María Alicia Gutiérrez, socióloga, feminista y parte de la Campaña por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito, alerta sobre los modos en que las ultraderechas se están organizando y unificando aceleradamente para disputar sentidos como la democracia, la tan mentada libertad, y contra lo que ellos llaman “el marxismo cultural”. El Foro de Madrid Río de la Plata, impulsado por VOX, que concluyó el viernes es un ejemplo de esa unificación que pretende una voz única para Iberoamérica, en una versión recargada de colonialismo.
Las derechas más ultras y conservadoras -a la vez- se reúnen y organizan sin pausa. El presidente Javier Milei, con su estilo grotesco, violento e hipersexualizado -nunca deja el culo afuera de sus discursos-, es una de las joyitas de estos grupos políticos porque a diferencia de Vox en España o de José Antonio Katz en Chile, por ejemplo, él sí logró vencer en balotaje a lo que estos grupos llaman la izquierda o directamente el “progresismo zurdo”, un sayo que del otro lado nadie se termina de poner. Por eso el último Foro de Madrid fue el “Río de la Plata”, con sede en Buenos Aires y en el ex Centro Cultural Kirchner, ahora bautizado Palacio Libertad.
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“Hay un uso sistemático, imparable de la palabra ‘libertad’ y lo peor es que nunca te definen qué quieren decir con ella. Porque ¿quién está en contra de la libertad? Así en abstracto, estamos todos por la libertad”, dice la socióloga e investigadora docente de la Universidad de Buenos Aires, María Alicia Gutiérrez, feminista e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, la única organización que emitió una alerta sobre este foro que se reunió el jueves y viernes de esta semana, por el modo en que esta articulación viene directamente a atacar derechos ya consagrados. También por su cruzada contra “el marxismo cultural destructivo y la ingeniería social totalitaria en todas sus manifestaciones, llámese wokismo, progresismo o socialismo de cualquier tipo ”, como quedó escrito el último de los siete puntos de la declaración de este último Foro de Madrid, que también proclama a “Iberoamérica, una colosal reserva moral y cultural de occidente”, o, también podría decirse: un neocolonialismo recargado.
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Hablás del uso de la palabra libertad por parte de la derecha, y también es una palabra que tiene mucho que ver en la lucha por el acceso al aborto legal.
-- Por supuesto, la libertad de decidir. Por eso también me parece que una de las cosas interesantes para pensar es esta persistencia en el uso de esta terminología y esta adopción del término, directamente un robo del término que es lo que a ellos les da como un sentido unificador. Y ahí también voy a decir algo bastante políticamente incorrecto y es que los sectores... no sé qué nombre ponerles... izquierda, el progresismo, hemos dejado de lado la libertad. En la vieja historia entre libertad y la igualdad, la izquierda y el progresismo se han centrado en la redistribución de la riqueza; y es cierto que la igualdad ha sido y es un gran problema para nosotros y sigo sosteniendo que es de lo que hay ocuparse pero dejamos la libertad de lado y se le apropió, dándole un nuevo sentido, primero la derecha y ahora la ultraderecha torciéndola un poco más. Porque siempre la libertad fue un tema de la derecha liberal, la derecha liberal clásica, los derechos personalísimos eran un tema, también los derechos humanos; ahora la libertad pensada como la piensan estos grupos es realmente una apropiación absolutamente indebida de un término que nos compete a todos.
Te voy a hacer una pregunta también políticamente incorrecta, que tiene que ver con la formulación de “mi cuerpo es mío”, que fue parte de la marea verde. ¿No es una consigna fácilmente apropiable por las derechas?
-- Mirá, esto es para un debate nuestro, de los feminismos y transfeminismos, es algo que hablamos entre compañeras, tomar conciencia de que no estábamos haciendo una revolución, sino peleando por un derecho. Estuvimos peleando contra un aparato del Estado, que era el Poder Legislativo para tener un derecho. Y los derechos son liberales, son personalísimos. Esto viene de la teoría, Hobbes, Locke, Rousseau, es muy antiguo. Ahora, me parece que una cosa interesante que pasó y es que la lucha por el aborto pero también muchas de las demandas y de las luchas de Ni Una Menos es que de una demanda personalísima, de un derecho absolutamente individual, la acción política la transformó en un hecho colectivo. Y ahí es cuando cambia la cosa. Cuando hablamos de la marea verde, cuando hablamos de lo que pasó con NUM en el 2015 (la primera concentración masiva con la consigna Ni Una Menos fue el 3 de junio de 2015) cuando hablamos de Paros Internacionales Feministas de los 8M, cuando hablamos del grito global (por el aborto legal) en 2017 estamos hablando clarísimamente de una acción política colectiva y transformadora.
