sonar. Un amigo me escribió: ‘¡Acabás de salir en un diario de Rosario!’. A partir de ahí empezaron a llegar mensajes de todo el país”.
Desde entonces su cuenta de Instagram, @pilar.coach, explotó. “Por día se suman entre 100 y 200 seguidores. Me llena de alegría, aunque a veces no doy abasto para responder a todos los mensajes. Pero me gusta el ida y vuelta, y grabar los entrenamientos: a las familias les da tranquilidad y a los alumnos les hace sentir que lo que hacen importa”.
Pilar trabaja con paciencia, respeto y humor. “Los trato como pares, no con lástima. Al principio algunos son tímidos, pero después se rompen el cascarón. Yo entreno a la gente como me gustaría que me entrenen y trato a los adultos como me gustaría que me traten cuando sea vieja”, confesó. Para ella, el tiempo de cada persona es distinto y cada logro es valioso.
El accidente, la depresión y el largo proceso de recuperación la llevaron a encontrar su propósito: unir deporte, ciencia y humanidad para mejorar la vida de quienes muchas veces se sienten olvidados. “Si puedo ayudar a que alguien mantenga su autonomía, que se divierta, que se sienta visto y escuchado, para mí eso es éxito. Esto no es un trabajo: es lo que me llena”, dijo.
Ahora, María Pilar planea desarrollar cursos para entrenadores y familias, para que más personas puedan aprender a cuidar a adultos mayores con seguridad y respeto. Sueña con expandir su método, dar capacitaciones y seguir creciendo. “La vejez no es un obstáculo, es otra etapa de la vida que merece ser vivida plenamente. Y yo quiero acompañar a las personas para que así sea”, concluyó.
