El cine y la prehistoria

08 de junio, 2015 | 14.31

Mucho antes de que Spielberg, en colaboración con Michael Crichton (autor original del libro), resucitara a los dinosaurios en el cine con Jurassic Park, la pantalla grande había ya puesto la mirada en la prehistoria. Inclusive la literatura, a través de la ciencia ficción, había fantaseado con la posibilidad de encontrarnos con estos seres extintos: en 1864 Julio Verne publicó su célebre Viaje Al Centro de la Tierra (posteriormente adaptada reiteradas veces por Hollywood), imaginando una aventura en el núcleo del planeta que involucraba Tiranosaurios y otras monstruosidades prehistóricas, y casi cincuenta años más tarde Sir Athur Conan Doyle aportó su Mundo Perdido que, naturalmente,con el tiempo encontraría también su lugar en Hollywood.

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Pero si nos ponemos quisquillosos, debemos decir que el primer dinosaurio del Séptimo Arteapareció en 1914 y le perteneció al gran Winsor McCay (sí, el famoso soñador-historietista de Little Nemo in Slumberland) y se llamó Gertie. El ¿Brontosaurio? amable interactuaba con el autor y hacía su gracia ante un público atónito, maravillado por el poder (en ese entonces aún primitivo) del cine.

Los espectadores tendrían que esperar hasta 1925 para encontrarse con una gran producción jurásica, en la primer adaptación de El Mundo Perdido de Doyle, con una maravillosa técnica de animación denominada stop motion realizada por el pionero Willis O´Brien. Dicha técnica sería mayormente la encargada de otorgar movimiento a estos gigantescos seres por los próximos casi ochenta años -hasta la llegada de los FX digitales- y terminó de conquistar al mundo entero con otra descomunal aberración de la naturaleza: King Kong, de 1933, dirigida por los visionarios Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Claro que la palentología no reconoce un gorila gigante en los anales de la pre-historia, por lo cual la inclusión de dicha película en este recuento puede parecer sacada de contexto. Vale recordar, sin embargo, que la Octava Maravilla del Mundo lucha contra pterodáctilos, triceratops y fundamentalmente tiranosaurios, en gloriosas batallas pergeniadas nuevamente por los puppets O'Brien.

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Sin el descomunal éxito de Kong pero con igual nivel de sorpresa llegó veinte años más tarde, allá por 1953, The Beast from 20,000 Fathoms, cuyo mayor aporte a la historia del cine fue el reconocimiento masivo de otro gurú del stop-motion, Ray Harryhausen, quien aportaría sus criaturas en decenas de posteriores películas convirtiéndose en referencia ineludible para los entusiastas de los efectos especiales. Fue éste mismo talento quien dio vida a los monstruos jurásicos que luchaban junto a la despampanante Raquel Welch en One Million Years BC (Un Millón de Años aC), esa producción de la Hammer que junto con otras joyitas de la productora como When Dinosaurs Ruled The Earth (Cuando Los Dinosaurios Reinaban la Tierra, 1970) pusieron al bizarro cine británico en órbita y se tomaron algunas licencias respecto a la veracidad científica (y, en especial, también a la indumentaria utilizada por las mujeres cavernícolas). Pero previo a los locos sesentas los japoneses hicieron su aporte con sus kaijus (algo así como "extraña criatura" en lenguaje nipón), que no siempre tuvieron que ver con Godzilla: Rodan, también de Ishiro Honda, aplastó Tokyo allá por 1956. El país que tuvo que volver a levantarse tras el terror atómico expresó sus fobias a través del gigantismo en el cine. Tenía (y sigue teniendo) sentido.

En los '70 los dinosaurios ya eran moneda corriente y hasta supieron llegar a la tele con la festejada serie Land Of The Lost (que sufrió una insoportable re-adaptación en el año 2008 con Will Ferrell a la cabeza del grupo de exploradores perdidos), y aparecieron reiteradas veces más en la pantalla grande con films como The Land That Time Forgot (La Tierra que el Tiempo Olvidó, 1975), adaptación de la novela homónima de Edgar Rice Burroughs. Si bien en la siguiente década surgieron algunos experimentos interesantes como una inocente película animada llamada The Land Before Time (aquí conocida por toda una generación de niños de hoy 30 años de edad como "Pie Pequeño"), y la olvidable Baby: Secret Of The Lost Legend (1985), lo más notable vino en envase pequeño (o, mejor dicho, de corta duración) gracias al gurú de los efectos especiales Phil Tippet y su Prehistoric Beast (Bestia Prehistórica), una aventura de apenas 10 minutos de largo.

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Tras años de silencio de extinción, sería recién Steven Spielberg quien resucitaría a los dinosaurios en su versión más impactante con la antes mencionada Jurassic Park, y sus posteriores secuelas, una de ellas dirigida nuevamente por él (El Mundo Perdido, que sólo compartía título con la novela de Doyle y nada más) y otras dos contando con su producción ejecutiva. La más reciente aventura está a punto de estrenarse, y aunque en el nuevo milenio los dinos intentaron reinar nuevamente la tierra con films como Dinosaurios de Disney (2000) y la remake de King Kong de Peter Jackson (2005), la audiencia sabe que es ésta saga la definición absoluta de cine prehistórico.

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