Alberto Fernández y la diplomacia a varias bandas: FMI, China, Lula y Evo

El Presidente participará de un foro organizado por Estados Unidos, pero llevará un mensaje crítico. Inversiones rusas, la visita de Lula y las negociaciones con el Fondo.

07 de diciembre, 2021 | 17.43

La negociación por la deuda externa, la necesidad acuciante de inversiones para infraestructura, la apertura de mercados en el exterior, el rol central que juega la Argentina en la integración sudamericana, el delicado equilibrio geopolítico en un mundo turbulento, el compromiso con los derechos humanos y la democracia y hasta la defensa propia de un país y de un gobierno que se sabe frágil y a la intemperie ante la magnitud de las novedades globales. La agenda internacional es un complejísimo sistema en el que cada una de las piezas está interconectada con varias más. Es imposible mover un resorte sin que se muevan, en consecuencia, muchos otros mecanismos, cambiando el escenario de manera irreversible. Son días intensos.

Alberto Fernández confirmó su participación en la Cumbre por la Democracia que se celebrará este viernes, de manera virtual, por convocatoria del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. La cita será una instancia más en la escalada pasivo/agresiva que protagonizan, desde hace algunos años, Washington y Beijing: el único objetivo del encuentro promovido por la Casa Blanca es romper casi medio siglo de tradición en la diplomacia entre las potencias invitando a los representantes de la isla de Taiwán, una provocación explícita al gobierno chino, que no reconoce a las autoridades taiwanesas y considera a la isla parte de su territorio. La tensión transpacífica recorre, por estas horas, algunos de sus momentos de mayor frialdad.

El tironeo que debía saldar el presidente argentino es evidente. El vínculo con los Estados Unidos es prioritario en momentos en los que se discute la letra chica del Fondo Monetario Internacional. Casi al mismo tiempo que Fernández confirmaba su asistencia al foro, el principal asesor de Biden para la región, Juan González, participaba de un seminario en el que dio una señal clara de apoyo a la negociación con el Fondo Monetario Internacional. “El FMI aprendió que no siempre se puede usar un modelo para prescribir una política macro en un entorno político. Hay que reconocer el contexto interno. Los argentinos tienen que idear un plan”, dijo. Fue la primera muestra de respaldo que dio el gobierno de Estados Unidos a la negociación.

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Sin embargo, la decisión de no desairar a Biden no debe leerse, tampoco, como un alineamiento automático con Washington. Sin desvalorizar la importancia de ese socio inevitable para la Argentina, hay muchas cosas que Estados Unidos no puede proveer y que son tan necesarias como un buen acuerdo con el Fondo. Las inversiones para infraestructura que pueden llegar desde China u otros países enfrentados a la Casa Blanca no van a ser nunca reemplazadas por capitales norteamericanos y el país no puede prescindir de ellas. Hoy mismo, Fernández recibió en su despacho a las autoridades del Fondo de Inversión Directa Rusa que viajaron a explorar la posibilidad de desembolsar recursos en sectores como energía, minería y transporte.

El presidente argentino dudó varios días respecto a su asistencia al evento. Más que el equilibrio con China y Rusia, que tiene otros contrapesos para regular, lo preocupaba la decisión del Departamento de Estado norteamericano de excluir al gobierno de Bolivia de la convocatoria, desconociendo las credenciales democráticas del presidente Luis Arce. El gobierno de Estados Unidos, por entonces bajo la administración de Donald Trump, apoyó activamente el golpe de Estado contra Evo Morales en noviembre de 2019. Ahora, con Biden, esa orientación no cambió. La relación personal y política de Fernández con Morales, cuya vida estuvo en riesgo durante ese golpe, lo hizo pensar varias veces antes de aceptar el convite que llegó desde Washington.

Finalmente, Fernández decidió utilizar su participación en ese foro, en la forma de un mensaje grabado de tres minutos, para denunciar justamente la situación del gobierno boliviano (por estos días nuevamente bajo una amenaza golpista) y criticar el rol de la OEA en el golpe de 2019. Además, su mensaje pondrá la lupa sobre la baja efectividad de mecanismos como las sanciones, los bloqueos y las intervenciones externas para imponer modelos de democracia a distancia. Como suele hacer el FMI con la política económica, es la parte que no va a decir pero se sobreentiende. La posición argentina debe ser firme, pero al mismo tiempo es necesario evitar que se la entienda como una provocación. Los equilibrios en la realpolitik global de esta época son muy finos.

Todo, en la misma semana que comenzó con la elección de la Argentina para encabezar el Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas y que va a concluir con Fernández compartiendo escenario con Luiz Inacio “Lula” Da Silva y Cristina Fernández de Kirchner, dos víctimas de ese mismo modelo intervencionista imperial que en los últimos años tomó la forma de una impiadosa persecución mediática y judicial, nada menos que en Plaza de Mayo. Lo que diga en esa ocasión, el viernes por la tarde, horas después de participar del foro convocado con Biden, deberá leerse en tándem con aquel mensaje. Es imposible mover un resorte sin que se muevan, en consecuencia, muchos otros mecanismos, cambiando el escenario de manera irreversible.