La pregunta que nos queda ahora es ver cómo volver a convocar a la acción política, a mirar la política transversalmente con perspectiva transfeminista. Porque lo cierto es que la reorganización de los grupos antiderechos, fundamentalistas se hizo fuerte después de haber conquistado la ley de aborto legal, y de alguna manera tiene que ver con este foro.
--A este foro, lo propone VOX pero hay una cantidad de organizaciones. Hay organizaciones religiosas, tanto evangelistas como católicos Opus Dei y otras que se vienen reuniendo desde 2010, 2012; pero lo significativo del Foro de Madrid es que es un foro político y es un foro las figuras políticas, no es religioso, ni tiene un sentido último religioso como podría ser el Congreso Mundial de la familia que se reunió en Verona la última vez y donde participa la derecha cristiana pero también la ortodoxa, el Congreso Iberoamericano de la familia, que el último se hizo en Guatemala en el 22, eso son evangélicos pero también tenemos algunos católicos, y ahí hay un representante muy importante de Argentina que se llama Agustín Laje. O la cumbre política Network for Values -del Opus dei y mezclado con la derecha cristiana norteamericana-. Pero después está la Conferencia de Acción Política Conservadora que se acaba de reunir en Camboriú, Brasil, donde fue Javier Milei y le entregaron la famosa medalla sobre la energía sexual y la homofobia y dejó de ir a la reunión del Mercosur para esto.
Un montón de grupos que se retroalimentan y que ahora, de alguna manera, están marcando agenda...
--Sí, son varias organizaciones que confluyen en este Foro de Madrid que se ha reunido antes en Colombia, justamente cuando gana (Gustavo) Petro para tratar de plantear la importancia de atacar a esa figura. Después lo hacen en Perú justamente cuando se está tratando de restituir a (Pedro) Castillo. Y ahora se hace acá porque Argentina lidera, miren qué honor, que orgullo, así como lideramos la marea verde en algún momento ahora lideramos el modelo posible desde la ultraderecha de atacar a la izquierda y de ganarle a la izquierda. Milei le ganó a la izquierda y eso es un orgullo supremo.
Habría que definir izquierda en nuestro territorio ¿verdad?
--Bueno, podríamos decir progresismo, aunque también hay definirlo. O le ganan directamente al kirchnerismo que ellos lo definen como la izquierda. Incluso lo definen como marxista, hablan del marxismo cultural. Yo creo que este evento tuvo esa importancia y por eso la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito lo tomó, porque además el jueves Santiago Abascal atacó al aborto y no fue el único. Estos grupos vienen atacando al aborto -entre otras cosas, claro. Y marcar la multiplicidad de sus formas organizativas es necesario porque también hace visible que se están reuniendo todo el tiempo. En Salta, este mismo año se va a hacer un foro de la Conferencia de Acción Política Conservadora, la misma que se reunió en Camboriú, con esta agenda que se muestra más laica y que enuncia en sus preocupaciones la libertad amenazada, la pobreza, la seguridad; también la democracia y ahí aparece su ataque feroz a Venezuela, y ese es el eje central de la reunión del Foro acá.
El tema de las elecciones de Venezuela es un problema en esa pérdida de la palabra libertad, porque parece que el posicionamiento claro se vuelve complicado ¿Cuál es tu postura frente ese conflicto?
--Te doy una respuesta sencilla porque no soy una conocedora en profundidad de Venezuela, pero no me cabe ninguna duda de que el nivel de escalada del conflicto es tal, que la resolución con Maduro presidente da para la sospecha, como mínimo. Yo diría, como Lula, muestren los papeles, porque está claro que no está nada claro. Es una situación muy conflictiva, muy grave y también me parece que se abren cosas interesantes a partir de ahí. Suponiendo que podemos poner a Maduro en la izquierda, con toda esa dificultad que tenemos para nominar qué es la izquierda en nuestros territorios. Pero lo cierto es que los progresismos se han mandado muchas macanas en América Latina y de eso también hay que hablar.
Mientras no se hable se le facilita a la ultraderecha sus discursos casi de guerra fría en los que hablan de izquierda o de comunismo como si eso fuera clarísimo en este momento.
