Las recientes protestas en varias ciudades de la República Islámica de Irán no deberían asombrarnos. Como en muchos otros países cuando hay problemas económicos, aumentos de las tarifas de los servicios públicos esenciales o de alimentos, inflación o denuncias de corrupción, la población sale a las calles a protestar.
Estas protestas no con comparables a las del año 2009 que en ese momento fueron alentadas y dirigidas por fuerzas políticas que denunciaban un fraude electoral en las elecciones presidenciales de dicho año. Las actuales no parecen tener liderazgos claros y se asemejan más a las revueltas árabes de 2011 cuando miles de personas salieron a las calles de manera sorpresiva.
Desde ya que cada país tiene su particularidad, pero Irán no es cualquier país. En primer lugar, es una de las principales potencias petroleras. Por otra parte, durante décadas, la dinastía Pahlevi que gobernó Irán fue una pieza clave para la estrategia imperial del Reino Unido y de los Estados Unidos. Además, fue un estrecho aliado del Estado de Israel, que encontró en el rey Reza Pahlevi a un amigo en las fronteras de sus enemigos árabes.
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Pero todo esto se desmoronó con la revolución popular de 1979 que derrocó a la monarquía para dar comienzo a la República Islámica.
Si decimos que Irán es muy particular es porque casi todas las protestas desde 1979 suelen ser una combinación de factores socioeconómicos con el rechazo de amplias capas de la población a la interferencia del islam en la vida cotidiana. Esto es palpable desde el poder de un líder supremo religioso que está por sobre el presidente electo, hasta el uso obligado de un pañuelo –llamado “rusari” en persa- que toda mujer debe utilizar para cubrir su cabeza en el espacio público.
Sin embargo, existe una tendencia en el “mundo occidental” a creer que toda protesta en Irán quiere barrer con todo el sistema en su conjunto, como si fuera un destino “natural” de los iraníes adoptar los “valores” del mundo occidental, como si lo estuvieran deseando fervorosamente. Vale la pena recordar que el poder de Reza Pahlevi se erosionó también por tratar de “occidentalizar” el país y marginar al islam.
Como bien señala el historiador Eskandar Sadeghi Boroujerdien occidente se simplifica al extremo la sociedad iraní, que es mucho más rica y compleja de lo que suponen algunos supuestos “especialistas” que ni siquiera conocen Irán. Esto no es nuevo, ya en 1981el escritor palestino Edward Said en su libro “Cubriendo el islam” mostraba como numerosos periodistas y supuestos “expertos” -que por lo general desconocen la historia y cultura islámica- generalizan y teorizan sobre el mundo islámico de manera caricaturesca y apelando a estereotipos muy alejados de la realidad. Más de treinta años después lo escrito por Said no ha perdido vigencia.
El gobierno del presidente Hassán Rujaní acusa a Estados Unidos e Israel de estar detrás de las protestas, lo que estaría validado por las declaraciones de los mandatarios de los dos países que han salido a apoyarlas abiertamente. Es posible y probable. Desde 1979 que Estados Unidos ha tratado de destruir la revolución islámica para que la rueda de la historia gire hacia atrás y tener un gobierno afín a sus intereses geopolíticos.
Sin embargo, los problemas económicos, las internas en las cúpulas del poder, la corrupción y el descontento también son reales. Habrá que ver si Rujaní es capaz de enfrentar una crisis que –probablemente- no se esperaba.