Suele repetirse que no se ve con los ojos, sino con el cerebro. Pocas veces es esto más cierto que en el caso de las personas que sufren ambliopía, también conocida como “ojo vago” o “perezoso”, una afección que padece alrededor del 3% de los chicos en el país. En la mayor parte de los casos aparece por problemas ópticos no detectados en la infancia: “Por ejemplo, las personas casi siempre tienen el mismo aumento en los dos ojos –explica el oftalmólogo general Rafael Iribarren–, pero si por algún motivo necesitan un aumento distinto en uno y otro mientras aún son pequeños, el cerebro automáticamente elige la imagen del que ve mejor y el que no es usado se vuelve ‘perezoso’”.
Se produce, entonces, una disminución unilateral de la agudeza visual como consecuencia de una falta de estimulación adecuada durante el período crítico de desarrollo que afecta los mecanismos neuronales encargados de la visión. El ojo menos apto funcionalmente termina por quedar anulado, aunque su estructura física permanezca intacta.
“El ‘ojo vago’’ no aprendió a ver –destaca Carolina Picotti, del Centro Médico Lisandro de la Torre, de Villa María, Córdoba–. La vía visual termina de madurar a los ocho años, entonces si un ojo ve muy bien y el otro, más o menos, por más que lo corrijamos no es suficiente como para eliminar la competencia entre ambos, y el ojo bueno anula al otro. Si ese problema no se mejora antes de los ocho años, perdura toda la vida. A veces un ojo necesita lentes y el otro, no. O uno tiene astigmatismo o hipermetropía más que el otro, entonces entrega una visión borrosa al cerebro, que empieza a usar el ojo ‘bueno’. Cuando quiere usar el que no ve tan bien, confunde la imagen, entonces lo anula”.
Lo primero que ocurre es que se altera la percepción de la profundidad: la persona no puede calcular bien la distancia, por eso ser amblíope inhabilita para trabajos como los de piloto de avión, policía, conductor de camiones o para manejar ciertos equipos industriales.
El tratamiento de rutina es dar los lentes correctos. Luego, se tapa el ojo que ve bien para estimular el que no lo hace durante tres o cuatro horas por día a lo largo de seis meses o un año.
“Pero si el tratamiento no se pone en práctica antes de los cuatro a seis años de edad, ya el cerebro pierde elasticidad, por eso la ambliopía hay que detectarla precozmente –explica Iribarren–. Más tarde, estas terapias no son muy efectivas. Otro inconveniente es que el procedimiento de tapar el ojo ‘bueno’ no desarrolla la visión binocular. Y si uno suspende el tratamiento, vuelve a ver mal. Además, hacer oclusión es muy cansador para los padres y los chicos, tiene una alta tasa de abandono”.
“El parche lo que hace es ‘anular’ el ojo bueno, suprimimos ese para mejorar el que ve mal. De alguna forma, estamos generando una ambliopía en el que ve bien –agrega Picotti–; no estamos promoviendo el trabajo en equipo, de ambos a la vez”.
Picotti es parte de un reducido grupo de especialistas que están ensayando un método innovador para tratar esta patología desarrollado en la India hace algo más de un lustro, pero que llegó al país hace unos meses. Se trata de una terapia computarizada que estimula la vía de la binocularidad, dormida a partir de los ocho años, pero que no se pierde. “Se basa en sesiones de 30 minutos, de lunes a viernes a lo largo de treinta días, durante las cuales los pacientes utilizan unos lentes que se llaman ‘anaglifos’ (tienen un filtro rojo para un ojo y azul para el otro) y trabajan con un software que estimula los dos al mismo tiempo –detalla Picotti–. Ganan en agudeza visual y especialmente en estereopsis, que es la visión tridimensional”.
Además, según explica la especialista, publicaciones en adultos y en niños indican que los resultados, después de un mes de terapia, no se revierten.
La oftalmóloga aclara que, por ahora, es un tratamiento de alto costo y “No es para todos. Sólo se puede emplear en chicos mayores de seis años, que son capaces de prestar atención media hora a un juego, y con coordinación entre la mano y el ojo. Por otro lado, tiene que haber una diferencia de cinco o seis décimas de agudeza visual entre un ojo y el otro. Pero la ventaja de esto es que en solamente treinta días mejoran y no vuelve para atrás el resultado. A partir de la décima sesión, el avance es notorio”, afirma Picotti que ya trató con este enfoque a nueve pacientes. En total, en la Argentina se ensayó en 35 personas.
Los candidatos no pueden tener menos de cinco años ni tener estrabismo previo. Si las ambliopías son muy profundas, el resultado no está asegurado, pero el mismo software incluye un test diagnóstico previo al inicio que orienta sobre la conveniencia o no de aplicar la terapia. “Hace mucho que los oftalmopediatras estábamos esperando algo así”, afirma Picotti.
“El tratamiento es muy novedoso, muy interesante para casos específicos que pueden beneficiarse –concluye Iribarren–. Estimula la visión binocular, no hay que tapar el ojo y en el tiempo se mantiene más, porque una vez que el chico adquiere visión binocular aprende a mirar con los dos ojos al mismo tiempo y el cerebro se desarrolla mucho mejor”.
La ambliopía es una de las principales causas de discapacidad visual en los adultos menores de 45 años. Se puede prevenir con control oftalmológico temprano, y tratar con anteojos y estimular el ojo vago cuando se detecta, desde los tres años en adelante.
La Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil sugiere el chequeo del recién nacido, a los seis meses, al año, luego cada año y medio, al ingreso escolar y después cada dos años aproximadamente.