Carolina Guevara y Leticia Torres protagonizan No Tengo Tiempo, la obra teatral basada en el texto de María Pía López que critica los mandatos sociales a las mujeres adultas. Con la dirección de Cinthia Miraglia, la pieza expone de manera visceral los temores, incertidumbres y angustia que las mujeres atraviesan debido a las exigencias que les impone el sistema patriarcal en el que están inmersas.
Las actrices dialogaron con El Destape y reflexionaron sobre sus personajes y cómo repercute en ellas la interpretación de los mismos, la adaptación teatral del texto y el mensaje disruptivo de éste.
- ¿Cómo fue la composición de sus personajes?
- Leticia: En mi caso yo me sumé al proyecto cuando las chicas estaban reformulando la versión de la obra, por lo que mi personaje no estaba claro o definido. Sabíamos que tenía que ver con un desdoblamiento en los textos que venía trabajando Caro en la primera versión, pensada como monólogo, pero no había mucho más.
- ¿Hubo algún desafío en particular que tuvieron que enfrentar?
- L: Podría decir que el primer desafío fue sumarme al proyecto sin tener demasiado claro cómo sería ese personaje. Por otro lado estaba también el texto, lleno de imágenes y con una estructura vertiginosa al que había que ponerle el cuerpo. Cuando ubicamos y definimos cuál era el juego dentro de estas dos voces y qué lugar ocupaba mi energía en escena todo se acomodó inevitablemente y se fueron delineando más claramente los roles. Pensando en una posible “composición”, diría que fue a partir del juego con las palabras y cómo atravesaban el cuerpo, en combinación con el encuentro con Caro, del cual nos alimentamos mutuamente para la escena.
- Carolina: El primer desafío era el texto, partir de una escritura que no estaba pensada para llevar a escena. Pero sin embargo planteaba una voz muy clara, muy corpórea. La lengua escrita proponía una urgencia que debía imprimirse en el cuerpo. Y emociones que debían actuarse, despegarse del concepto o la metáfora literaria, llegar a la oralidad. Debíamos generar situaciones y acciones que fueran condensando los hechos que planteaba la novela, la acción dramática. Otro enorme desafío fue desdoblar la voz. La novela plantea un solo personaje, pero en el venir de los ensayos fuimos reconociendo la necesidad, dramatúrgica y escénica, de que fueran dos voces las que entraran en juego. Y eso ganó muchísima teatralidad. Ahí apareció, desde la dirección, la idea de la esgrima como mundo, entonces el desafío fue aprender, entrenar y salir airosas en esa práctica especifica.
- ¿Qué sintieron cuando leyeron el texto, dada la carga social del mismo?
- L: Lo que más me gustó del texto es todo lo incorrecto que puede llegar a ser. Cómo ese personaje traspasa todos los límites posibles en pos de conseguir lo que quiere. Además de la forma literaria, el ritmo, las imágenes y algunas frases que me parecen de una genialidad maravillosa, lo que más me sedujo fue justamente el desparpajo que propone para decir.
- C: Me interpeló la crítica que aprecia sobre una clase social que maneja cierta moralina, pero es capaz de corromper todo pacto social para cumplir un deseo individual. Me gusto lo incorrecto. Y el humor salvaje para narrar sentimientos y sensaciones que se esperan dulces y tiernos. Me atravesó el personaje, esa mujer parecía que saltaba de la hoja al cuerpo, que la novela no se leía, más bien se escuchaba y se veía. Eso me despertó inmediatas ganas de actuarlo.
- ¿Se sintieron identificadas?
- L: Me interpela desde lo etario, desde lo generacional, porque soy mujer, de clase media, de más de cuarenta, creo que hay que estar muy distraída para no dejarse atravesar por algunas de las cosas que se hablan. Convengamos que la obra aborda múltiples temáticas, el paso del tiempo, la maternidad en la sociedad de consumo, el deseo y el mandato, por mencionar algunas cosas. Este texto me llegó creo en el momento exacto, con la madurez justa para sostener escenas muy tremendas, pero con muchas de las inquietudes, sobre todo respecto del paso del tiempo, muy vigentes y presentes.
- C: Empecé a leer la novela y no podía parar, la terminé en una tarde…como si no tuviera tiempo. Me sentí identificada en tanto el planteo existencial sobre el paso del tiempo y mis cuarenta años acorralándome. Me sedujo la idea del tiempo que nos pasa por encima, que nos maneja como si fuéramos sus títeres, en relación a la vida contemporánea / capitalista. Todo eso encarnado en una mujer intelectual, de clase media, con oportunidades, que tiene la posibilidad y el tiempo de pensarse en esos planos.
- En pocas palabras, ¿cómo definirían a la obra y por qué creen que la gente no puede perdérsela?
- L: La obra es un torbellino que te lleva a viajar un rato por los pensamientos que muchas veces te sacudieron o te inquietaron y lo hace con tanto humor que el público pasa un momento realmente muy divertido mientras se permite reflexionar o por lo menos identificarse un ratito con esto que les contamos. El texto es maravilloso y Carolina y yo salimos a jugar con todas las herramientas que tenemos y creo que merece la pena (o la satisfacción) venir a vernos. Somos un elenco independiente, autogestivo, que cree en lo que hace y lo defiende a pesar de cualquier situación que nos toque vivir; eso siempre merece ser apoyado.
- C: Cuando pensamos la obra nos viene la imagen de una topadora, porque así se siente cuando se actúa y eso transmitía la lectura de la novela. Te arrasan las palabras de Pía, cómo nos arrasa el tiempo. Una topadora que narra con mucho humor, ácido e irónico, y con un cuerpo muy expuesto y muy versátil todo lo que seríamos capaces de hacer para cumplir un deseo cuando el tiempo apremia, en este caso, el deseo de la maternidad. Y cuando se tienen los recursos para comprarlo todo. ¿Todo? Un acto incorrecto, incómodo, en tiempos de feminismos, así definiría a la obra. Creo que por eso hacemos esta obra, para corrernos de la comodidad; por eso invitamos a verla.