El sueño de ir a la luna no es nuevo ni poco común. Tampoco lo es la típica frase ‘te bajaría la luna’. Alejandro Garzón Maceda siempre gustó de mirar la Luna, sobre todo en las noches de luna llena. Por eso, cuando se presentó la oportunidad de comprar parte de ella no lo dudo y hasta hoy, 23 años después de hacerlo, no se arrepiente: “No lo vendería ni lo cambiaría, los sueños no se negocian”, cuenta sonriente a El Destape.
A pesar de que el Tratado del Espacio Exterior, firmado por 100 países en 1967, determina que ‘ninguna nación puede, bajo ningún concepto, reclamar la propiedad de una estrella o de un cuerpo celeste’, es decir que ‘la Luna no pertenece a nadie’, una empresa llamada ‘Lunar Embassy’ hizo caso omiso y a partir de 1980 vende lotes lunares. En realidad, Denis Hope, aprovechó una especie de vacío legal, ya que el Tratado hablaba de ‘naciones’ no de personas. Así fue como decidió autoproclamarse el dueño del satélite natural de la Tierra, como así también de todos los planetas del Sistema Solar.
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Para obtener uno de estos lotes es necesario elegir la medida del mismo, ya que dependiendo de eso el costo oscila entre los 30 y los 900 dólares. Hope vendió en las primeras dos semanas 600 lotes; hoy existen 6 millones de personas que compraron su pedacito de luna. Pero Hope no se quedó solo en eso: creó el ‘Gobierno Galáctico’, su Constitución, su propia moneda, llamada ‘Delta’, que espera desde 2008 el reconocimiento del Fondo Monetario Internacional, y por 22 dólares más vende ‘pasaportes extraterrestres’.
Habían pasado 11 años de la llegada del hombre a la Luna cuando Alejandro decidió comprar. Aquel 16 de julio de 1969, Alejandro y el resto de sus compañeros de séptimo grado del Colegio Champagnat vieron con expectativa e inocentes ojos el alunizaje . En ese entonces, él vivía con su abuelo en Capital Federal, mientras sus padres y hermanos estaban en Puerto Piray, Misiones. Pero en su vida no quedó como un hecho más al pasar: “Recuerdo que en casa por muchos años hubo un disco de vinilo con el audio de la llegada del hombre a la luna”, rememora.
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Alejandro siempre quiso dedicarse a algo que tenga que ver con la naturaleza y la vida lo llevó a ser muchas cosas. De hecho, se define como ‘abogado, emprendedor, piloto de rally, papá y viajero’. Estas dos últimas pasiones o ‘profesiones’ se entrelazaron mucho a lo largo de los años, ya que es muy familiero y siempre está buscando un lugar nuevo que visitar con sus hijos, con quienes vive en la localidad de Garupá, aproximadamente a 17 kilómetros de Posadas (Misiones).
Así fue como año a año fue sumando destinos. A los 18 fue a Calafate pasando por la ruta 40 camino a Bariloche. Tres años después fue al norte argentino para cruzar las fronteras nacionales y llegar a Titicaca y Machu Picchu, lugares a los que volvió en 2011 con su familia. Pero siempre tuvo en la mira a la Luna, la buscaba de día y de noche, como una especie de brújula de sueños, como una guía de horizontes a lograr.
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Un día cualquiera, su hija María estaba ‘navegando’ en internet y le comenta que alguien vendía lotes en la Luna. Automáticamente, Alejandro le dijo que le regalaba uno: “En sintonía con que cuando alguien quiere a otro le dice ‘te regalo/te bajo la luna’”, explica y luego agrega: “Me dijo que estaba re loco y no me importó; saqué la tarjeta y el resto es historia”.
Corría el año 2001, un momento tumultuoso en términos económicos para Argentina pero muy fructífero para la NASA ya que, entre otras cosas, lanzaron la sonda espacial ‘Mars Odyssey’, que explora el clima de Marte y sirve para comunicar a la Tierra el trabajo de los robots espaciales que se instalaron anteriormente en ese planeta. Como un explorador espacial, Alejandro decidió gastar, en ese entonces, 100 dólares, en comprar un lote en la Luna sin importarle la reacción de la gente: “Para unos soy un genio, para otros un romántico y para otros un pavote. Lo importante es lo que uno piensa, un sueño puede hacerse realidad y si tenemos la oportunidad no hay que dejarla pasar ”, expresa.