--La ultraderecha lo que hace es binario, realmente binario. Yo me asumo como enfrentada a la ultraderecha y digo: nosotros no estamos pudiendo dar respuesta porque no estamos pudiendo dialogar, creo, que entre nosotras y con las profundas diferencias que tenemos. Eso se ve en los, las miradas distintas y la dificultad para pensar qué hacemos con esta crisis descomunal porque en el fondo, en esta etapa es una gran crisis del capitalismo, del capitalismo neoliberal ¿y qué respuesta hay de la política, de las organizaciones sociales? Mientras la derecha se está organizando, está poniendo mucho dinero para eso. Yo he estado por circunstancias laborales en reuniones de Naciones Unidas y de la OEA, en la Asamblea General de la OEA y es impresionante el nivel de organización que tienen, el nivel de plata que tienen para asistir, para llegar. Pero además cómo trabajan los temas para tratar de meter en las declaraciones finales todo lo que ellos quieren, por ejemplo, tratar de borrar la palabra género.
De alguna manera, ¿usan estos encuentros para posicionarse de manera coordinada en esos organismos multilaterales o, por ejemplo, frente al juicio a Elon Musk o a la red X que tiene lugar en Brasil?
--Yo creo que es para posicionarse regionalmente, no como país sino como región, por eso los liderazgos que vinieron son de Hispanoamérica, ellos hablan de una iberósfera. De Venezuela no está hablando Milei solo, están todos los países de América Latina, Portugal y España. Me parece que hay un intento como de volver al siglo 19, como decía Milei, cuando se suponía que estábamos fantásticos, con la Generación del 80, insertos en el mercado mundial, esa nostalgia colonial que es parte de su ideología.
Esa idea de pasado maravilloso al que hay que volver es uno de los rasgos comunes de las ultraderechas globales, igual que el ataque a los feminismos ¿Cómo ves la articulación de los movimientos feministas y tranfeministas frente a esto?
-- Creo que el despliegue descomunal que hicimos desde el 2015 hasta el 2020, hasta la pandemia, es difícil que se vuelva a repetir porque fue impactante, el acompañamiento, la manera que se acercaron los temas relevantes que pusimos arriba de la mesa, lo que logramos y lo que no logramos. Yo de todos modos cuando hablaba de lo políticamente incorrecto es porque creo que nosotres también tenemos que pensar qué pusimos en juego para que ganara la ultraderecha y que los jóvenes, que me preocupan mucho, hayan votado a la ultraderecha. En ese plano, pienso que tendríamos que repensar las políticas que nos dimos en términos de identidad, desde los '90 te diría, cuando también nos movilizamos un montón. Creo que tenemos que revisar el fraccionamiento de la política en las luchas por grupos, por necesidades identitarias, me parece que aportó a una necesidad social indiscutible que es acceder a los derechos --y dentro del gran grupo de los transfeminismos había grupos muchísimo más vulnerabilizados que otros--, pero me parece que produjo como una ruptura de un sentido de la política para el buen vivir que tiene una integralidad. Porque yo puedo acceder al derecho al aborto si tengo para comer, si tengo trabajo, si tengo salud, si tengo educación, si tengo comunicación, si tengo todo lo que veníamos hablando antes, me parece que un poco nos focalizamos en luchas puntuales, ¿no?
También podríamos pensar en cuánto pesó en la pérdida de potencia un viraje punitivista del movimiento. La dificultad para pensar la violencia por razones de género en términos de diálogo social y no sólo de castigos penales más duros.
--Sí, me preocupa pensar en ciertos sesgos punitivos dentro de los propios feminismos, pienso en las radfem, por ejemplo (feministas que excluyen a las personas trans), las radfem son el giro a la derecha de ciertos sectores feministas. También el sesgo punitivista y la cancelación. Dos temas de los cuales me parece que no hemos podido encontrar alguna fórmula que nos permita dialogar y pensar. Mira, yo voy a contar una discusión de mesa familiar: cuando le dieron prisión perpetua a los pibes que atacaron a Fernando Báez Sosa, yo dije que no estaba de acuerdo. Y medio mundo se me vino encima, te estoy hablando de jóvenes en esa mesa familiar. Me costó muchísimo que me escucharan y que entendieran por qué decir no a la prisión perpetua no es igual a que no se hagan cargo del crimen. Pero para que eso no se repita es necesario encontrar alguna manera de reintegración social y que ese proceso tenga un impacto. Porque sino es sólo encerrarlo y que nadie más se acuerde del tema.
En la declaración que hizo la Campaña sobre el Foro de Madrid hay un llamado a una acción el 28 de septiembre.
-Sí, porque es el Día Internacional por el Derecho al Aborto y vamos a hacer una acción callejera por el aborto que está bien en el centro del ataque, en un momento en el que, como sabemos, es tan difícil movilizar. Pero los ataques no son gratuitos y es un derecho que tenemos que defender también en su aplicación que está amenazado por la violencia discursiva y por la falta de presupuesto.