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A menos que, como Alejandro, muestren y cuenten orgullosos que poseen un pedazo del satélite natural de la Tierra, la obtención del mismo es completamente anónima pero lo que sí se sabe es que más de 1800 argentinos tienen el suyo, compra de la cual Alejandro dice ser pionero. Después de hacer la impulsiva transacción, solo quedaba esperar a que llegue a su casa: se trataba de una carta membretada de ‘Lunar Embassy’ enviada por correo postal, dentro de un sobre grande, de papel duro, tamaño oficio, que incluía el título de propiedad del lote, la ubicación exacta del mismo e información precisa del reglamento y el gobierno local.
Hace ya 10 años que el CEO de ‘Lunar Embassy’ es Christopher Lamar (hijo del ‘dueño’ de la Luna, Denis Hope), quien reveló en varias entrevistas que John Travolta, Tom Hanks, Tom Cruise, George Lucas, Clint Eastwood, Ronald Reagan y George Bush son algunos de los famosos que obtuvieron su trocito de cuerpo celeste rocoso. Además, explicó que no toda la Luna está en venta porque hay partes consideradas monumentos nacionales, parques de reserva y/o áreas de investigación. A modo de ejemplo, la web de ‘Lunar Embassy’ resalta como prohibidos para la venta el lugar donde aterrizó el Apolo 11 y el cráter en la Luna en el que se supone se encontró agua, entre otros.
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Hope, el de la idea inicial, dice ser el único ‘dueño’ de la Luna, pero existen otras empresas que prometen obtener parte de la misma: ‘Lunarland’, ‘Lunar Registry’, ‘Moon Property’, ‘Buy Mars’, ‘Amazing Gift Company’ y ‘Moon Estates’, son solo algunas de las que, quien le vendió el lote a Alejandro, menciona como ‘imitadores’, ‘estafadores’ y/o ‘farsantes’. Lo que es seguro es que Hope fue el único que, antes de autoproclamarse ‘dueño’ de la Luna, escribió tres cartas para reclamar su propiedad: una a la ONU (Organización de las Naciones Unidas), otra al gobierno Estados Unidos y otra al entonces gobierno de la URSS. No recibió respuesta y como en el país del norte de América quien reclama un terreno que no tiene ‘nombre’ puede quedárselo, Hope hizo lo mismo con la Luna.
Alejandro, con la decisión de Hope, hizo lo suyo. Quizá nunca viaje al satélite, pero en la Tierra no paró de moverse: en 2003 volvió al norte argentino para recorrer Iruya, Santa Catalina y Calilegua con sus hijas e hijo. En 2010 fue en bicicleta junto a su hijo a los Saltos de Moconá, en Misiones. En 2012 recorrió la Muralla China, la única construcción humana, que según algunos mitómanos, puede verse desde el lote que compró Alejandro. En 2019, junto a su pareja y en ‘modo mochilero’, conoció Nueva Zelanda, para recorrer lugares como el ‘Hobbit Place’ (set de filmación de ‘El Señor de los Anillos’) y el ‘Franz Joseph Glaciar’ (uno de los glaciares más grandes del mundo). Su último viaje fue el año pasado, donde descubrió Noruega, Escocia, Inglaterra y Francia, siempre teniendo como objetivo “ver qué hay detrás del próximo cerro”, define emocionado.
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Esa frase es como su mantra, por eso siempre hizo lo que quiso: viajó a Machupichu aunque se le rompió la trafic en que iba, corrió rally con su hijo y salió campeón sudamericano, recorrió en bicicleta con él, cuando tenía 11 años, 400 KM y fue con los 5 integrantes de su familia a la final del Mundial de Fútbol en Brasil sin nada reservado -lo que los llevó de casualidad a alojarse al lado de la Selección Argentina-. Pero lo más importante que hizo fue ver crecer y estudiar a sus hijos que “son personas de bien”, destaca.
Con todos los lugares recorridos y las vivencias transitadas sostiene que queda mucho por ver y que no importa el tiempo y esfuerzo que lleve, lo primordial es ser feliz y disfrutar de lo logrado: “Conformarse pero nunca resignarse; siempre hay que tratar de hacer, en lo posible, lo que nos gusta y atesorarlo para cuando se ponga gris la vida”, cierra.